Nuevamente
la filtración de información confidencial sobre un tema de seguridad nacional
del gobierno ha causado un enorme revuelo. El Presidente ha salido a dar
declaraciones sobre el caso y a defender sus políticas. El Senado ha pedido
cuentas a los responsables de la filtración. Se interpuso una demanda contra el
gobierno por parte de una organización no gubernamental. La controversia es
enorme y ha dominado los encabezados recientemente. Desde luego no me refiero a
algo que haya sucedido en México, sino en Estados Unidos. Y no es porque aquí
no ocurran estas filtraciones sino que las normas legales son más endebles al
respecto, el escrutinio del Congreso sobre temas de seguridad nacional muy
limitado y existe menos sensibilidad de la opinión pública acerca de cómo se
deben tratar este tipo de secretos.
A
principios de junio un periódico inglés dio a conocer que la Agencia de
Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés) de Estados Unidos recababa
los registros telefónicos de millones de americanos que no son sospechosos de
ningún crimen. Poco después el Washington Post informó de un programa de
espionaje conducido por dicha Agencia llamado
PRISM con el cual se solicita información a las grandes empresas
proveedoras de servicios en internet tales como Google, Facebook, Apple, You
Tube y Skype entre otras acerca de correos, imágenes, archivos y llamadas
telefónicas por internet. Una vez dada esta información a la prensa, el propio
Senado de E.U. reconoció que esto ocurre desde hace años. El culpable de estas
filtraciones es Edward Snowden un empleado de una de las muchas empresas que le
subcontratan servicios de inteligencia al gobierno americano.
La
filtración y el reconocimiento del gobierno de E.U. de que efectivamente realiza
este tipo de espionaje a sus ciudadanos, causó tremendo revuelo en los medios y afectó
la imagen del Presidente Obama. Sin embargo estas actividades las realiza ese
gobierno de forma legal ya que se hace con orden de juez especializado en estos
temas. Pero la sociedad norteamericana se resiste, con justa razón, a que su
propio gobierno los espíe sobre todo cuando se trata de ciudadanos inocentes.
La dificultad consiste en que los terroristas, como lo hacen muchos delincuentes en nuestro país, se mimetizan con
el resto de la población. De allí que para identificar a los malos se tenga que
investigar también a los buenos.
Estos
acontecimientos tienen varias aristas que vale la pena comentar:
1. La evolución acelerada de la
tecnología informática y de telecomunicaciones que permiten captar grandes
cantidades de información de las personas, va más rápido que la reflexión ética
y legal de lo que debe permitir la sociedad. Tal es el caso de la posibilidad
de manejo masivo de información que ahora utilizan los gobiernos pero también
las empresas privadas para entender mejor el comportamiento de sus ciudadanos o
de sus consumidores.
2. Al tener acceso a infinidad de datos
personales y poder analizarlos, lo importante
es que haya acuerdo en la sociedad acerca de cuáles son los propósitos válidos
para realizar estas acciones. Este acuerdo social debe quedar plasmado en leyes
para proteger a personas inocentes de
que los métodos de espionaje no afecten sus vidas a través de un mal uso de
esta información.
3. En Estados Unidos la NSA, por motivos
de seguridad nacional, se dedica a espiar comunicaciones de gobiernos y
ciudadanos extranjeros desde los años cincuenta del siglo pasado. La novedad de
lo revelado recientemente es que ello se realice a ciudadanos americanos, la cantidad de información personal a la que
pueden acceder y lo que se puede hacer a través de herramientas de cómputo con
esa información. Desde saber quiénes son las amistades de las personas hasta
saber dónde se encuentran a todas horas
del día, que están haciendo, que compran, con quienes se reúnen, etc. Además de
conocer el contenido de todas sus comunicaciones personales.
4. El debate se da porque si bien en
aquél país reconocen que hay amenazas a la seguridad nacional que deben ser
atendidas por todos los medios posibles, la preocupación de que un gobierno
espíe a sus propios ciudadanos revive
los fantasmas de lo que en su momento hicieron los regímenes totalitarios a través de sus policías políticas para acabar
con los opositores al régimen. La lista
es larga pero no olvidemos a la Gestapo en la Alemania Nazi; a la Stassi en la
Alemania del Este; y a la Checa en la
Unión Soviética entre otras.
En
lo que respecta a México, ciertamente la tecnología está disponible para que
gobiernos y organizaciones privadas pongan en observación a casi toda la
población. Pero dudo que hubiera capacidad para analizar tanta
información y menos aún para actuar sobre las conclusiones de esos análisis. Lo que sí es muy importante es que estas
herramientas tecnológicas se utilicen para atrapar corruptos, delincuentes o personas
vinculadas con el mundo criminal. Lo único malo es que en el proceso, quizá sea
necesario investigar a buenos ciudadanos para encontrar a los malos que se
ocultan entre la sociedad. Si es así, será importante que no vayan a pagar
justos por pecadores, pero sobre todo, que quien realice estas actividades
actúe apegado a derecho.
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