15 de octubre de 2014

LA MUERTE EN LOS TIEMPOS DEL ÉBOLA


POR: OCTAVIO DÍAZ G.L. 

      En mi anterior artículo escribía que acontecimientos como los que ocurrieron en Iguala donde se dio muerte a 6 personas y desaparecieron 43 normalistas secuestrados por la policía,  son amenazas a la gobernabilidad del país y por tanto a la seguridad nacional. Pero si ya llovía sobre mojado en ésta materia, ahora diluvia: una nueva amenaza se cierne no solo sobre México sino sobre el mundo. Una vez más se podría presentar el riesgo de una pandemia de consecuencias incalculables, en esta ocasión protagonizada por el virus del Ébola. Hace pocos días se reportó que la enfermedad está creciendo a un ritmo exponencial en el oeste de África (Liberia, Guinea y Sierra Leona). Según un artículo de la revista “New England Journal of Medicine” entre el 30 de diciembre de 2013 y el 14 de septiembre de 2014 se han reportado 4,507 casos con una tasa de mortalidad de 70.8%. Al 10 de octubre,  la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportaba 8,396 enfermos y 4,032 defunciones. La cifra está aumentando exponencialmente y el número de casos para noviembre podría alcanzar a 20,000.

      Pero lo que parecía una enfermedad exótica en países lejanos ya apareció en Norteamérica y Europa. Una persona se trasladó de Liberia a Estados Unidos siendo portador del virus. Cuando se sintió mal acudió al Hospital Presbiteriano en la ciudad de Dallas donde fue diagnosticado con la letal enfermedad y ya falleció. Por ello Estados Unidos entró en una emergencia nacional. Además, dos de las  enfermeras que lo atendieron, a pesar de haber  seguido todos los protocolos de protección, se contagiaron, lo que ha demostrado que también los protocolos han fallado. Misma situación en España donde otra enfermera que atendió a uno de los enfermos repatriados de África a  ese país, también se ha contagiado de la enfermedad. El peligro de que la enfermedad aparezca en México proviene de la cercanía que tenemos con la ciudad de Dallas donde están los enfermos, pero también existe la posibilidad de que entren viajeros portadores de la enfermedad provenientes de África e incluso de España.

      Es conveniente recordar que los virus son estructuras orgánicas pero no se clasifican como seres vivos sino como algo intermedio entre lo orgánico e inorgánico. Tienen material genético y se reproducen mediante el auto ensamble pero no tienen metabolismo ni estructura celular que los pueda caracterizar como seres vivos. Al multiplicarse toman material de la célula invadida y la destruyen, pasando a infectar células sanas para seguir el mismo proceso. Tal es el caso del virus del Ébola que se trasladó de un animal a un ser humano y es altamente contagiosa entre seres humanos.

     De acuerdo con la OMS se identificó que los murciélagos frugívoros son  portadores naturales de este virus  y se han detectado casos de infección asociados a la manipulación de estos murciélagos, chimpancés, gorilas, monos, antílopes y puercoespines infectados. Los primeros dos brotes identificados en seres humanos  ocurrieron en Sudán y en Congo en 1976.  Los síntomas son: aparición súbita de fiebre, debilidad intensa  y dolores musculares, de cabeza y de garganta, seguida de vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática y, en algunos casos, hemorragias internas y externas.  El periodo de incubación (intervalo desde la infección hasta la aparición de los síntomas) oscila entre 2 y 21 días. La transmisión de esta enfermedad se da  por contacto directo o indirecto  con los fluidos del enfermo y la tasa de mortalidad entre humanos puede alcanzar un 90%.

     Se pensaba que, a diferencia de las enfermedades transmitidas por aire como la influenza, el Ébola no  lo hacía. Sin embargo en el caso de las enfermeras contagiadas - de acuerdo con un artículo de la Universidad de Minnesota -   aparentemente  el contagio se dio no por contacto directo sino a través del aire, con fluidos del enfermo transmitidos en forma de aerosol,  aspecto que no se había entendido lo suficientemente y que pudo ocasionar el contagio al no tenerse el equipo protector adecuado. Dicha Universidad recomienda que los que atiendan a los pacientes usen máscaras con respiradores de aire purificado.

      Así como ya se aprobó la iniciativa para que México participe en las fuerzas de paz de los Cascos Azules de la ONU sería deseable que un contingente de trabajadores del área de salud se traslade a los países de África donde está en su apogeo el brote de Ébola, para que no solo ayuden a las personas afectadas sino para que tomen experiencias de primera mano en la problemática que México tendría que enfrentar en el caso de un brote de esa enfermedad en nuestro país.

     Un brote de Ébola  en nuestro territorio podría presentar el riesgo de extenderse sin control y rebasar nuestros sistemas de salud. No solo es necesario tener mecanismos de inteligencia para detectar enfermos en los puertos de entrada, sino estar alertas en todo el territorio ante cualquier indicio de la enfermedad. La clave para evitar su diseminación es que se detecte en forma muy temprana para aislar a los enfermos y posibles contagiados. El impacto de ésta  enfermedad en México  puede ser catastrófico por lo contagiosa, por el alto  índice de mortalidad y porque no hay vacuna ni remedio que la cure. Todos los esfuerzos que se hagan para evitar un brote valdrán la pena.
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