Por: Octavio Díaz García de León.
La idea: Desde que los
aztecas dominaron Mesoamérica, el territorio que hoy es nuestro país ha sido
gobernado desde la Ciudad de México. Ha habido rebeliones contra el dominio del
centro y secesiones: fallidas unas y
exitosa otra, de estados de la república. Hoy nuevamente, algunos gobernadores se
manifiestan contra las políticas dictadas desde el centro, pero no tienen la
fuerza para contrarrestarlas.
La centralización del poder
gubernamental en nuestro país, lleva ya siete siglos. Los aztecas fundaron su ciudad
en 1321, en un islote en medio del lago de Texcoco, a la que llamaron “Ombligo
de la Luna” o México y a partir de allí la convirtieron en el centro de su imperio.
Tras la conquista, los españoles asentaron allí su capital,
gobernando a la Nueva España desde el Palacio Virreinal, erigido sobre los
restos del palacio de Moctezuma Xocoyotzin y donde hoy se encuentra el lujoso Palacio
Nacional. En siete siglos, no solo se ha gobernado el territorio nacional desde
la misma ciudad sino prácticamente desde el mismo predio, el cual abarca 40 mil
m2 y es ahora residencia del presidente de la Republica.
Ya independiente, en la primera mitad del siglo XIX, México osciló
entre la república federal y la república centralista. En esos vaivenes,
se separó el estado de Texas mientras que Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas,
Zacatecas y la península de Yucatán lo intentaron sin éxito. Después de la intervención francesa, Juárez y
Díaz consolidaron una república federal en el papel, pero en los hechos con un
gobierno central poderoso dirigido desde Palacio Nacional. Juárez incluso
vivió allí.
A pesar de que la Revolución se originó en los estados, primero contra el
gobierno de Díaz y luego contra el de Huerta, acabó consolidándose dos décadas
después en un centralismo absoluto bajo el dominio del PRI, ejercido
desde la Ciudad de México, periodo al que el historiador Krauze llamó la “Presidencial
Imperial”.
Esto cambió con la llegada de la alternancia en el poder. Los
presidentes Fox y Calderón ya no tuvieron una “Presidencia Imperial”, sino una
presidencia acotada, con un congreso
adverso y con mayoría de gobernadores del PRI.
Por ello, el centro de gravedad se trasladó en algunos
aspectos a los estados y eso permitió que en 2012 el PRI volviera a ganar las
elecciones presidenciales en un movimiento apoyado por los gobernadores de ese
partido, encabezados por el del Estado de México, Peña Nieto, quien, sin
embargo, ya no pudo consolidar una presidencia imperial.
Hoy tenemos al presidente López Obrador, con un mandato
poderoso que está fortaleciendo al centro como no se veía en muchos años, apoyado
por una mayoría en el Congreso y en los estados. Ese mandato se logró mediante tres
campañas presidenciales, años de recorrer todos los rincones del país y estar
en contacto con gran parte de la población, lo cual le dio una enorme base de
apoyo popular.
Recientemente un grupo de gobernadores provenientes de
partidos de oposición han pedido un nuevo pacto fiscal para que los estados
tengan acceso a más recursos y evitar que estos se vayan a proyectos que no
benefician a la población de sus estados, como las enormes inversiones que se
están haciendo en el sureste de México.
Pero hay que recordar que la Cámara de Diputados, los representantes de
los estados, son quienes asignan dichos recursos. Hoy en día, el partido del
presidente es quien decide, porque así lo decidió la población con su voto y
los recursos se irán a los proyectos del presidente y no a donde
prefieran los gobernadores.
Los gobernadores se enfrentan a una
pérdida de poder dictada por sus propios ciudadanos. Si quisieran inclinar la
balanza hacia una mayor descentralización en la toma de decisiones, tendrían que
disputar esa base de apoyo que tiene el presidente y ello eso solo se logra con
gran cercanía a las personas, sensibilidad a los problemas locales y capacidad
para dar buenos resultados.
Negociar con el presidente una mayor descentralización, es solo reconocer
quien tiene el poder de decisión sobre los asuntos que les interesan a los
gobernadores. En lugar de seguir ese camino, donde no hay incentivos para ceder
poder, deberían buscar ese apoyo entre sus gobernados, para elegir diputados que apoyen su
visión descentralizadora.
Por otra parte, hay dos aspectos peligrosos que buscan impulsar la
descentralización y que habrá que evitar a toda costa: 1. La delincuencia
organizada requiere que no haya intervención del centro para aprovecharse de las
débiles estructuras locales y dominar las regiones donde opera y 2. El que
gobiernos locales se conviertan en cleptocracias, con el fin de
enriquecer a sus funcionarios, como ya ocurrió con un buen número de gobiernos
estatales.
El poder se está concentrando nuevamente con fuerza en Palacio
Nacional. Si se quiere un nuevo pacto federal, los estados y sus gobernadores tendrán
que fortalecer sus propias instituciones y realizar una mejor labor para ganarse
el apoyo de la población que hoy apoya, más bien, a un presidente
popular.
http://www.heraldo.mx/tag/todo-terreno/ Twitter:
@octaviodiazg
No hay comentarios:
Publicar un comentario