Por:
Octavio Díaz García de León
Para mi papá que me enseñó a jugar
ajedrez.
Para mis hermanos y mis amigos ajedrecistas.
A
principios de noviembre del año pasado el conferenciante español Leontxo García
pasó cinco días dando 16 conferencias sobre ajedrez a los presos más peligrosos
de este país en la prisión del Altiplano, famosa por ser la de más alta seguridad
a pesar del legendario túnel de kilómetro y medio de longitud por el que se
escabulló El Chapo. Esta iniciativa es muy encomiable porque acciones como esta
ayudan a mejorar la calidad de vida de los presos e incluso contribuyen a su
readaptación social.
Desafortunadamente
las cárceles de nuestro país en lugar de reformar a los presos, en su gran
mayoría son universidades avanzadas del crimen. No solo nadie se reforma allí,
sino que los presos se envilecen y se resienten más de la sociedad. Lo que es peor, las cárceles se han convertido
en centro de operaciones de los delincuentes, desde donde dirigen secuestros y
realizan extorsiones ante la mirada complaciente de las autoridades que se
supone los vigilan.
De
acuerdo con las cifras de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción
sobre Seguridad Pública (ENVIPE 2015) del INEGI, el 33% de los hogares del país
tuvo una víctima del delito y 28 de cada 100 personas de nuestro país ha sido
víctima de algún delito. La impunidad
por su parte alcanza una tasa del 98% de los delitos que quedan sin castigo. http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/encuestas/hogares/regulares/envipe/envipe2015/doc/envipe2015_presentacion_nacional.pdf). No se puede suponer que encarcelar a
los delincuentes vaya a solucionar el problema de la inseguridad. ¿Cuántas cárceles
se necesitarían si se castigara a todos los delincuentes? En algunos casos ni
los policías quedarían libres. ¿Quién las iba a vigilar?
Esta
forma de castigo que no regenera a nadie, algún día será vista como una gran
falla de nuestras sociedades. Ya Foucault
decía que desde principios del siglo XIX se había descubierto que las cárceles
no servían y a pesar de ello seguimos construyendo cárceles. El mismo Foucault describió
el tránsito de las penas corporales que
evolucionaron de las más crueles torturas que se hayan podido imaginar, como forma de castigo a los delincuentes, hasta llegar a la prisión en sus diversas
manifestaciones: la cárcel, la escuela, la fábrica, la oficina, el hospital y
el manicomio entre otras instituciones que privan de la libertad a las personas;
quien mire atrás algún día verá que esas
instituciones carcelarias solo degradan
al ser humano y en el caso de las cárceles, no disminuyen los delitos ni reforman al delincuente; las
cárceles quizá solo sirvan para tratar de aislar a los delincuentes pero son
costosas y poco efectivas.
En
cuanto a los presos que hacinan nuestras cárceles, solo están pensando en escapar,
en como volver a delinquir o en vengarse de una sociedad que tan mal los trata.
El que haya iniciativas para incidir en la reforma de los presos y que esto sea
a través del ajedrez, es de llamar la atención. Por eso es de elogiar esta iniciativa de la Fundación
Kaspárov para Iberoamérica, encabezada por su presidente, el promotor
cultural mexicano Hiquíngari
Carranza, por haber contratado a este conocido conferenciante en ajedrez
para dar estas pláticas en la cárcel de El Altiplano. Ojalá esta práctica se
generalizara para otras cárceles menos privilegiadas.
Relata el conferencista Leontxo García que un
preso de la cárcel de Almería, España, le dijo que había dos razones poderosas
por las que el ajedrez les ayuda a los presos: “El ajedrez nos quita mucha cárcel. Cada hora
que pasamos jugando ahí adentro pasa mucho más rápido. Y, además, durante esa
hora no estamos pensando en cómo conseguir drogas u otros sentimientos negativos”.
Y la otra razón fue: “Estoy convencido de que el ajedrez es beneficioso para
todo el mundo. Pero para nosotros es ideal, porque nos enseña a pensar en las
consecuencias de nuestros actos antes de hacerlos”. (http://blogs.elpais.com/la-bitacora-de-leontxo/2015/11/cinco-dias-en-la-carcel-de-el-chapo-guzman.html?id_externo_rsoc=TW_CM).
Si el jugar ajedrez puede ser una forma de redimir a los
delincuentes más crueles y les puede dar nuevas formas de pensamiento, para el
resto de las personas tiene grandes beneficios. De acuerdo a un artículo
reciente, estos son: 1. Incrementa el cociente intelectual. 2. Auxiliar en la
prevención del Alzheimer. 3. Aumenta la creatividad. 4. Incrementa la memoria.
5. Ayuda a resolver problemas. 6. Incrementa la capacidad lectora. 7. Permite
concentrarse mejor. 8. Enseña a planear. (http://noticias.universia.ad/cultura/noticia/2015/05/26/1125753/10-beneficios-cerebrales-jugar-ajedrez.html). Por ello debería enseñarse a jugar ajedrez en
todas las escuelas y lugares de trabajo y propiciar que haya competencias. Para
los jóvenes que no tienen ni trabajo ni van a la escuela, en lugar de dejarlos
experimentar con drogas o unirse a las bandas de criminales para tener una
muerte rápida, el aprender el juego de ajedrez y poder ejercitarlo podría ser
una forma de ocupación que les preparara mejor para la vida.
Llevar el ajedrez a todos los ámbitos de la actividad humana
ayudará a tener intelectos más preparados para medir las consecuencias de sus
actos y por lo tanto para convivir mejor con las demás personas y con su
entorno. Aspecto que no caería mal en muchos ámbitos de la vida nacional. Por
lo pronto, ojalá haya más iniciativas para llevar el ajedrez a las cárceles y a
otros ámbitos carcelarios de nuestra vida cotidiana, a ver si así logramos
ampliar nuestros grados de libertad.
________________________________________________Twitter: @octaviodiazg http://heraldo.mx/tag/todo-terreno/ Correo: odiazgl@gmail.com
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