Por:
Octavio Díaz García de León
Con un abrazo, para Fernando Tovar y de
Teresa
El
pasado sábado 10 de diciembre falleció el primer Secretario de Cultura que ha
tenido nuestro país, Rafael Tovar y de Teresa, después de una enfermedad que se
manifestó al poco tiempo de que asumió el cargo hace apenas un año. Le tocó
presidir la transición para que el CONACULTA dejara de ser parte de la Secretaría
de Educación Pública y darle rango de secretaría. Este fue un reconocimiento
por parte del presidente Peña Nieto en dos sentidos: por una parte, reconocer
el que la promoción cultural en nuestro país merecía su atención directa formando
parte de su gabinete y por otra parte reconocer la trayectoria de un
funcionario público que dedicó la mayor parte de su vida a la promoción de la
cultura.
Rafael
Tovar inició su camino en el servicio público a los 20 años de edad en donde
permaneció, salvo por un lapso de 4 años, hasta su muerte. En su trayectoria de
diplomático y funcionario público siempre estuvo ligado al tema de la promoción
cultural. Sus puestos más destacados fueron como presidente del CONACULTA en
tres ocasiones: en los sexenios de los presidentes Salinas de Gortari, Zedillo
y Peña, para terminar su carrera como Secretario de Cultura. También fue
embajador de México en Italia en el sexenio del presidente Fox y presidente de
la comisión organizadora de los festejos del bicentenario con el presidente
Calderón.
En
su carrera como funcionario público creo instituciones y programas que definen
su legado. Formó el Sistema Nacional de
Creadores de Arte
que reconoce a los creadores y estimula la creación artística; construyó el Centro Nacional de
las Artes; el Centro de la Imagen, para la divulgación de la fotografía;
el Canal 22 de televisión; el Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad; el Fondo de Inversión y Estímulo al Cine; integró la Cineteca Nacional
al sector cultural, misma que se renovó; formó la Videoteca Universal;
fundó el Sistema Nacional de Fomento Musical, para la formación de orquestas; constituyó
el Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los
Estados; creó el Museo de Arte
Popular y el Programa Nacional de Desarrollo Cultural Infantil
"Alas y Raíces a los Niños",
entre otros.
Destacaban
sus cualidades como pianista, melómano, escritor e historiador. Si bien quizá
su vocación se inclinaba más por ser un creador artístico, lo que prevaleció en
su actividad profesional fue dedicarse al servicio público para promover la
cultura. Fue también una forma de manifestar su creatividad a través de la fundación
de instituciones y programas para el fomento de las artes. En las reseñas con
motivo de su muerte, sus amigos resaltan su gran conocimiento sobre la literatura
pianística y su amplia colección de discos, videos y libros (Que ojalá se
conserve y no se disperse). En su formación y la de su hermano Guillermo influyeron
su padre y su abuelo materno, poseedor ambos de una amplísima cultura y el
abuelo dueño de una gran biblioteca en su casona de las calles de Jalapa en la
ciudad de México. Hay que recordar que su hermano Guillermo destacó desde niño
como una de las personas más conocedoras del arte Novohispano, por lo cual
también obtuvo numerosos reconocimientos.
Quienes trataron a Rafael Tovar dieron
testimonio de su prudencia, amabilidad, porte distinguido, elegancia en el
vestir, modales refinados y educación exquisita, como salido de la época que evoca
con nostalgia en sus libros, impregnados de los recuerdos de su familia materna:
el Porfiriato. Solo en una ocasión tuve
oportunidad de saludarle personalmente: cuando el Lic. Tovar era embajador en
Italia, me lo encontré en el Panteón, en Roma, donde se encontraba mostrándole
el espectacular templo a su hijo. Me saludó con amabilidad a pesar de que yo
era un perfecto desconocido y habiéndole abordado un tanto intempestivamente.
Otro
aspecto relevante de su biografía fue el haberse casado en primeras nupcias con
Carmen López Portillo Romano, cuando el padre de ella era presidente de la
república, acontecimiento que quedó marcado como uno de los acontecimientos
sociales más destacados de su época. El
asunto es relevante no por haberse convertido en yerno del presidente sino porque
López Portillo y su familia, también fueron grandes impulsores de la cultura. Hay
que recordar que el presidente escribió una novela y tenía intereses literarios.
Le tocó crear la Universidad del Claustro de Sor Juana honrando a la admirable
poetisa novohispana de la que la familia López Portillo fue gran admiradora. La maestra Carmen López Portillo dirige esa
institución desde 1990.
Queda
un gran hueco muy difícil de llenar en la promoción de la cultura desde el
gobierno. Queda también la discusión de hasta qué punto debe intervenir el
gobierno en esta tarea. Pero ante la falta de interés de los medios de
comunicación por promover todo aquello que no sea negocio y salvo algunas
iniciativas privadas interesantes como el museo Soumaya, es necesario que el
gobierno promueva la cultura intensamente ante el deterioro educativo de
nuestro país. Que lo hagan intelectuales como Vasconcelos y Tovar, inmersos como
estaban ellos en una amplísima cultura, sería todavía mejor. Ojalá el
presidente Peña encuentre pronto un reemplazo digno para la Secretaría de la Cultura.
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