Por: Octavio Díaz García de León
Hace unos días los obispos de la Iglesia Católica en el estado de Guerrero
se reunieron con los cabecillas de los grupos criminales que tienen asolado
este estado. Los obispos querían que cesara la violencia o, por lo menos, como
decía uno de ellos en un noticiario matutino, que los asesinatos no ocurran en
las ciudades. Mejor que ocurran en el campo, lejos de las miradas de la gente.
La conferencia Iglesia-Narco fracasó, porque la lógica de los grupos
delincuenciales no es la civilizatoria, sino la de la barbarie.
Bukele así lo entendió: respondió a la barbarie con la misma medicina y
le dio resultado. El Salvador era uno de los países más violentos del orbe y
ahora es uno de los más pacíficos; lo logró en cinco años. Se puede contrastar
con la estrategia de abrazos, no balazos, en un mismo período de cinco años que se llevó
a cabo en México, para ver cuál funcionó mejor.
Bukele decidió combatir a las bandas criminales dejando de lado el
respeto a los derechos humanos y le dio resultado. Con este éxito y su talante
antidemocrático, El Salvador seguramente lo tendrá como dictador las próximas décadas.
La población reconoce en las urnas cuando hay un gobernante que resuelve sus
problemas, aunque en este caso, el precio sea darle el poder a un autócrata.
Si llegara un Bukele a gobernarnos, cosa que no va a ocurrir, quizá no
sabría a quien recurrir para enfrentar a los más de 170,000 delincuentes que se
han estimado que trabajan para el crimen organizado. El Ejército y la Marina
Armada han sido desviados de su función principal de proveer seguridad, para ocuparlos en otro tipo de actividades.
La Guardia Nacional, una rama del Ejército, tampoco ha podido, o no la
han dejado, reducir la violencia ni acotar el poder de los grupos criminales.
Las policías estatales, con algunas excepciones, no tienen capacidad para
enfrentarlos y las policías municipales suelen estar cooptadas por el crimen organizado.
Además, el enemigo está en casa pues la corrupción permea en los cuerpos de
seguridad.
La violencia en México está relacionada con la avalancha de fentanilo
que está recibiendo Estados Unidos y que le provocó más de 110 mil muertes en
2023. Por ello algunos congresistas americanos han propuesto que las fuerzas
armadas de ese país tomen en sus manos el combate a los narcotraficantes
directamente en México.
Esto podría ser una solución, pero tampoco va a ocurrir. Los gobiernos
de Estados Unidos no son tan radicales como para tomar una medida tan extrema.
Sobre todo cuando dependen de México para frenar la inmigración ilegal a su
país.
La situación es muy delicada ante las elecciones que se avecinan en
nuestro país. La disputa por la nación la están perdiendo las instituciones del
Estado mexicano ya que los delincuentes pueden imponer a sus candidatos, tal y como ocurrió en diversas regiones del
país en las elecciones de 2021, o como ha ocurrido en estados como Guerrero y
Michoacán desde hace muchos años. Estos grupos están tan entrelazados con los
políticos locales que ya no es posible distinguirlos.
¿Querrá la próxima presidente enfrentar y resolver el problema? Tendrá
que ser muy creativa. Se habla de usar Inteligencia; de quitarle reclutas al
narco mediante desarrollo social; de fortalecer policías; de coordinarse mejor.
Por cierto, no he escuchado que combatir la corrupción sea una prioridad y sin
ello no se podrá resolver el problema. Pero todo esto ya se ha intentado sin
éxito.
¿Cuál podrá ser la mejor estrategia? ¿Qué la presidente negocie con los
capos como intentaron hacerlo los obispos? ¿Contratará un ejército de
mercenarios bien entrenados como los que combatieron en Irak? ¿Pedirá a los
americanos que ataquen a los narcos con drones y misiles? ¿Solicitará a Bukele asesoría
para combatir a la delincuencia?¿Construirá varias decenas de cárceles de alta
capacidad para alojar a centenas de miles de delincuentes? ¿Se olvidará de los
derechos humanos y regresará a la política de “mátalos en caliente” para
erradicar a los bandidos como en tiempos de Porfirio Díaz (que por cierto sí
funcionó)?
La nueva presidente y su gabinete tendrán que usar imaginación, talento
y fuerza. No veo como una estrategia de apapacho a los criminales pueda tener
éxito, a menos que se quiera rendir la plaza. Lo que es indudable es que
llegando, deberán tratar de resolver el
problema en muy corto tiempo antes de que sea demasiado tarde.
Por lo pronto, dado que no se
tienen muchas herramientas para evitar que la delincuencia organizada se
apodere de puestos públicos a través de las elecciones que se avecinan, tendrá
que estar preparada para erradicar a la narco política del país para evitar que
México se convierta en un Estado fallido o Narcoestado.
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