11 de marzo de 2017

MORIR EN DALLAS


Por: Octavio Díaz García de León


     Todo parece indicar que el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, fue víctima de una conspiración que le quitó la vida un 22 de noviembre de 1963 en Dallas, Texas. Aunque desde entonces el gobierno de aquel país lo ha negado consistentemente, la evidencia disponible indica que no se trató de un asesino solitario y tampoco existe la certeza de que haya sido Lee Harvey Oswald, a quien se culpó del asesinato sin haberlo juzgado.  Y no se le pudo juzgar porque el propio Oswald fue asesinado un par de días después de Kennedy, ante los ojos de la prensa, las cámaras de televisión y decenas de policías, por Jack Ruby, un personaje cercano a la mafia. Les recomiendo el libro “Fuego Cruzado. La conspiración que mató a Kennedy” de Jim Marrs (https://www.amazon.com/Crossfire-Plot-That-Killed-Kennedy/dp/0465031803) o la película de Oliver Stone “JFK” (http://www.imdb.com/title/tt0102138/) que presentan la teoría de la conspiración.

     ¿Por qué la insistencia en negar que hubo una conspiración donde intervinieron varios tiradores y no un asesino solitario? Quizá porque en ella estuvieron involucrados instituciones del gobierno de ese país tales como el FBI; su entonces director, J. Edgar Hoover, era enemigo de los Kennedy; la CIA, debido a que Kennedy no los apoyó con fuerzas militares en la invasión de Cuba y, según el autor David Talbot, Allen Dulles quien fuera director de la CIA hasta que lo destituyó el presidente Kennedy a raíz de la fracasada invasión de Cuba, pensaba que el presidente Kennedy era una amenaza a la seguridad nacional y el ex director aún tenía mucho poder dentro de la CIA. Recientemente el cineasta Oliver Stone dijo que el propio servicio secreto, encargado de la protección del presidente, fue quien lo asesinó.(http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-08-30/jfk-oliver-stone-muerte-secreto-gobierno-conspiracion_1252536/). Difícilmente se sabrá quién o quiénes fueron los asesinos materiales y los autores intelectuales del crimen.

     Pero Kennedy no fue la única víctima. En la década de los sesenta los Estados Unidos se convirtieron en un país violentamente dividido por la guerra de Vietnam, por el impulso al militarismo desquiciado de la guerra fría (incluso el presidente Eisenhower advirtió del peligro que representaba para su país el complejo industrial militar) y por la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos.

      Cincuenta y ocho mil soldados americanos murieron en Vietnam en una guerra mal conducida y 75 mil lisiados truncaron su vida por esa guerra (http://www.uswings.com/about-us-wings/vietnam-war-facts/). Ante ello, la sociedad americana se rebeló contra el establishment y respondió con violencia. También los afroamericanos se rebelaron contra las condiciones de discriminación que sufrían, dignas de un país esclavista. 

    Además del presidente Kennedy, fueron asesinadas personalidades incómodas al establishment americano tales como Robert F. Kennedy hermano del presidente muerto y Martin Luther King, activista por los derechos de los afroamericanos, entre otros. También murieron estudiantes de la Universidad Estatal de Kent en Ohio que se oponían a la guerra de Vietnam a manos de la guardia nacional. Fue una época de tensiones que dividieron a la sociedad americana. ¿Estaremos regresando a la época de división y enfrentamiento que tanto polarizó la vida en Estados Unidos ahora con la llegada de Trump al poder? ¿Será posible que nuevamente se piense en remover al presidente en turno de ese país? Así parece.

    El presidente Trump ha ofendido a muchas instituciones de su propio gobierno: a los militares, a la CIA, al FBI, al Congreso, al Poder Judicial y a un largo etc.  Si bien, como hemos visto, a veces las élites americanas recurren a medidas extremas para deshacerse de un presidente incómodo o de otros liderazgos que les son adversos, en tiempos más recientes han recurrido a métodos más institucionales. Al presidente Nixon lo iban a someter a un proceso equivalente al de juicio político para destituirlo y prefirió renunciar antes de que lo hicieran y al presidente Clinton lo sometieron a este procedimiento, pero finalmente lo exoneraron. El atentado al presidente Reagan parece que no se trató de una conspiración sino fue víctima de un desquiciado mental, aunque todo es posible, pues Reagan también llegó con una agenda revolucionaria al poder.

     Si el establishment americano no logra controlar al presidente Trump por la vía institucional, siempre podrán recurrir a otros métodos y echarle la culpa a un loco o a un terrorista. Ya vimos durante la campaña por la presidencia que un tipo logró cruzar barreras de seguridad para acerarse de forma violenta a Trump.

     Para los mexicanos, la salida de Trump sería una buena noticia, pero no hay que apostarle a eso porque es improbable.  Además, la llegada del vicepresidente Pence a la presidencia de Estados Unidos tampoco sería una buena noticia. Debemos hacer todo lo posible para seguir trabajando y superar nuestros problemas internos y evitar estar a merced de lo que decida hacer otro país, por poderoso que sea.

     No sería extraño que, si Trump continúa en su camino de ofender a las élites de su país y al establishment de línea dura, pudiera dejar la presidencia antes de terminar su periodo. Esperemos que si esto ocurre no sea por la vía que escogieron para deshacerse de los Kennedy; que sea por la vía institucional que en Estados Unidos sí funciona, aunque Trump no crea en ella. Por lo pronto no hay indicios de que esto vaya a ocurrir, pero si continúa Trump dividiendo y radicalizando a los americanos al grado de que estalle la violencia o bien si daña seriamente los intereses de la élite que maneja aquél país, entonces podría suceder.


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