Por: Octavio Díaz
García de León
La
guerra “santa” de los terroristas “islámicos” llegó a Bélgica. Explotaron dos
bombas en el aeropuerto de Bruselas y una en el metro de esa ciudad. Resultaron
al menos 31 personas muertas y 270 heridas cuya única culpa fue estar
insospechadamente en el lugar y a la hora equivocados. El grupo que ha
reivindicado el atentado es también conocido por sus siglas en árabe: Daesh (El
nombre del grupo en árabe es: “al-Dawla
al-Islamiya fi al-Iraq wa al-Sham”). Y aunque ellos también se
autodenominen ISIS o Estado Islámico, es mejor llamarlos Daesh porque en árabe
la palabra Daesh refleja mejor lo que son estos terroristas. Entre otros
significados, la palabra en árabe se puede interpretar como: “aquellos que
oprimen o destrozan a otros” y también se refiere a un fanático que impone su
punto de vista a otros. Además, no les gusta que les llamen Daesh, pero el
lenguaje es relevante y hay que llamar a los asesinos por el nombre que sea más
apropiado, aunque no les agrade. (https://www.bostonglobe.com/opinion/2014/10/09/words-matter-isis-war-use-daesh/V85GYEuasEEJgrUun0dMUP/story.html)
La
historia del Cercano Oriente tiene siglos de ser conflictiva. Más recientemente,
las potencias coloniales al final de la primera guerra mundial dividieron esa
región en países con fronteras artificiales, sin seguir una lógica étnica o
religiosa adecuada. La tragedia de los judíos en Europa y su llegada a
Palestina, especialmente a partir de la creación del estado de Israel en 1948,
propició aún más inestabilidad en la región, misma que perdura hasta hoy.
Antes
de la invasión de Estados Unidos a Irak, había un frágil equilibrio en esa
parte del mundo, pero no exento de convulsiones. Las últimas 5 décadas han
estado marcadas por guerras e intervenciones extranjeras en esa región. Entre
ellas están: la guerra de Yom Kipur entre Israel y sus vecinos árabes; la invasión de la Unión Soviética a Afganistán que resultó en un terrible
fracaso para los soviéticos; el derrocamiento del Sha de Irán apoyado por
Estados Unidos y el establecimiento de una
teocracia anti americana; el surgimiento del movimiento Talibán, en Afganistán -- otra teocracia retrógrada; la guerra
entre Irak e Irán que revela las profundas divisiones entre las sectas islámicas
chiítas y sunnitas; la invasión de Kuwait por Irak que desató la Guerra del Golfo
y que terminó con la derrota de Hussein; el surgimiento del movimiento
terrorista Al Qaeda, encabezado por Osama bin Laden y que culminó en los
atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
La
invasión de Irak por parte de Estados Unidos acabó de fracturar los frágiles
equilibrios en esa región. Irak se
convirtió en un estado fallido y eso permitió que surgiera el grupo Daesh que
intenta instalar en esa región un califato. Estos extremistas también se han
aprovechado de la guerra civil en Siria, impulsada también por Estados Unidos
para derrocar al dictador Bashar al-Asad. Todo ello enmarcado en un conflicto
permanente entre Israel y Palestina y por tanto entre Israel y el mundo árabe. La
intervención de las potencias en esa región ha fracasado y pareciera que las
erráticas intervenciones de Estados Unidos solo han empeorado las cosas.
En
Europa, algunos clérigos radicales, desde sus mezquitas, se han convertido en
los grandes reclutadores e incitadores a la violencia. Con su deseo de
instaurar el Islam en todo el mundo y apegarse a lo más retrógrada de esa
religión, han encontrado caldo de cultivo entre las minorías musulmanas que
viven marginadas en Europa. Allí los recluta Daesh con ayuda de estos clérigos
fanáticos y los envían a luchar a la región entre Siria e Irak donde están
tratando de establecer su califato. Esos mismos clérigos ayudan a formar células
terroristas ligadas a Daesh para cometer sus atrocidades, como lo hicieron en
Bruselas y en París.
Ante
la amenaza de Daesh, para México es tiempo de incrementar las tareas de
inteligencia para detectar posibles actividades de ese grupo en nuestro país.
El CISEN deberá dar muy alta prioridad a las acciones encaminadas a detectar a
estos terroristas para neutralizarlos. Hay dos tipos de amenazas contra la
seguridad nacional proveniente de este grupo: primero, podrían realizar atentados dirigidos contra
intereses americanos. México está muy
expuesto porque es el país donde habitan más expatriados americanos y cuyo
número supera el millón de personas;
también las empresas más importantes de ese país tienen grandes intereses en México y podrían ser un objetivo; otra posibilidad para Daesh puede ser atacar al turismo proveniente de Estados Unidos, ya que México es su destino preferido con más de 22 millones de visitantes al año;
o los puentes y cruces fronterizos que en caso de ser destruidos podrían afectar
de manera muy importante el enorme flujo de mercancías y personas que ocurre
todos los días entre nuestros dos países. La otra amenaza es que Daesh utilice
a nuestro país como plataforma para cometer atentados terroristas en Estados
Unidos. Ambas posibilidades podrían desestabilizarnos y propiciar una
intervención agresiva por parte de Estados Unidos contra México.
Dado
que Daesh constituye una amenaza a nuestra seguridad nacional, es muy
importante que el CISEN y las fuerzas armadas ya no se distraigan con el
combate a la delincuencia, que debería ser una tarea para las fuerzas de
seguridad pública, y se reorienten a atender esta amenaza y la de Trump, en
caso de ser elegido presidente de Estados Unidos.
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