Por: Octavio Díaz García de León
La idea: El presidente
de Francia, Emmanuel Macron, es un mandatario con un perfil fuera de lo común.
Filósofo, administrador público, financiero, pianista, novelista y político
consumado. Si bien en los últimos meses su gobierno está siendo acosado por
grandes protestas de los “chalecos amarillos”, sus ideas para gobernar son muy
interesantes.
Según Platón en su diálogo La República, los filósofos son
quienes deberían ser gobernantes y
propone una larga educación de más de 30
años para que lleguen a gobernar. Estas ideas son contrarias al ideal
democrático, como lo criticó Karl Popper.
Pero en el fondo, tiene sentido. Se requieren gobernantes bien
preparados, no solo desde el punto de vista técnico, sino como lo propone
Platón, se debe conocer qué es el bien para poder hacer el bien.
En estos tiempos donde el populismo de izquierda o derecha avanza en
una buena parte del mundo y surgen sistemas como la democracia iliberal, hacen
falta gobernantes preparados que sean capaz de conducir los destinos de una
nación.
Y qué mejor que se elijan por la
vía democrática. Es así que en Francia se
eligió a Emmanuel Macron en 2017. Un presidente filósofo quien no se avergüenza de serlo y aplica su intelectualismo en el discurso y la
acción de gobierno.
En un libro reciente, titulado “Revolution Francaise. Emmanuel Macron y la
Búsqueda para Reinventar una Nación” (https://www.bloomsbury.com/uk/revolution-francaise-9781472948618/), la periodista Sophie Pedder hace un retrato muy interesante de este
personaje. Cito a continuación las características que identifica la autora:
Macron fue educado en un colegio jesuita y al mismo tiempo estudió
piano en el Conservatorio de Amiens, donde llegó a ganar premios. Proveniente
de una familia laica, decidió abrazar el catolicismo a los 12 años. Estudió dos
carreras: Ciencias Políticas y Filosofía. Posteriormente estudió en la elitista
Escuela Nacional de Administración.
Se casó con quien había sido su profesora en la secundaria, 24 años mayor que él y cuyos hijos tienen la
edad de Macron. Fue discípulo de uno de los más importantes filósofos franceses, Paul Ricoeur.
Fue un banquero muy exitoso con la Banca Rotschild que lo hizo
millonario, para luego incursionar en el
gobierno llegando a ser Ministro de Economía en la administración del presidente Francoise Hollande. Escribió tres
novelas aún no publicadas y lee ficción y poesía todos los días. Su compositor
favorito es Bach.
Viendo la disfuncionalidad de los partidos políticos, creó su propio
movimiento político, “En Marche”, que lo llevó a la presidencia de su país a
los 39 años de edad.
Su ideología es netamente pragmática. Está a favor de reducir el gasto
púbico, pero promueve grandes proyectos de inversión. Apoya el libre comercio y
la globalización y al mismo tiempo busca proteger a Europa de sus competidores.
Cree en la economía de mercado pero pide regulación para enfrentar los excesos
del capitalismo
Su agenda política oscila entre la izquierda y la derecha pero siempre
buscando el bien común. Esto se deriva de la influencia de Ricoeur quien estaba
en contra del dogmatismo filosófico y
para quien era necesario otorgar derechos iguales a interpretaciones opuestas.
Macron desarrolló la convicción
de que la sociedad debe trabajar colectivamente hacia el bien común, así como una creencia en la necesidad
constante de confrontar las ideas con la realidad.
Sus ideas parten del racionalismo ilustrado creyendo en la perfectibilidad
del hombre y en la necesidad de liberar las capacidades individuales. Su idea
no es dirigir la vida de las personas.
A aquellos a quienes no les vayan bien les ofrece protegerlos de los
grandes accidentes de la vida. De acuerdo con las ideas de Rawls y Sen, quiere
que la relación entre Estado e individuo haga explotar las capacidades de los individuos
en lugar de frenarlas.
Por décadas, izquierda y derecha han intentado aplicar una ideología a
la realidad, lo cual es un error. Para Macron lo correcto es un enfoque
pragmático. Aplicar ideas que funcionan, a la realidad. Pretende alcanzar un
balance entre libertad y protección, en el
cual el Estado habilitador se vuelva una herramienta para el progreso del individuo.
Él ha dicho que si la solución fuera altos impuestos y gasto excesivo
para combatir la pobreza y el desempleo, Francia hubiera eliminado ambas hace
mucho tiempo y no ha sucedido así.
La sociedad francesa, debido a la influencia de la Iglesia Católica, se
estructuró verticalmente y retiene la expectativa de una autoridad central. Los
franceses anhelan un monarca. Macron
construye grandes narrativas basado en el pasado glorioso de Francia y se
presenta como algo parecido a un monarca.
Tiene fe en la meritocracia y la competencia técnica y está determinado
a quitar a los políticos de carrera que solo buscan extraer rentas.
Parece que Macron logrará sobrevivir las protestas de los “chalecos
amarillos”. Sus ideas y acciones, orientadas al pragmatismo en la búsqueda del
bien común y a la protección de la libertad de los individuos, son un aire
fresco ante la avalancha de mandatarios populistas y autoritarios que han llegado al poder para no soltarlo y
coartar las libertades individuales y la democracia. Ojalá hubiese más gobernantes filósofos como
lo pretendía Platón; Macron puede ser un
ejemplo de ello.
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