Por: Octavio Díaz García de León
Desde que se promulgó la Ley Federal de
Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental en 2002 ha habido
resistencias en las instituciones de gobierno para entregar la información que
obra en su posesión y a la que cualquier persona tiene derecho de acceder.
Esto era de esperarse, porque los funcionarios no
estaban acostumbrados a rendir cuentas y mucho menos a que alguien ajeno al
gobierno supiera de las actividades que realizaban. En su torre de marfil, se sentían intocables y solo les respondían a
sus jefes, a quienes debían lealtad total.
Esto cambió en el sexenio del presidente Fox al promulgarse
la Ley antes citada, y crearse el
Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) e iniciar dos procesos: la
obligación de entregar información generada por el gobierno a cualquiera que la
solicitara, sin necesidad de identificarse o manifestar el interés que la movía
y la obligación de publicar información de interés general, tal como sueldos de
los funcionarios, directorios y resultados de auditorías.
Las resistencias estuvieron allí desde el
principio. Las sesiones de los comités de transparencia, integrados por el
titular del órgano interno de control (OIC), de la unidad de enlace con la sociedad
y un representante del titular de la institución se convirtieron en campos de
debate constante, siendo los titulares de los OIC los primeros defensores de la
transparencia en sus instituciones.
¿Qué les preocupaba a los funcionarios públicos? Que
un acto de autoridad que realizaran podría ser visto por cualquier persona y
que se pudiera cuestionar la pertinencia de dichas acciones, especialmente si
detrás se escondían actos de corrupción.
Otra inquietud fue que se hiciera pública la
declaración patrimonial de aquellos obligados a presentarla. Había preocupaciones válidas como el revelar
aspectos personales que no tenían que ver con la función pública o miedo a ser
víctimas de la delincuencia al conocerse sus ingresos y posesiones. Por otra
parte, los funcionarios corruptos temían no poder ocultar sus bienes e ingresos
obtenidos ilícitamente.
Desde el 2002 la lucha por abrir la información ha
sido incesante. Las motivaciones para negar información pública son múltiples. Por ejemplo, ocultar la información cuando se
trata de periodistas que la solicitan, por miedo a que los funcionarios reciban
críticas en medios de comunicación o se revelen actos de corrupción.
Recientemente la negativa a entregar información del
gobierno, se ha escudado en argumentar que se tratan de asuntos de seguridad
nacional, siendo que el revelar dicha información, de ninguna manera afecta a la seguridad
nacional.
Por ejemplo, cuando el ex director de Conagua,
David Korenfeld, argumentó motivos de
seguridad nacional para no revelar la bitácora del helicóptero de la
institución, lo que intentaba ocultar, como se demostró después, era el uso personal
que hacía del mismo. Desafortunadamente, en aquella ocasión el INAI estuvo de acuerdo
en negar el acceso a dicha información.
Más recientemente, se ha pretendido ocultar las adquisiciones
relacionadas con la pandemia, o con contrataciones para proyectos clave de este
sexenio, por motivos de seguridad nacional que no se justifican y así lo han
manifestado con sus resoluciones los actuales comisionados del INAI.
A partir de 2019 se ha desencadenado desde la
presidencia de la República un ataque al INAI. El ataque se realiza argumentando
que existen abusos en el uso de sus recursos y haciendo creer que existen sueldos
exorbitantes, cuando la realidad es que los salarios han disminuido en términos
reales desde el 2002 en toda la administración pública federal y en el caso del
INAI son incluso inferiores a otros organismos autónomos.
Otra forma de debilitamiento han sido los recortes
presupuestales de tal forma que en 2023 el presupuesto del INAI ni siquiera
llega a los niveles que tenía en 2018. Finalmente, el ataque más directo es dejar inoperante al
INAI al no nombrar a los comisionados necesarios para realizar sus funciones.
Al momento de escribir estas líneas solo había 4 de los 5 que se requieren para
operar.
El INAI representa una amenaza a las autoridades
cuando estas realizan actos de corrupción y malos manejos de los recursos
públicos. Este temor es fundado cuando vemos el mega fraude en SEGALMEX, expuesto por la Auditoría Superior de la Federación
e investigado más ampliamente a través de solicitudes de información, o cuando se intenta ocultar malos manejos en
las obras emblemáticas de este sexenio. Por ello, no extraña que para la actual
administración federal, el mundo ideal
es dejar al INAI en la inoperancia, tal como lo manifestó el Secretario de
Gobernación.
Con el ataque al INAI se pone en riesgo la
democracia, la protección de los derechos humanos que tutela y se impide que auxilie
en el combate a la corrupción. Es urgente que la sociedad salga a defenderlo,
como ha defendido al INE, para que siga siendo un contrapeso real a los otros
poderes del Estado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario