25 de marzo de 2017

BEETHOVEN, GENIO ATORMENTADO



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Por: Octavio Díaz García de León

     Existen hombres paradigmáticos en la historia de la humanidad y sin duda uno de ellos fue Ludwig van Beethoven, muerto un 26 de marzo de hace 190 años (1827). Músico alemán nacido en la ciudad de Bonn en diciembre de 1770 murió en Viena, donde desarrolló la mayor parte de su carrera musical. Aún para las personas que desconocen de música clásica, seguramente no les será desconocido el tema de la quinta sinfonía, aquellas cuatro notas a las cuales se les conoce como la “Llamada del destino”; o bien la sexta sinfonía, popularizada en las escenas campestres de la película “Fantasía” de Disney. Quizá su obra más conocida sea la “Oda a la Alegría” del cuarto movimiento de la novena sinfonía, la cual se ha convertido en uno de los himnos de la humanidad y es el himno oficial de la Unión Europea; también Stanley Kubrick usó la novena sinfonía en su magistral película “Naranja Mecánica”. El grupo español Mocedades, popularizó el segundo movimiento de la séptima sinfonía con la canción “Cuando tu Nazcas”; otras obras muy escuchadas son el hipnotizante primer movimiento de la sonata para piano “Claro de Luna” popular entre pianistas que inician, por la relativa facilidad para tocarlo; o la pequeña pieza “Para Elisa”. La obra de Beethoven no solo es para conocedores o amantes de la música clásica sino para cualquiera con sensibilidad y gusto por la música y no es difícil que nos topemos con ella, aún sin saber que es de Beethoven.

     De las 138 obras del catálogo de composiciones de Beethoven o las 205 fuera de catálogo, recomiendo los cinco conciertos para piano, especialmente el último; las sonatas “Claro de Luna”, la “Patética”, la “Appassionata”, y especialmente la número 32; todas las sinfonías, particularmente las impares. Para más conocedores, recomiendo adentrarse en sus últimas composiciones, cuando estaba completamente sordo, pero en la cumbre de sus poderes creativos y con el mayor dominio del arte de la composición.

     Beethoven fue un niño prodigio en una época en que se daban con abundancia los talentos musicales. Desde muy pequeño destacó como uno de los mejores pianistas de su época. Venía de una familia de músicos, pero su padre, alcohólico, abusaba de él queriendo que fuera otro Mozart niño, forzándolo a estudiar a base de malos tratos. Fue un milagro que no acabara odiando al piano y a la música. A pesar de todo, recibió una educación musical esmerada en su natal Bonn y luego en Viena a donde se trasladó a los 22 años de edad.

      En esa época los músicos no eran más que sirvientes de la nobleza y del alto clero. Aspiraban a tener un buen puesto en los quehaceres musicales de las cortes y contar con un ingreso seguro como empleados de alguno de ellos. Beethoven fue quizá el primero en emanciparse de ese yugo. A lo largo de su vida logró la independencia económica apoyado por donativos de nobles que lo admiraban pero que no lo consideraban su empleado y mediante la venta de sus composiciones y la organización de conciertos y recitales. Era uno de los mejores pianistas de su época y su capacidad para improvisar al piano era legendaria pues podía hacerlo durante horas. Pronto también adquirió fama como compositor a la altura de los mejores de su tiempo.

      Pero era una persona de muy difícil trato. Sus contemporáneos de quejaban de lo rudo que solía ser, del desprecio que mostraba por la nobleza, por los vieneses y, en general, por quienes le rodeaban. Constantemente se peleaba con amigos y parientes. Tenía comportamientos muy excéntricos pues cuando caminaba por la calle iba cantando o hablando solo e insultando a quienes pasaban cerca de él. Se vestía mal y andaba sucio y a veces lo confundían con un loco o un vagabundo.  Estuvo enamorado de varias mujeres, pero eran casadas o no lo soportaban y nunca pudo casarse. Hizo infeliz a uno de sus sobrinos, de quien se hizo cargo al morir su hermano, acosándolo de tal forma que intentó suicidarse. Padeció muchas enfermedades a lo largo de su vida y especialmente trágico resultó que se volviera sordo en plenitud de vida. A pesar de todo, Beethoven era una especie de rock star de su época, muy admirado por sus composiciones y sus capacidades como pianista y tenía sus groupies, un séquito de seguidores fieles.

     Fue uno de los precursores del romanticismo, aunque según la monumental biografía de Jan Swafford, “Beethoven. Angustia y Triunfo” era mucho más cercano al pensamiento de la Ilustración. Pero fue precisamente el movimiento romántico quien lo enalteció con su culto al héroe y al genio, creando una leyenda heroica en torno a su vida, como ejemplo de lucha por la libertad y la emancipación del artista de las cadenas económicas y sociales.

      Vale la pena recordar a Beethoven hoy, a 190 años de su muerte, escuchando su música, la cual es fácil de conseguir por internet.  Ante la avalancha de distracciones, ruido, música comercial degradada de que somos víctimas y la mercantilización de las artes, hay que recuperar a la música clásica, a la poesía, a la buena literatura, a la pintura como arte. Rescatarlas del embate de la ignorancia, los intereses mercantiles y la mediocridad. Beethoven bien puede ser un antídoto a los excesos de nuestra época.

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