30 de marzo de 2013

ARMARSE CABALLERO DESPUÉS DE LOS CINCUENTA




Para  Flavio y Rafaela Quintanar

     En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiso acordarse Don Miguel de Cervantes, un hidalgo de algo más de 50 años, aficionado sin remedio a los libros de caballerías, acaba por perder la razón y decide  convertirse en caballero andante para recorrer el mundo, como lo hacían aquellos que encontraba en sus desaforadas lecturas y cuyas historias acabaron por secarle el seso:  para deshacer entuertos, rescatar doncellas, combatir gigantes y en general enfrentar todo tipo de desventuras y males, ciertos o imaginados, que acosaban a aquél mundo de fines del siglo dieciséis. Todos ustedes conocen la historia y seguramente habrán leído las aventuras de aquél ingenioso hidalgo que ha perdido la razón para hacer el bien, Don Quijote de la Mancha, de su flaca cabalgadura Rocinante y de su singular escudero Sancho Panza. Hoy en día la locura permea por doquier pero no es la de Don Quijote. Los locos que padecemos sueñan y  muchas veces  logran destruir vidas, acabar con patrimonios y dañar a  las personas para imponer religiones  o  sistemas sociales, para enriquecerse a costa de otros o bien son simples desquiciados en posesión de armas  que deambulan sembrando la muerte.

     Pero Don Quijote sigue vivo como ejemplo de que siempre habrá algo bueno por hacer en este mundo y sobre todo sin importar a qué edad se emprendan estas tareas ya que él  busca sus aventuras cuando tiene  más de cincuenta años. Estamos más acostumbrados a los proyectos de la juventud cuando llenos de energía, los jóvenes intentan mejorar al mundo. Pero  Don Quijote  sale  a luchar contra malandrines y desgracias a una edad en que otros  piensan en el retiro,  quieren disfrutar lo trabajado a lo largo de la vida, contemplan a los hijos abandonar el hogar  y en su pensamiento empieza a predominar el pasado, a  perderse el futuro y el presente pasa mas rápido de lo que se desea. Don Quijote nos dice que a esta edad no es tiempo de echarse a ver la televisión o a leer las últimas novelas de moda, o leer los periódicos llenos de noticias inútiles,  a vagar por cafés y cantinas,  dedicarse sólo a cultivar el jardín, o a navegar por internet  para ver si no se ha muerto aquél amigo de la infancia a quien hace décadas que no vemos y que nunca  nos preocupamos por buscar. Si en su ya larga vida las personas mayores de cincuenta se dedicaron a sacar adelante a la familia,  a buscar seguridad para la vejez y quizá tuvieron que posponer algunos de sus sueños para mejor ocasión, ahora es cuando deben tomar nuevos ímpetus y salir a  transformar al mundo.

     Hay casos ejemplares de hombres y mujeres  que sin perder la razón han decidido emprender el bien en este mundo. Un destacado empresario aguascalentense y buen amigo,  deportista,  gran aficionado y conocedor de los alimentos sanos,  enemigo del alcohol y del tabaco,  ha tomado a cuestas, en coordinación y apoyo a las autoridades de Aguascalientes,  la tarea de recoger  a 43 niños y niñas cuyos padres no pueden hacerse cargo de ellos debido a la desintegración social que sufre nuestro país. No se trata de huérfanos sino de niños sobre los que se ejerce tal  violencia que  no puedan seguir en sus “hogares”. No sólo  les ha dado albergue y vestido a estos pequeños que no tenían donde refugiarse, sino que les ha dado una nueva familia, escuela, deportes,  formación espiritual y estructura para hacerlos personas de bien. Su programa es muy completo: mi amigo y su esposa son como los padres sustitutos que se multiplican para ofrecerles cariño; les ofrecen psicólogos para ayudarles a superar su historial de víctimas; se les lleva a la escuela a que hagan sus estudios y se les provee de útiles, uniformes, ropa y calzado; por las tardes se les enseña un deporte que  practican en las instalaciones de un club deportivo; se les da apoyo en sus tareas escolares; su alimentación es sana y nutritiva; sus habitaciones limpias y dignas; se les busca formación adicional en materias como inglés; y se les ofrecen otras diversiones sanas. A diferencia de las casas-hogar tradicionales,  estos niños no saldrán a la calle cuando cumplan cierta edad,  sino hasta que cuenten con  un oficio, profesión o manera honesta de ganarse la vida  y con  la solidez emocional para integrarse a la sociedad como personas de bien. Esta casa-hogar no sólo es ejemplo para instituciones del Estado sino para innumerables hogares incapaces de formar a sus niños.

     Desconozco la edad que tenga  mi amigo pero sé que tiene  la edad en la que podría retirarse a disfrutar lo bien logrado con sus habilidades de empresario. Pero  en lugar de ello  decide tomar  esta gran responsabilidad junto con su familia. No solo saca adelante con éxito a su propia familia sino que ha rescatado a estos niños víctimas de la violencia. Mi amigo, como Don Quijote,   da ejemplo  a los ya no tan jóvenes que tienen salud y ciertas posibilidades,  para que   emprendan obras sociales sin importar su tamaño. Como Don Quijote a sus cincuenta años,  es tiempo de armarse caballero andante.

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