Por:
Octavio Díaz García de León
Twitter:
@octaviodiazg
A
principios de los años setenta llegó a las pantallas de cine la película “Mecánica
Nacional” del director Luis Alcoriza, con actores como Manolo Fábregas, Sara
García y Héctor Suárez. La película es una comedia que retrata a personajes
típicos de la ciudad de México, llena de crítica social con humor. La anécdota
del filme es sencilla. Una familia se traslada desde un día antes a ver el final de una carrera de autos en las
cercanías de la Cd. de México. El tiempo del paseo transcurre entre fiesta,
borrachera y todo tipo de episodios chuscos. Al final de la película llegan
veloces los coches de carreras y las personas prácticamente no saben nada de lo
que ocurrió en ella; el protagonista ni
siquiera puede ver como cruzan la meta y lo lamenta amargamente.
La
película me recordó la reciente carrera de “Fórmula Uno” que se llevó a cabo en
el renovado Autódromo Hermanos Rodríguez de la Cd. de México. Gran parte de los más de 100,000 espectadores
que presenciaron la carrera quizá tampoco supieron mucho de la carrera. En la
recta donde pasaban los autos a más de 300 km por hora o en la sección de las
curvas donde iban más despacio seguramente era difícil saber cómo se estaba
desarrollando el resto de la carrera.
Pero
para muchos aficionados había que estar allí para ver pasar a los bólidos y
también para dejarse ver. Seguramente
con las anécdotas de quienes acudieron a ver la carrera se podría hacer la
segunda parte de “Mecánica Nacional”. Por lo menos las secciones de sociales de
los periódicos proporcionaron indicios de estas historias. En ellas pudimos observar a los empresarios más
ricos y a los políticos más poderosos de
México, mientras que en las tribunas generales se dio cita la clase media alta
y la clase media con aspiraciones.
Los
boletos tuvieron un costo de entre $1,500 y $18,750 pesos (http://www.excelsior.com.mx/adrenalina/2015/02/23/1009844) cuando
salieron a la venta, equivalentes a entre 21 y 268
salarios mínimos diarios.
Con la reventa hubo boletos que alcanzaron precios de hasta $80,000 pesos. Para
hacerse notar, los poderosos llegaron en helicópteros, de tal forma que se estableció nuevo record
de vuelos al realizarse 479 para llevar personajes a la carrera.
La
carrera fue un gran negocio. Traerla de regreso a México costó 360 millones de
dólares (mdd), de los cuales el gobierno federal puso $210 mdd. Los ingresos
que generó la carrera se estiman en $250 mdd. Dado lo rentable del espectáculo
para los organizadores (http://www.forbes.com.mx/formula-1-negocio-redondo-en-mexico/) no se entiende porqué el gobierno tuvo que aportar dinero
del erario a un espectáculo que no aportaba nada a la mayoría de los mexicanos
y solo benefició a los más ricos; los inversionistas privados hubieran podido
solventar la carrera sin necesidad de la intervención estatal.
Aunque
para los gobiernos es una buena forma de promover al país y para los políticos,
de promoverse, seguramente hay formas más eficientes de gastar el dinero
especialmente si la iniciativa privada
lo pudo haber solventado sola. Las prioridades en la Cd. de México son otras,
considerando que el Autódromo se usa muy pocas veces al año. La ciudad está colapsada
por el tráfico, no tiene transporte
público suficiente, tiene obras mal hechas como la línea doce del Metro y las calles
de la ciudad son intransitables por los baches.
En
su momento también se promovió aquí en Aguascalientes la construcción del
autódromo para carreras del tipo NASCAR o el traer al Necaxa a jugar en nuestra
ciudad, mientras la obra del nuevo
Hospital Hidalgo que inició construcción en 2008, aún no se ha terminado. Pareciera ser que algunos gobiernos prefieren promover o invertir en obras para el entretenimiento que en servicios
necesarios para la población. Quizá la
mira esté puesta más en la próxima
elección que en elevar el nivel de vida de los mexicanos o
inspirada en la costumbre populista que tan bien practicaban los gobernantes
romanos: al pueblo, pan y circo. No es por casualidad que en Roma esté uno de
los estadios (El Coliseo Romano) más antiguos y espectaculares del mundo.
Se
dice que los ingresos de los gobiernos no alcanzan a pesar del enorme
crecimiento de las deudas de los gobiernos federales y estatales. Pero el
problema no son los ingresos sino como se gastan los recursos. Mientras se dé
prioridad a construir estadios de fútbol o autódromos para beneficiar intereses
de empresarios privados; se hagan carreteras que privilegien a las clases
medias y altas; se construyan trenes que nunca serán rentables; se repartan millones
de televisiones, cuando los contenidos televisivos son lamentables y su reparto
sea para beneficiar a las televisoras privadas, no habrá dinero
que alcance.
En
publicaciones anteriores he propuesto por ejemplo, que se construya un canal interoceánico
en Tehuantepec. El impacto económico positivo para el país sería enorme y su
importancia geoestratégica aún más. O bien, en lugar de regalar televisiones,
se podrían regalar tabletas electrónicas con bibliotecas y videotecas incluidas, para elevar el nivel cultural de la
población.
De
seguir la estrategia de pan y circo, los presupuestos serán como las careras de
autos: muchos verán pasar los recursos a gran velocidad, muy pocos sabrán que
sucedió con esos recursos y los verdaderos ganadores del dispendio se podrán
contar con los dedos de la mano. Habría que cambiar la “mecánica nacional”.
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