Por:
Octavio Díaz García de León
Para mis sobrinos que fueron tras el
sueño americano
En
julio del año pasado nadie le daba posibilidades a Donald Trump de que
sobreviviera ni el primer mes de las elecciones primarias del partido
Republicano. Con su discurso lleno de odio y prejuicios, hacía que los expertos
le dieran una corta vida política. Conforme avanzaron los meses y sus 16
contrincantes se fueron retirando derrotados, los líderes de su partido
trataron de descarrilarlo sin lograrlo, pensando que iban hacia la derrota más
estrepitosa en la historia de ese partido. Finalmente, contra todos los
pronósticos, ganó la candidatura a la presidencia por su partido.
A su contrincante del partido Demócrata le
auguraban una victoria fácil. Hillary Clinton estuvo a la cabeza de las
encuestas casi todo el tiempo y ganó todos los debates. Un día antes de las
elecciones, Hillary y sus seguidores se sentían confiados en la victoria. El
martes 8 de noviembre por la noche la historia fue otra; lo impensable había
sucedido; Trump ganó las elecciones y será el próximo presidente de los Estados
Unidos.
¿Por qué ganó Trump? Algunas razones son:
·
Hillary
obtuvo la mayoría de votos, pero perdió gracias a un sistema de votación
arcaico en donde no gana la presidencia quien tenga más votos sino quien gane
más votos electorales (un número de electores por estado dependiendo de su población)
los cuales se van sumando conforme los candidatos ganan mayoría en cada estado.
·
Trump
resultó un maestro manipulador de los medios de comunicación desde que inició
su campaña en las primarias. Lo importante no era que hablaran mal de él, sino
que hablaran. Trump tuvo más cobertura que cualquier otro candidato.
·
Trump
se enfocó a ganar la mayoría blanca de su país, mientras que Hillary se enfocó
a las minorías, apostándole a que un segmento de la mayoría blanca y las
clientelas tradicionales de su partido, como los sindicatos y obreros la
apoyarían, pero se equivocó. A pesar de que Trump se la pasó insultando a las
minorías (Mujeres, hispanos, musulmanes, negros, LGBT). lo paradójico fue que
grandes segmentos de esas minorías votaron por él. Por ejemplo, un tercio de
los hispanos votaron por él.
·
La
mayoría de los americanos están cansados del “establishment” que les ha vendido
como muy beneficioso el libre comercio, el cual ha resultado en pérdida de
empleos en ese país; de que sigan inventando guerras en aras de supuestas amenazas
mundiales; de la crisis económica de 2008 que perjudicó a millones de americanos
quienes perdieron casas y empleos, mientras su gobierno rescataba a los bancos
y los banqueros usaban ese dinero para pagarse bonos excesivos.
La
mitad del electorado americano no quiere a su nuevo presidente y ya empezaron las
protestas en su contra en muchas ciudades. Pero la otra mitad se siente
reivindicada y han empezado a realizar ataques violentos contra minorías, como
si haberlo elegido les diera carta blanca para manifestar impunemente sus
odios. Trump destapó la caja de Pandora en el país vecino y falta ver si puede
regresar los demonios que desató a la caja donde habían dormido inquietos.
A
Trump hay que tomarlo en serio como lo he dicho a lo largo de seis artículos en
esta columna (http://octaviodiazgl.blogspot.mx/2015/08/donald-trump-no-es-el-problema.html). En ellos recalqué la posibilidad de
que podía ganar y que México debía estar preparado para ello. La negación, la
prudencia, el no querer interferir con un proceso interno de otro país, el
pensar que quizá después de todo sea un buen tipo y que no quiso decir lo que
dijo, son actitudes peligrosas para México.
Por
lo pronto el peso se ha devaluado un 40% desde que Trump surgió como precandidato
a la presidencia de su país y hacia adelante el panorama es malo. Si cumple con
sus promesas de campaña, puede causar mucho daño a México. Construir el muro no
nos afecta tanto, excepto que quiera que lo paguemos, lo cual sería muy indignante; la deportación
de 6 millones de mexicanos de regreso a nuestro país, aparte de la tragedia
humanitaria, representaría una catástrofe en los estados fronterizos; confiscar
las remesas de los mexicanos o ponerles impuestos afectaría a una de las
principales fuentes de divisas y dañaría especialmente a las familias más
pobres que se benefician de ellas; el modificar o terminar el TLCAN, también
tendría un impacto desastroso en nuestra economía, tan dependiente de la americana,
generando desempleo y decrecimiento económico. Cualquiera de estas acciones podría
desestabilizar al país y no hay en puerta medidas para contrarrestar cualquiera
de estas posibilidades.
Queda
la incógnita de saber cuáles promesas de campaña llevará a cabo y cuáles de
ellas pasarán los filtros institucionales de su país. Por lo pronto Trump declaró
que no les dará prioridad a varias de estas medidas, pero con un Congreso
dominado por los republicanos, su margen de acción es amplio y no se pueden
tomar a la ligera sus promesas de campaña. No funcionará el esperar estoica y
resignadamente a que no pase nada, ni esperar a que Trump deje de cumplir lo prometido.
Un buen amigo decía que ojalá ganara Trump para ver de qué estamos hechos los
mexicanos. Ahora que ya ganó ciertamente veremos de que estamos hechos y de que
somos capaces. El riesgo es significativo y debemos reaccionar ya con
contundencia. Sería un grave error no tomar en serio las amenazas de Trump.
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