8 de marzo de 2014

EL PAÍS DE LA CORRUPCIÓN


 

@octaviodiazg

 
     El común denominador detrás de las malas noticias del acontecer cotidiano en nuestro país es, por lo general,  una historia de corrupción. Tenemos por ejemplo en las noticias más destacadas de la semana, el caso del fraude de la empresa Oceanografía - proveedor de PEMEX - y aunque aún no se ha acusado a funcionarios de esa paraestatal, el caso fue detonado por una investigación del órgano interno de control en dicho organismo por lo que pronto se hablará de funcionarios responsables de las irregularidades detectadas en Pemex. Otro caso fue la demanda por 200 millones de pesos al PRD y a Rosario Robles, entonces presidenta de ese partido y  hoy Secretaria de Desarrollo Social del gobierno federal, presentada por el empresario de origen argentino, Carlos Ahumada. Recordarán que Ahumada se volvió famoso cuando entregó a los medios de comunicación videos en donde altos dirigentes del PRD, como René Bejarano y  Carlos Ímaz,  recibían fuertes cantidades de dinero en efectivo. Por ello Ahumada fue objeto de una feroz persecución por parte de los gobiernos del PRD, especialmente cuando se pensaba que esas revelaciones podían afectar las aspiraciones presidenciales de López Obrador.  Finalmente esta semana se comentó el caso de la regidora de Guadalajara a quien se le sorprendió en actos de corrupción y quien fue sometida a juicio político por el congreso del estado de Jalisco e inhabilitada por 10 años.

 

     Pero  las noticias de corrupción no paran allí. La protección que a lo largo de muchos años se le dio al narcotraficante Chapo Guzmán y que involucró a autoridades de los tres órdenes de gobierno, le permitió desde fugarse de un penal de máxima seguridad hasta que pudiera hacer negocios a lo largo de 13 años sin mayor problema. O bien el auge de los grupos delincuenciales de la “Familia Michoacana” y de los “Caballeros Templarios” que pudieron operar a lo largo de muchos años gracias a la corrupción de innumerables autoridades en el estado de Michoacán.  

 

     Para darnos una idea de la gravedad del fenómeno de la corrupción,  el Índice Nacional de Corrupción y Buen Gobierno de Transparencia Mexicana lo mide en 35 servicios públicos y privados. En el último Índice disponible del 2010, estimaron que durante el año hubo  200 millones de actos de corrupción, con un costo promedio por “mordida”  de $165 pesos y que en total se destinaron al pago de “mordidas”  más de 32 mil millones de pesos. De acuerdo con esta medición los hogares mexicanos destinaron un 14% de su ingreso al pago de “mordidas”. Por su parte Transparencia Internacional  colocó a México en el lugar 106 de 177 países con una calificación de 34 sobre un máximo de 100 que lo coloca en un lugar bastante malo a nivel mundial. La OECD califica que hay muy pocos esfuerzos para combatir la corrupción en nuestro país y el Banco Mundial nos coloca en el percentil 44% de los países (El 66% de los países que analizan tiene mejores calificaciones en este rubro que México) que analiza en su indicador de control de la corrupción.

 

     Se han estado impulsando muchas reformas en el Congreso pero sigue faltando la del combate a la corrupción que es clave para el desarrollo económico y social de nuestro país como lo han demostrado estudios del Banco Mundial y la OECD. Después de las elecciones el presidente electo Peña Nieto propuso una reforma constitucional para la creación de una Comisión Anticorrupción. A año y medio de distancia sigue pendiente su discusión y aprobación en el Congreso. Para agravar este retraso, la Secretaría de la Función Pública (SFP) se eliminó en la reforma del 1 de enero de 2013 a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, pero no ha acabado de desaparecer porque se estableció que siguiera funcionando hasta que  entrara en operación la Comisión Anticorrupción. Sin embargo, nunca se nombró a un Secretario de la SFP y la extinta Secretaría ha venido trabajando en forma precaria. Asimismo se puso ya en práctica el que los contralores, aunque nombrados formalmente por el encargado del despacho de la SFP, sean designados por los titulares de entidades y dependencias del gobierno federal, perdiendo así la independencia que tenían en el pasado. Todo ello ha  debilitado significativamente los esfuerzos del gobierno federal en materia de combate a la corrupción. Esto para no hablar del nulo combate a la corrupción en estados y municipios o en el poder legislativo y judicial.

 

     No solo es preocupante que no se hayan realizado las reformas constitucionales para la  creación de la Comisión Anticorrupción sino que para que empiece a funcionar,  una vez que se apruebe la reforma constitucional en el Congreso Federal, deberá pasar a aprobación de las legislaturas estatales; luego se deberá nombrar a los comisionados para  crear propiamente la Comisión; para finalmente asignarle recursos, contratar personal y darle recursos materiales. Todo ello  puede tardar otros dos  años. Mientras,  el problema de la corrupción sigue dándose por todas partes y no hay un esfuerzo gubernamental para combatirla. Esto es muy grave porque existen enormes proyectos de gasto del gobierno federal que no tendrán una vigilancia adecuada. Esperemos que tanto el gobierno federal como el  Congreso pongan atención a lo que debe ser una de las mayores prioridades en nuestro país: el combate a la corrupción.

 
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