Por: Octavio Díaz García de León
El negocio del narcotráfico y en general, el
de la delincuencia, está basado en gran parte en la capacidad para corromper a
las autoridades. En ese sentido, les resulta muy relevante a los delincuentes,
quiénes resultan elegidos para gobernar. Ya sea para que los “dejen trabajar” o,
como ocurrió en Michoacán, para extraer rentas del erario.
No me refiero a que los delincuentes acudan a
las urnas para emitir su voto a favor de tal o cual partido. Se trata de que intervengan
para imponer a candidatos que les son afines. Hay que recordar, por ejemplo, que,
en Michoacán, los líderes de la “Familia Michoacana” determinaban quienes iban
a ocupar los puestos de elección en dicho estado y se aseguraban de que ganaran
sin importar el partido al que pertenecían.
Así, los delincuentes trabajaban de la mano con
los Abarca en Iguala o con el entonces gobernador Vallejo y su hijo, en
Michoacán, entre muchos otros casos de complicidad. Seguramente lo siguen
haciendo. Estos territorios capturados se convierten en narco estados y narco
municipios, en donde el Estado mexicano ya no gobierna, gobiernan ellos.
A nivel federal también existe el mismo
riesgo, pero son pocos los capos con el poder suficiente para controlar a altos
funcionarios del gobierno federal ya que existen más contrapesos para evitarlo. Entre
ellos, la presión y vigilancia que ejercen los Estados Unidos, lo que hace más
difícil la corrupción y cooptación a esos niveles. Lo cual no quiere decir que
no ocurra, como ya se ha visto.
Después del desmantelamiento de diversos cárteles
poderosos, en este sexenio han surgido otros, especialmente el Cártel Jalisco
Nueva Generación (CJNG), (https://laopinion.com/2017/07/11/los-mapas-que-muestran-los-radicales-cambios-de-influencia-territorial-de-los-carteles-del-narcotrafico-en-mexico/) que ha ido incursionando y conquistando territorios por todo el país.
Seguramente
los operadores del CJNG pondrán atención a las próximas elecciones junto con los
herederos del Chapo y los demás cárteles que aún subsisten, intentando
influirlas para favorecer sus intereses.
Para la delincuencia organizada la prioridad
sigue siendo el dominar a los gobiernos municipales que es el eslabón más débil
del Estado. En segundo lugar, tener gobernadores afines y en tercer lugar un
gobierno federal lo menos activo posible en el combate al narcotráfico y la delincuencia.
El análisis de las propuestas de los
candidatos no dice mucho con respecto a lo que verdaderamente harán. En esta
materia su discurso, porque así lo exigen los ciudadanos, es a favor de la
seguridad pública y en contra de la delincuencia. Pero es probable también que
haya acercamientos secretos con algunos de los capos para obtener apoyos en
dinero e influenciar el voto en los territorios que estos dominan. Quizá los
cabildearán como si fueran cualquier otro factor de poder.
En este contexto, sorprende la propuesta de
AMLO, en donde ofrece amnistía y perdón a los delincuentes con tal de pacificar
al país. No habla de combatirlos o aplicar medidas de fuerza. Este
posicionamiento ha sido tachado de irresponsable y poco serio, pero sin duda
manda un mensaje conciliador a los delincuentes. Con su gobierno se podrá
convivir. Si logra convencerlos de que es sincero, entonces es posible que los narcos
apoyen a su candidatura.
Sin embargo, no basta ofrecer amnistía ya que
el problema de la violencia no es en su mayor parte la lucha de los narcos
contra el Estado mexicano sino la disputa entre ellos, por territorios. Si para
ello se quisiera favorecer a un cártel para controlar a todo el país, con la
esperanza de reducir la violencia, el riesgo sería enorme pues se podría
convertir a México en un narco Estado. Esta estrategia ya se ha intentado en el
pasado con resultados contraproducentes. La violencia aumenta, no disminuye,
porque los grupos desplazados no dejarán de pelear por sus territorios.
No se sabe si los delincuentes estén en
negociación con los candidatos y de ser el caso, muy probablemente nunca lo
sabremos. Pero dado lo que está en juego
para sus negocios ilícitos, no es difícil que lo intenten para negociar
ventajas.
¿Cómo intervendrán los narcos en las
elecciones? ¿Serán selectivos, concentrándose en las elecciones locales o
intentarán influir en las federales? ¿A cuáles candidatos apoyarán y que
condiciones les pondrán? ¿Apoyarán al candidato que ya les ofreció amnistía o
se enfocarán a buscar el favor de otros?
Los grandes cárteles de delincuentes tienen el
poder económico y la fuerza para ejercer violencia con el propósito de orientar
el voto o transferir grandes cantidades de dinero para apoyar a sus candidatos
favoritos. En un escenario muy competido podrían decidir la elección con su poder,
si el gobierno federal y las autoridades electorales no hacen todo lo posible por
evitarlo. Esperemos que no sean delincuentes, ya sean políticos corruptos o
narcotraficantes, quienes decidan la elección.
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