1 de marzo de 2014

MICHOACÁN: UN EXPERIMENTO CENTRALISTA


 

@octaviodiazg

      Ante una situación de gobierno fallido en Michoacán, el gobierno federal ha tomado las riendas del estado. El presidente Peña nombró  en enero de este año un  Comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán  con poderes para coordinar a todos los funcionarios y programas del gobierno federal en el estado, para removerlos de ser necesario,  para realizar todo tipo de convenios y acuerdos  entre la federación y el estado y sus municipios e inclusive le dio facultades para solicitar el auxilio de las fuerzas armadas para cumplir sus objetivos. La emergencia que vive el estado de Michoacán lo requería pero sienta un precedente importante.

 

      El centralismo fue una forma de gobierno que tuvo nuestro país entre 1835  y 1846 cuando se deroga la constitución federalista de 1824 y se promulgan las Leyes Constitucionales de la República Mexicana. En estas leyes se mantenían los tres poderes pero se creaba el Supremo Poder Conservador por encima del Judicial y el Legislativo; los estados se convertían en departamentos; desaparecían las legislaturas locales y  se formaban las juntas departamentales integradas por 7 miembros; y los gobernadores eran nombrados por el presidente entre una terna que enviaban las juntas departamentales.  El presupuesto de toda la república era administrado por el gobierno nacional. A esa etapa de nuestra historia se le denominó la república centralista con funestas consecuencias para el país. Se intentaron separar de la república Zacatecas, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Yucatán y se perdió a Texas. Ya en el siglo XX durante el gobierno hegemónico del PRI que duró 70 años, los presidentes de la república nombraban a los gobernadores de los estados quienes pasaban el trámite de la elección  usando la maquinaria de su partido y del gobierno.

 

     Lo que ocurre ahora en Michoacán no es nuevo pero sí marca el regreso de una práctica que con la alternancia se había descontinuado. Lo sorprendente es que nadie se ha quejado de esta pérdida de soberanía estatal: ni los ciudadanos, ni los partidos políticos de oposición, ni organismos ciudadanos,  ni periodistas o comentaristas. Salvo un artículo en la revista The Economist tampoco nadie en el extranjero lo ha notado. Parece ser que nadie pone en duda la necesidad de la intervención masiva del gobierno federal ante la crisis  en que cayó Michoacán y que el tema de la soberanía de ese estado pase a segundo término.

 

      La toma del poder por parte del gobierno federal ha sido una apuesta interesante. Pero además el presidente Peña ha puesto todo su compromiso en esta estrategia. Quizá el diagnóstico interno del gobierno federal indicaba que la situación era mucho mas grave que lo que se maneja en público o que esta crisis  podía poner en riesgo a otras regiones del país. Desaparecer poderes y convocar a nuevas elecciones mientras las autodefensas avanzaban tomando todo el estado, era demasiado riesgoso. Por otra parte era claro que los poderes locales de Michoacán, estatales y municipales, o estaban  cooptados por la delincuencia organizada o bien eran incapaces de resolver el problema. No quedaba más que intervenir masivamente ayudados por  un gobernador débil y una legislatura local  que se prestaron a ello.

 

     Recordemos que la intervención federal  inició el año pasado primero con la llegada de miles de policías federales y soldados;  más tarde  con visitas de los secretarios de Gobernación y de Hacienda. Este último mencionó en su visita  que  “Hoy en Michoacán está amenazado el Estado Mexicano, el estado de derecho y estamos enfrentando uno de los mayores retos de la nación”. Ya en enero al llegar el Comisionado, lo primero que hizo fue  destituir al Procurador General de Justicia de Michoacán  y al Secretario de Seguridad Pública y nombrar por medio del gobernador y con el aval de la legislatura local - para no perder las formas legales - a personas de su confianza.

 

     El presidente Peña anunció a principios de febrero apoyos federales que ascienden a  45,500 millones de pesos. Sin embargo para administrar estos recursos que equivalen al 45% de los recursos que tendrá Michoacán este año, se nombrará como  subsecretario de finanzas del gobierno estatal a un funcionario de la Secretaría de Hacienda. Ninguna autoridad local tendrá posibilidad de operar esos recursos ya que a mediados de febrero el gobierno federal designó a un gabinete paralelo: un total de 24 funcionarios representando a todas las secretarías, organismos desconcentrados y las paraestatales más importantes del gobierno federal dándoles la responsabilidad de operar esos recursos a través de los programas de sus instituciones. Llama la atención que muchos de estos representantes son personas muy allegadas al presidente Peña quienes lo acompañaron  en puestos de relevancia cuando fue gobernador del Estado de México. Adicionalmente el gabinete federal y el presidente Peña  han desfilado en frecuentes giras por el estado.

 

     La opinión pública, absorta con la captura del Chapo y con lo que sucede con las autodefensas no ha objetado  la pérdida de soberanía del estado de Michoacán. El modelo centralista aplicado en pequeña escala está de regreso. ¿Estará para quedarse o se le regresará a Michoacán su autonomía un día de estos? Será difícil mientras falten liderazgos locales capaces de dirigir al estado y que no estén cooptados por la delincuencia organizada. Pero más importante, será hasta que los michoacanos quieran recuperar su gobierno y su soberanía.

  

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