Por: Octavio Díaz García de León.
@octaviodiazg
En las elecciones del pasado 7 de junio México
ha optado por la evolución política pacífica y no por la revolución como lo
esperaban algunos y como lo hizo a lo largo del siglo XIX culminando con el
movimiento armado de 1910. Las
elecciones de este domingo pasado confirman el lento avance de la democracia. No hubo grandes cambios en la configuración
política del país. Hay pequeñas señales
de que algo está modificándose, pero en general ha cambiado poco. El PRI y sus
aliados PVEM y PANAL tendrán otra vez la mayoría en la Cámara de Diputados. En
las gubernaturas seguirá prevaleciendo el PRI.
Al vivir inmersos en el presente no
falta quien se desespere por la lentitud en la mejora de la vida de los
mexicanos; pero en un contexto más amplio de tiempo, hay avances claros en
todos los aspectos de la vida en nuestro país. Los niveles de bienestar en
general han aumentado y la democracia se ha fortalecido. Lo que nos impide
verlo con claridad es que tendemos a
notar más lo que hace falta que lo que
ya se tiene o las carencias que tenemos cuando nos comparamos con otros países
más avanzados. Eso está bien porque nos
aleja de nuestra zona de confort y nos impulsa a seguir luchando por mejorar. Pero
como dice el Dr. Macario Schettino en su libro “El Fin de la Confusión” (Si no
lo han leído se los recomiendo mucho): “Afirmar, como lo hago, que hoy vivimos
mejor que en cualquier otra época no es igual a decir que vivimos en el mejor
de los mundos posibles”
El voto por la evolución se reflejó en
estos comicios. El candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” ganó la gubernatura de Nuevo León en una aplastante derrota a los candidatos
del PRI y del PAN. En Guadalajara triunfa Enrique Alfaro el candidato de
Movimiento Ciudadano y se dan dos contiendas muy cerradas en Colima y San Luis
Potosí con el aparente triunfo de los candidatos del PRI.
En este contexto evolutivo no es novedad
el que, a pesar de que si uno leía los periódicos antes de la elección parecía
que se iba a incendiar el país, fueron
unas elecciones pacíficas con prácticamente todas las casillas abiertas y solo
algunos incidentes en Oaxaca. Funcionaron las instituciones electorales y los
ciudadanos se sintieron con confianza para participar. Derrotar al partido en
el poder en el caso de las contiendas por las gubernaturas ya no es novedad. La
alternancia es un hecho. Tal fue el
caso de Sonora donde pierde el PAN; en
Michoacán, Querétaro y Nuevo León donde pierde el
PRI; y en Guerrero donde pierde el PRD.
El darwinismo partidista también ha
funcionado. De los diez partidos que participaron, dos pierden el registro: Partido Humanista y el Partido del Trabajo.
En el caso del PVEM a pesar de todas
las violaciones a la Ley que cometieron antes y durante la campaña no aumentaron de forma relevante su número de votos, es decir, no les sirvieron de mucho las trampas. Los
partidos grandes pierden un número importante de votos especialmente
el PAN y el PRI, quedand el PRD en los mismos niveles que hace 6 años. Pero en la configuración de la Cámara de diputados no hay
grandes cambios. Algunos partidos pequeños han crecido su voto y alcanzan más
del 5% de la votación con lo que empieza a vislumbrarse un multipartidismo cada
vez más fuerte. El voto anulista no progresó tampoco ya que se quedó con los mismos 1.9 millones de votos anulados que hace 6 años, aunque no deja de ser significativo. El abstencionismo se
mantuvo en los lamentables niveles de siempre cercano al 50%.
Un aspecto interesante y que debería invitar
a democratizar las prácticas al interior
de los partidos políticos es que los precandidatos derrotados o excluidos en
las contiendas internas encontraron otros
caminos para competir. Tal es el caso del nuevo gobernador de Nuevo León que
tuvo militancia en el PRI por más de 30 años, o del diputado independiente
por Sinaloa, Manuel Clouthier quien estuvo cercano al PAN o de Alfonso Martínez
nuevo alcalde independiente de Morelia y quien fue desplazado del PAN.
López Obrador, a pesar del apoyo que
tenía dentro del PRD, prefirió formar su propio partido – Morena – para evitar
que lo siguieran marginando de ese partido y ha demostrado su fuerza para
continuar con sus aspiraciones presidenciales logrando su partido 3.3 millones de votos en comparación con los 4.3 millones del PRD.
Otro caso que podría darse, si al ex presidente Calderón y a sus
seguidores les cierran los espacios de participación dentro del PAN, es que formaran otro partido u optaran por las
candidaturas independientes. Por lo pronto Margarita Zavala ya anunció que buscará la presidencia de México.
Desde luego que el camino de los
independientes no es fácil pues no cuentan con los recursos que tienen los
partidos y carecen de una marca partidaria. Pero las opciones empiezan a
abrirse y las autoridades electorales están emparejando el terreno a los
independientes. Quizá esto lleve a algunas novedades interesantes en la próxima
contienda federal de 2018 y en las elecciones locales que se darán antes de ese
año.
La gran lección quizá de estas
elecciones es que los partidos políticos
tendrán que democratizarse en sus prácticas de selección de candidatos y así
elegir a aquellos que tienen posibilidades de ganar y no aquellos que impongan
sus dirigencias. Porque aquellos militante que no encuentran juego parejo al interior de los
partidos ahora tienen otras opciones y han demostrado que pueden ganar.
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