Por: Octavio Díaz García de León
El 18 de abril de 1945
en Ansbach, Alemania, las tropas americanas están a punto de tomar la ciudad.
Los dirigentes nazis han huido, los soldados alemanes han sido retirados, la
población está aterrorizada por los bombardeos. Cualquier persona racional
rendiría la plaza, pero el jefe militar
nazi, un fanático, insiste en pelear
hasta el final, con el riesgo de provocar la destrucción total de su ciudad como
ocurrió en otros casos. Un estudiante de teología decide oponerse a esa medida,
llevando a cabo sabotajes para impedir que continúe la lucha inútil. Es
capturado y ejecutado cruelmente, con la complicidad de los lugareños y sin
consideración por lo cercano del final y lo inútil de su muerte. Minutos
después de la ejecución, el comandante militar nazi huye en bicicleta y cuatro
horas después el ejército americano entra en la ciudad.
Con este relato inicia su libro "El Final" el historiador Ian Kershaw. En él describe
el fanatismo irracional con el que Alemania se auto destruyó al final de la
Segunda Guerra Mundial y que tuvo como consecuencia que murieran inútilmente
millones de alemanes; que parte de su territorio fuera sometido duramente por los soviéticos; que ocasionó la
desaparición del centenario reino de Prusia; que millones de alemanes fueran expulsados
de territorios donde habían vivido sus antepasados por siglos; que se destruyeran
ciudades y regiones.
¿Como fue posible que se llegara a esos extremos? ¿Por qué no se
rindieron antes de que las fuerzas aliadas arrasaran el país? ¿Qué impulso
suicida motivó a los alemanes a pelear hasta el final? Estas preguntas las
intenta responder Kershaw.
Para ello, describe las
circunstancias que evitaron que Alemania se rindiera en 1944, cuando la guerra ya estaba perdida. Dice que hubo
factores tales como la mentalidad alemana, el apoyo incondicional de las masas
a Hitler, el terrible aparato de terror nazi, el dominio del partido nazi, el
papel de los cuatro dirigentes más importantes, el terror a la ocupación de los
rusos y el hecho de que la burocracia y los líderes militares estuvieron dispuestos
a seguir cumpliendo con sus tareas, a pesar de que ya todo estaba perdido.
Hitler y su maquinaria
de propaganda jugaron un papel muy importante para convencer al pueblo alemán
de cometer suicidio colectivo. Los mitos nacionalistas, raciales y todo tipo de
mentiras, como la supuesta posesión de armas secretas que los harían ganar la
guerra, fueron aceptados sin crítica alguna por los alemanes.
Kershaw atribuye esta catástrofe
a la forma como estaba estructurado el régimen, centralizando un poder absoluto en un líder carismático.
A pesar de que la popularidad de Hitler ya había menguado, las estructuras y
mentalidades de su gobierno carismático duraron hasta su muerte. Las élites dominantes,
divididas como estaban, no tuvieron el deseo colectivo, ni los mecanismos de
poder, para evitar que Hitler llevara a Alemania a su destrucción total.
¿Como es posible que
un hombre sea capaz de imponer su voluntad a millones de seres humanos sin
importar las consecuencias? ¿O que las élites dirigentes estén dispuestas a
acatar cualquiera de sus órdenes por absurdas que sean, dejando de lado su inteligencia y pensamiento
crítico, que sí los tienen en otros
ámbitos de su vida? Quizás habría que hacer un análisis de psicología de masas,
como el que hizo Erich Fromm en su obra El Miedo a la Libertad o
explorar La Banalidad del Mal como lo hace Hanna Arendt.
Montesquieu en El Espíritu de las Leyes y Hamilton, Madison y Jay en El Federalista encontraron el antídoto contra los gobernantes
absolutistas mediante la separación de poderes para evitar el daño causado por el despotismo y la
irracionalidad de los líderes carismáticos. En México esto se ha venido
reforzando con la creación de instituciones autónomas.
Sin embargo, cuando las
instituciones y los contrapesos de un sistema democrático se van destruyendo y
las élites se someten para darle gusto al líder, pudiera anunciar el nacimiento
de una dictadura que podría destruir a un país.
Este proceso puede tomar
años y pasar desapercibido como lo relata William Shirer en su libro Diario
de Berlín, respecto
al ascenso de Hitler al poder absoluto. Por ello, les tomó mucho tiempo a judíos y opositores al
régimen nazi, darse cuenta del peligro que corrían, hasta que fue demasiado
tarde.
Nuestra época no está
exenta de líderes carismáticos aferrados al poder y con comportamientos
destructivos, como podemos observar en países tales como Corea del Norte, Cuba,
Venezuela, Nicaragua, Hungría, Turquía o
Rusia, en donde se han destruido las
instituciones democráticas y los contrapesos al poder. Algunos de estos países
han sido destruidos y están en la ruina. Hemos visto que este peligro amenaza incluso a
democracias bien desarrolladas tales como en el caso de Trump en Estados
Unidos. Podría pasar en México, si lo
permitimos.
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