Por: Octavio Díaz García de León
La Suprema Corte de
Justicia de la Nación falló en días pasados a favor de otorgar un amparo a 4
consumidores de marihuana lo que les permitirá, de manera legal, consumir, sembrar, poseer y transportar la
misma con fines recreativos y lúdicos.
Este fallo puede llevar hacia la despenalización de la producción, transporte, comercialización
y consumo de esta sustancia en nuestro
país y seguir el camino que otros países y algunos estados de la Unión
Americana están ya transitando.
Las drogas fueron
prohibidas en México a principios del siglo XX, siguiendo el ejemplo de lo que
hicieron nuestros vecinos del norte. Quizá el prohibicionismo nazca de que las
drogas alteran el comportamiento de la gente, lo que les impide trabajar (Aunque
la cocaína, por ejemplo, tenga el efecto contrario en el corto plazo), pueden causar
daños a terceros (Por ejemplo, manejar un vehículo bajo la influencia de una
droga y causar accidentes) y afectan la salud, lo cual las convierte en un problema de salud
pública.
La tentación prohibicionista ha crecido porque se sabe de cada vez más
sustancias que ingerimos y que son dañinas. La reacción de los libertarios
contra la intervención del Estado tampoco se ha hecho esperar. Cuando el daño que provocan estas sustancias solo afectan al individuo, ¿por qué debe el Estado permitir
o no su consumo?
Por otra parte el
tráfico de drogas se ha convertido en un
gravísimo problema de seguridad pública que afecta ya incluso la seguridad
nacional de nuestro país. Por ello la despenalización de la producción,
comercialización y consumo de drogas se ha
propuesto como un remedio contra la violencia y el crimen asociado a este
negocio ilegal.
El problema es que hacerlo en México sin que suceda al mismo
tiempo en Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas en el mundo, no
erradica el problema del tráfico ilegal de estas sustancias hacia aquél país.
Tampoco garantiza que los traficantes actuales que actúan con lujo de violencia
y al margen de la Ley, se conviertan, por el hecho de la legalización, en
empresarios respetables que ahora sí
acaten las disposiciones que el gobierno dicte al efecto.
Los problemas de
seguridad pública asociados al tráfico de drogas no se van a solucionar con la legalización
de las drogas. Aún en mercados donde el consumo y comercialización de
sustancias como el tabaco es legal, se presenta el fenómeno de un mercado negro
manejado por delincuentes. Acabar con los criminales requiere soluciones
policiales eficaces, castigos ejemplares y un estado de derecho que permita
acabar con la impunidad.
Los libertarios
tienen razón en parte. El Estado no debe coartar la libertad individual de las
personas y la capacidad de decidir lo que es bueno o no para su cuerpo, pero
siempre y cuando no afecten a terceros. Existen muchas sustancias que son dañinas
al cuerpo: desde las carnes procesadas,
grasas animales y el tabaco que producen cáncer y enfermedades cardiovasculares pasando por las bebidas azucaradas que producen diabetes y
obesidad, hasta drogas como las metanfetaminas que pueden destruir a las personas.
Pero lo que causa daño no es solo la sustancia, sino la cantidad y la frecuencia con que se ingiere. El problema es el abuso. Por lo tanto la solución no es prohibirlas a
rajatabla sino moderar y controlar su consumo.
El consumo excesivo de estas sustancias se
origina por dos vías. Por un lado su
producción se convierte en un buen negocio y entonces los productores impulsan
su consumo mediante enormes campañas de
mercadotecnia haciendo que la gente las consuma aún a sabiendas de que causan
daño. Las sustancias legales se promueven en medios masivos de comunicación; las ilegales de una forma personalizada a
través de narco menudistas y de forma indirecta a través de películas, novelas
o programas de televisión cuando se presentan
como algo deseable. La otra vía es que la mayoría de estas sustancias causan adicción. En ambos
casos sería conveniente la intervención del Estado para moderar el consumo
prohibiendo toda la mercadotecnia, encarcelando a los “empujadores de drogas”, limitando la producción y controlando la comercialización.
Un consumo moderado (Dentro
de parámetros médicos) y controlado (En establecimientos especiales) se podría dar sin afectar a la salud de las
personas ni dañar a terceros. Sin embargo no es sencillo racionar el consumo,
especialmente si se trata de sustancias adictivas. Es importante respetar la
libertad de las personas para que usen estas sustancias; lo que debe combatirse
es el consumo en exceso y todo aquello que pueda ocasionar daños a terceros. Se
podría entonces legalizar las drogas dentro de ciertos límites de consumo.
Quizá se requerirían aparatos como los alcoholímetros para conocer los límites
de consumo permisible; quizá se podrían usar mecanismos como el de medicinas con
receta para racionar su venta; quizá permitir el consumo solo en
establecimientos controlados; quizá
desarrollar áreas de producción muy acotadas.
La Suprema Corte de Justicia
de la Nación ha abierto el camino para un debate amplio de cómo debemos tratar
el tema de las drogas y de otras sustancias que causan daño a las personas
cuando son tomadas con exceso. El camino de la prohibición a ultranza no
funciona. Se debe explorar el camino del consumo con moderación. Así se podrían
conciliar las libertades individuales con evitar el daño a terceros y a la
sociedad. _______________________________________________________________
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