Por: Octavio Díaz García de León
Ser inmortal es uno de los anhelos más antiguos de la humanidad. Muchas
religiones se han construido sobre la promesa de otorgar la inmortalidad a sus fieles.
Hoy en día, con los avances de la ciencia, la posibilidad de alargar
radicalmente la vida humana podría estar a solo unas cuantas generaciones de
distancia. Quizás, al final del siglo XXI, la expectativa de vida sea varias
veces mayor a la actual, que ronda entre los 75 y los 80 años.
La inmortalidad ha sido estudiada con mayor rigor en las últimas cuatro
décadas por académicos de renombre. Entre ellos, el profesor Stephen Cave, Director del
Instituto para Tecnología y Humanidad de la Universidad de Cambridge, quien
publicó el libro Inmortalidad en 2012 y, el año pasado, otro en
colaboración, en el cual actualiza sus
puntos de vista respecto al tema.
El profesor Cave señala que existen cuatro vías hacia la inmortalidad:
Mantenerse vivos o evitar la muerte: Esto
incluye la búsqueda de elíxires mágicos que proporcionen inmortalidad, la
ingesta masiva de vitamina C, el transhumanismo y la prolongación de la vida
por medios científicos bajo un enfoque ingenieril, entre otros métodos.
La resurrección: Esto
consiste en la creencia de que, aún si morimos, podemos resurgir en el futuro físicamente
en nuestros cuerpos. Las grandes religiones abrahámicas---judaísmo, cristianismo
e islam---creen literalmente en la resurrección física de los cuerpos, y esta constituye una de sus doctrinas
centrales. Otra manera de resurrección es la criogenia, en la que se congela a
las personas con la esperanza de que puedan revivir en el futuro.
La inmortalidad del alma: La inmortalidad se alcanza no a través de
vivir para siempre de manera física, sino a través de un ente espiritual, como el
alma. La mayoría de la humanidad cree que las personas tienen alma. Esta
creencia es central en el cristianismo, el budismo, el hinduismo y muchas otras
religiones. Se considera que el alma puede vivir de manera independiente del
cuerpo y ser inmortal.
El legado: Esta es una forma indirecta de extender la
vida de las personas a través de sus obras. La más tangible es tener hijos,
pero también puede lograrse mediante la creación artística, la fama como un
político destacado o incluso como un criminal aberrante.
El autor afirma que ninguna civilización ha sobrevivido sin el respaldo
de alguna de estas narrativas, pero concluye que ninguna de las cuatro es
verdadera, factible ni deseable.
A lo largo de los siglos, muchos escritores han tratado el tema de la
inmortalidad. Karl S. Guthke en su libro La Vida sin Fin, reseña más de 22
obras que abordan la inmortalidad. Por ejemplo, El Inmortal de Borges y Todos
los Hombres son Mortales de Simone de Beauvoir.
Un artículo escrito en 1973 por Bernard Williams, de la Universidad de
Cambridge, sobre la obra de teatro del autor checo Karel Čapek, adaptada a
ópera por Leoš Janáček, El secreto de Makropulos, ha tenido una
gran influencia en la discusión reciente sobre la inmortalidad, tanto en Cave
como en otros autores, al argumentar que el aburrimiento es la razón más
relevante para no desearla.
En su libro más reciente, coescrito con Fisher, ¿Deberías
elegir vivir para siempre? Un debate, Cave identifica cuatro problemas asociados
con la inmortalidad, basándose en la especulación derivada de los textos de
Borges y Čapek, dado que no existen casos de inmortalidad que se puedan
investigar:
Aburrimiento: Si la vida no tiene fin, cualquier actividad placentera acabaría por volverse
aburrida.
Ennui (Tedio, apatía): Incluso antes de volverse aburrida, la
repetición de actividades puede llevar a la depresión.
Falta de sentido: Si las
personas vivieran eternamente, realizarían una cantidad inmensa de actividades,
incluidas aquellas que son contradictorias, contrapuestas o repetitivas. Por
ello, los proyectos individuales perderían sentido, cada persona perdería su
identidad y desparecerían las categorías de bien y mal.
Procrastinación: El hecho de
tener una vida mortal nos obliga a tomar decisiones considerando el tiempo
limitado que tenemos. Tener tiempo sin restricción hace que pierda su valor y,
por lo tanto, el tomar decisiones sobre cómo usarlo se vuelve imposible, lo que
podría llevar a la parálisis.
Existen otros problemas relacionados con la inmortalidad, como definir
qué es el ser y la identidad cuando se alcanza mediante el “descargar” nuestra
conciencia en un dispositivo electrónico. También están los problemas asociados
con la sobrepoblación, la justicia social, el trabajo, entre otros.
El reto será encontrar soluciones a estos problemas ante la posibilidad
de que pronto se pueda alcanzar una longevidad varias veces mayor a la actual.
Por ello, es oportuno profundizar en la investigación filosófica sobre
la prolongación radical de la vida. Incluso, esta investigación podría ayudar a
encontrar mejores formas de vivir dentro del tiempo que hoy abarca nuestras
vidas. Por lo pronto, la pregunta sería: ¿Desearía usted ser inmortal?