Por: Octavio Díaz García de León
La idea: Cada nación tiene sus
propios traumas nacionales. Aun después de muchos años de que ocurrieron
ciertos hechos vergonzosos para una nación, persisten en el inconsciente
colectivo esos acontecimientos pasados que siguen determinando comportamientos
de dirigentes y ciudadanos, aunque ya no tengan sentido en un contexto actual.
Es tiempo de superarlos.
No existe una psicología de las naciones porque ésta se aplica solo a
los individuos, pero ello no ha impedido
que diversos pensadores hayan intentado psicoanalizar o tratar de definir el
carácter de una nación. En México se han
escrito libros que lo intentaron tales como el Laberinto de la Soledad de Octavio Paz; La Raza Cósmica de José
Vasconcelos; Fenomenología del Relajo de Jorge Portilla;
El Perfil del
Hombre y la Cultura en México de Samuel Ramos, entre otros.
Pero es difícil definir un
perfil psicológico que abarque a los 127 millones de mexicanos porque quizás haya
más diferencias que coincidencias. Pero en esa enorme masa de personas fluyen
corrientes transversales que son un denominador común, las cuales permiten distinguirnos de los
habitantes de otras naciones no solo desde el punto de vista cultural sino
también por los mitos y traumas nacionales.
Sucede también en otros países y esos traumas generan reacciones
importantes hoy en día. En Alemania aún subsiste el asombro y horror ante las
atrocidades realizadas por los nazis. No solo tienen un impresionante museo del
holocausto en Berlín, sino muchas de sus acciones y políticas aún están guiadas
por tratar de quitarse el estigma del genocidio que cometieron y
las barbaridades que realizaron durante la segunda guerra mundial.
En Israel pervive el mismo trauma, pero en otro
sentido. ¿Cómo es posible que millones de judíos fueran llevados a la muerte de
manera dócil y voluntaria? No hubo oposición a los designios de los nazis.
Como reacción, Israel se convirtió en un estado militarmente poderoso, capaz de prevalecer ante vecinos hostiles. Contra la sumisión que llevó a la muerte a
seis millones de judíos sin resistencia, ahora el pueblo judío se levanta con una
fuerza que impedirá que esa historia se repita.
Estados Unidos tiene los suyos: la derrota que sufrió en Vietnam
(trauma para los franceses también); su historia esclavista; su ambivalencia
entre ser una democracia y un imperio, etc.… El pasado esclavista y el apartheid que oprimió al sur de Estados Unidos hasta los años sesenta del siglo
pasado, sigue dirigiendo políticas públicas y ocasionando frecuentes reacciones
violentas.
México tiene su buena dosis de traumas también.
Una supuesta conquista salvaje realizada por los españoles y un
pasado indígena idílico ha generado una política anti hispánica que, 500 años después de los hechos, resulta
lamentable.
La lucha entre centralismo y federalismo la sigue ganando el centralismo.
El trauma de la pérdida de la mitad de nuestro territorio a manos de los
Estados Unidos sigue haciendo sombra para tener una buena relación con ese país
a pesar de los tratados de libre comercio y los 174 años de distancia.
La lucha entre Iglesia y Estado que dividió al
país (Guerra de Reforma y Guerra Cristera) sigue latente y no se han cicatrizado las
heridas en algunas regiones del país.
Setenta años de una dictadura de partido encabezada por una élite
depredadora, amparada en el supuesto legado de la Revolución, siempre queriendo
regresar por sus fueros.
La pobreza añeja y la imposibilidad de generar riqueza para
todos han propiciado un estado asistencialista y clientelar que no logra
superar a la pobreza, en lugar de enfocarse a impulsar el desarrollo económico.
Pero a algunos políticos les favorece el mantener vivos esos traumas
porque generan resentimiento, lo cual, a su vez, genera ira y deseos de
venganza que se encausan hacia el pasado en lugar de que se dirijan hacia el
presente.
Los hechos vergonzosos del pasado también son un gran distractor. Es mejor
recordar lo que ocurrió hace muchos años que mirar los hechos vergonzosos del
presente: una pandemia mal manejada que lleva más de medio millón de
muertos; la inseguridad que se traduce
en un número récord de asesinatos; la caída de nuestra economía; la inflación;
el aumento de la pobreza; la destrucción del sistema de salud; etc.
¿Cuándo dejaremos de buscar en el pasado la explicación a los males del
presente, superar los traumas
nacionales, dejarlos descansar en paz y pensar en el futuro, en las próximas
generaciones, para que estas crezcan con una conciencia sin tabúes y traumas,
con conciencia de ganadores, para que empujen al país hacia la libertad y la prosperidad?
Espero que el 2022
inicie la superación de esos traumas y para cada uno de ustedes que me
hacen el favor de leerme y no se dejan abrumar por los traumas nacionales, sea
un año de libertades, logros y salud.
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