9 de marzo de 2013

DELINCUENCIA E IMPUNIDAD


 
       De acuerdo a una nota reciente aparecida en el diario Milenio, la  violencia   relacionada con la delincuencia organizada en los últimos seis años se  estima que ha producido  alrededor de 60,000 asesinatos. Por otra parte, en declaraciones recientes por parte funcionarios federales de la anterior y la actual administración federal dicen que  se carece de una estadística confiable que refleje el número de asesinatos asociados a la violencia desatada por el crimen organizado. No sólo no hay estadísticas confiables sino que además ésta violencia está  acompañada por dos fenómenos muy graves: la gran mayoría de  estos  asesinatos ha quedado impune y en  24,000 casos  no ha sido posible identificar a las víctimas. Si nuestras autoridades son incapaces de resolver el más grave de los delitos que es el homicidio y ni siquiera se puede identificar a las víctimas,  ¿qué se puede esperar de los demás delitos? La sociedad nunca se podrá sentir  segura si ante la avalancha de delitos lo que existe es impunidad. Desafortunadamente los homicidios sólo son la punta más lamentable del iceberg de la inseguridad en México como veremos en seguida.



     La Encuesta Nacional de Percepción sobre Seguridad Pública 2012 (ENVIPE) que produce  el INEGI, se estima que durante el 2011 el 24% de la población con más de 18 años - 18.6 millones de personas - sufrió algún delito, estimándose el número de delitos en 22.4 millones. De estos, en el 91.6% de los casos no se abrió una averiguación previa,  garantizando con  ello que  20 millones de delitos queden impunes.  La misma encuesta señala que el costo estimado del delito para las víctimas fue de 211.9 mil millones de pesos,  equivalentes al 1.38% del PIB.  Pero la delincuencia afecta no solo a las personas sino también a las empresas  del país. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización de Empresas 2012 (ENVE) también realizada por el INEGI, el 37.4% de las unidades económicas del país fue víctima de algún delito – 4.3 millones de delitos cometidos a 1.4 millones de empresas-  en 2011; las entidades federativas  con mayor incidencia delictiva fueron Nuevo León, Estado de México, Guanajuato, Baja California y Sonora. Por cierto el delito más frecuente fueron actos de corrupción por lo que urge que entre en operación la Comisión Nacional Anticorrupción y su equivalente en las entidades federativas. El costo de los delitos a empresas se estimó en $115 mil millones de pesos y las obligó a  realizar gastos para prevenir el delito por $47.7 mil millones de pesos. Sólo se inició averiguación previa en el 11.9% de los casos garantizando así que el 88.1% de los delitos quedaran impunes. En resumen tanto para individuos como para empresas   hubo más de 90% de impunidad al  no abrirse averiguación previa y un costo de 375 mil millones de pesos más lo que gastan todos los órdenes de gobierno en prevención y procuración de justicia más el Poder Judicial, lo cual podría ser otro tanto y entonces llegar al  5% del PIB.

       Las cifras son desalentadoras pero además, si se pudiera calcular el daño moral, psicológico y de salud que ocasiona el delito, el impacto social es mucho más elevado. No es de extrañarse que en estos días surjan grupos de autodefensa en comunidades rurales, donde además,  parece que cualquier ciudadano puede andar armado impunemente con rifles de asalto. Si este fenómeno se llegara a extender al medio urbano, aumentaría la posesión de armas entre aquellos que sólo desean protegerse y podrían surgir “escuadrones de la muerte” u otros esquemas de “vigilantismo”. De no  funcionar  las instituciones de impartición de justicia en México,  la sociedad tratará de llenar ese hueco para defenderse por sí misma.

 
      Por lo que respecta al número de homicidios y el no poder saber ni siquiera los nombres de los muertos es necesario que se perfeccionen  las bases de datos de las Procuradurías, pero,  más importante, que se aumenten sus capacidades para acabar con la impunidad. También se requerirán más jueces, más cárceles, más y mejores policías y más actividades sociales preventivas.   Con respecto a los  más de 24,000 muertos sin identificación y a los casos de asesinados que han sido identificados pero que nadie se presenta a reclamar los cuerpos, no se ven a los familiares abarrotando las morgues para buscar a sus  desaparecidos. Son decenas de miles de muertos que no interesan a nadie. Quizá  el problema de fondo es que existe una tremenda desintegración social.

 
       La mayoría de los delitos que afectan cotidianamente  a personas y empresas, son  del fuero común, es decir,  competencia de Procuradurías y policías locales.  Entonces es allí donde debe darse la solución. Ya es tiempo que la solución la den los verdaderos responsables que están a nivel local. No quiere decir que el gobierno federal no deba hacer nada pero tampoco que deba hacerlo todo,  a menos que se cambie la Constitución para desaparecer a todas las Procuradurías y policías locales y darle la responsabilidad al gobierno federal para resolver en su totalidad el problema. Si se quiere que el gobierno federal acabe con la delincuencia apelando a la buena voluntad de estados y municipios, del Poder Judicial y luego tratando de coordinar a todos sin tener ninguna autoridad sobre ellos, el problema persistirá.  

 

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