1 de febrero de 2013

EL DIFÍCIL CAMINO HACIA LA JUSTICIA




     En su novela más reciente “Justicia”, Gerardo Laveaga quien por cierto  ahora es el  Comisionado Presidente del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública Gubernamental y de Protección de Datos Personales (IFAI), describe de manera bastante descarnada  las complejidades del sistema  de justicia penal en México. Los protagonistas son: un taxista asesino que deambula libre por las calles de México; una estudiante de derecho idealista que se enfrenta a las realidades de la justicia mexicana; su novio,  un joven abogado banal y  próspero de uno de los despachos de mayor prestigio de la capital e hijo de familia de recursos;  un Procurador con abultados antecedentes académicos en el área de defensa de los derechos humanos, que es  ajeno a los tejes y manejes de sus subordinados; un político corrupto y homosexual que manipula al sistema judicial a  su conveniencia; y magistrados del más alto tribunal mezclados en componendas de todo tipo. La trama se desarrolla alrededor del asesinato de una niña, mismo que a pesar de los esfuerzos de la joven abogada, no sólo queda totalmente impune sino que el asesino también mata  los que lo habían delatado  a pesar de los esfuerzos de la abogada por defenderlos.

     Por el libro desfilan las tropelías que se supone  ocurren a diario en el sistema de justicia mexicano: fabricación de culpables por motivos políticos; corrupción y componendas en las cárceles; arreglos y favores al más alto nivel; jueces que sólo aceptan de los ministerios públicos casos perfectos, de lo cual se aprovechan los abogados defensores para liberar a sus clientes criminales; incapacidad de la Procuraduría  de encontrar a los culpables, etc... En el libro  se exhiben los vicios y deficiencias del sistema penal mexicano.

     Pero la realidad,  como siempre, supera a la ficción. El caso de  Florence Cassez cuya liberación se dio hace pocos días, podría haber sido también la trama de una novela. Así como  la obra  de Laveaga nos deja consternados por las injusticias que tan bien describe, a la gran mayoría de la opinión pública mexicana también ha dejado consternada la liberación de esta persona, especialmente a las víctimas.

     El caso Cassez consta de hechos que dan forma a una  comedia de enredos: la existencia de una peligrosa banda de secuestradores a la que aparentemente pertenecía Madame Cassez;  el hecho de que algunas de las víctimas identificaron  a la francesa como parte de la banda; la captura de la banda por la AFI al mando del Ing. García Luna; la recreación de la captura de los secuestradores y la liberación de sus víctimas, un día después de la captura real para que las cámaras de la televisión comercial pudieran difundir este logro de las autoridades; la falta de notificación a tiempo al consulado francés para que interviniese en la asesoría y defensa de Cassez; la posible violación a los derechos de  Cassez  por no haberse aplicado el procedimiento correcto en su captura; la huída de las víctimas del país porque siguen amenazadas por los delincuentes; la intervención  del gobierno francés, especialmente del Presidente Sarkozy,  en lo que pudo convertirse en otra Guerra de los Pasteles, al solicitar que  Cassez cumpliese su condena en Francia; la firmeza del gobierno del ex Presidente Calderón para no ceder en ese envío a Francia de la prisionera; y finalmente una Suprema Corte  que cambió de opinión, coincidiendo su cambio de posición con el  cambio de la Administración  Federal.

      El conflicto heredado por la nueva Administración  resultaba incómodo. Una buena salida para mejorar la relación con Francia era  liberar a Cassez. La Suprema Corte revisó  el caso una vez más  y en esta ocasión, a diferencia de la anterior, le otorga el amparo liso y llano a Florence Cassez por lo cual ella sale libre de inmediato.  Más lógico y más justo para todas las partes involucradas  hubiera sido otorgar el amparo para efectos de  reponer el procedimiento y volver a juzgarla. Con el fallo otorgado  la Suprema Corte no se pronuncia sobre la  culpabilidad de Cassez pero tampoco da oportunidad de saber si es realmente inocente o culpable. Implica eso sí que la PGR no hizo bien su trabajo al violar el debido proceso y por lo tanto los derechos de la acusada. Desafortunadamente se crea un precedente peligroso: los ministerios públicos tienen  fallas al presentar sus casos y sin embargo ello no implica que  los acusados no sean culpables. ¿Debemos esperar a que los ministerios públicos presenten casos impolutos ante los jueces en aras de respetar los derechos de los acusados? Y entonces ¿cuándo recibirán justicia las víctimas?

      Si se desea acabar con la delincuencia y la violencia asociada,  no basta pasar por control de confianza a los policías y profesionalizarlos; no basta con hacer centros de fusión y tener mejor inteligencia; no basta con unificar fuerzas de seguridad. Se requiere ministerios públicos capacitados para la investigación y presentación de pruebas; jueces suficientes para atender los asuntos que inundan los juzgados; procedimientos más sencillos  para desahogar los procesos penales y que den más garantías a  las víctimas. Se requiere reformar de fondo el sistema de justicia penal  mexicano. De no ser así,  de la mano de la impunidad,  seguirá la violencia.  
  
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