17 de enero de 2022

PÍLDORAS ANTICORRUPCIÓN

 


                                          “Los hombres creen ser libres, puesto que son conscientes de sus                                                              voliciones  y de su apetito, pero no piensan ni en sueños,  que                                                                         causas los disponen   a apetecer y querer,  porque las ignoran.”

Baruch de Spinoza

Por: Octavio Díaz García de León

Para mi hermano Gabriel, in memoriam.


    La idea:  Los avances en el conocimiento de las bases biológicas de la conducta nos permiten entender que los comportamientos humanos, más que dirigidos por la razón, están determinados por un complejo sistema fisiológico. No está lejano el día en que la corrupción sea explicada por los mecanismos biológicos de esas conductas y entonces quizá su solución se encuentre con tratamientos médicos que las eviten.  

    En su interesante libro, “ Leyes, Neuronas y Hormonas . Por qué la biología nos obligará a redefinir el Derecho“, Gerardo Laveaga plantea que los avances en los conocimientos de la biología de la conducta, la cual  “está determinada por procesos bioquímicos y estructuras genéticas que pueden alterarse con el medio ambiente”, nos llevarán a que los delitos, entre ellos la corrupción, en el futuro deberán ser abordadas como un problema de salud pública.

    Entonces el Derecho quizá se transforme en una rama de las neurociencias cuyos remedios para evitar la transgresión de las normas no sean castigos, sino tratamientos médicos. ¿Arribaremos al Mundo Feliz que describió Huxley?

    La explicación de la biología de la conducta,  de acuerdo con Laveaga,  pasa por las neurociencias que estudian al cerebro. Este órgano cuenta con 100,000 millones de neuronas que constituyen una red para comunicarse y dar instrucciones al cuerpo. Se activa mediante neurotransmisores que juegan un papel primordial en determinar la conducta de las personas.

    También intervienen órganos como la amígdala, que maneja las emociones;  la corteza prefrontal que maneja a la razón o inteligencia; el hipocampo que está asociado a la memoria; el núcleo accumbens, asociado a las emociones positivas; el intestino grueso que produce sustancias cuya carencia conduce a la depresión.

  Pero la conducta también está determinada por el funcionamiento de la conciencia; por la herencia genética; por la psicología evolutiva que ha desarrollado emociones que han permitido sobrevivir a los humanos a lo largo de millones de años;  y  por la epigenética que describe como el medio ambiente afecta nuestra conducta.

 El autor plantea más preguntas que respuestas ante estos nuevos descubrimientos científicos,  pues dada la complejidad de los mecanismos fisiológicos que determinan la conducta y lo que aún falta por conocer de ellos, es muy pronto para decir que la libertad y el libre albedrío no existen.

   Pero es importante tomar en cuenta que las conductas obedecen a estos procesos biológicos. Quizá llegue el día en que se puedan anticipar conductas antisociales y atrapar a los malhechores antes de que cometan sus delitos, como lo planteó Philip K. Dick en su cuento “Sentencia Previa“, o someter a los delincuentes a tratamientos médicos orientados a modificar su conducta para reinsertarlos en la sociedad y de paso hacer innecesario los castigos,  como lo describe Anthony Burgess en su novela “La Naranja Mecánica”,  la cual Stanley Kubrick llevó a la pantalla de manera magistral.

   Este enfoque biológico hacia la determinación de las conductas requiere también replantear el combate a la corrupción, la cual no se ha podido erradicar por las vías tradicionales.  Sería conveniente descubrir el gen de la corrupción (Si es que existe) para identificar y quizás aislar y vigilar a los individuos que lo posean y evitar darles cargos desde donde ejerzan su propensión a la corrupción.

   O bien,  identificar los neurotransmisores, hormonas y bacterias que estén afectando el comportamiento de esos individuos y que los llevan a cometer actos de corrupción, para entonces ponerlos bajo vigilancia médica y darles los fármacos necesarios para compensar sus carencias químicas y modificar sus comportamientos. De hecho,  ya existen investigaciones en este sentido en donde al problema de la corrupción se le da un enfoque biológico. Por ejemplo:

 1. Neural Basis of Corruption in Power Holders

2.Nueroscience: A new Model for Anticorruption Policies?

3.The Cognitive Psychology of Corruption

   Pero este enfoque también planteará cuestiones muy importantes de derechos humanos: ¿Se debe obligar a los que tengan estas propensiones antisociales a recibir a la fuerza estos tratamientos? ¿Qué pasaría si estas herramientas caen en manos de gobiernos totalitarios y para mantener a la sociedad bajo su control usen la farmacología para someter a las personas? ¿O si se utiliza la modificación genética para engendrar personas dóciles?  

   Los filósofos también deberán resolver si existe o no la libertad para tomar decisiones o si nuestros procesos biológicos determinan nuestros comportamientos y,  entonces, ¿hasta donde llega la responsabilidad de cada uno?

   La ciencia, aplicada para el bien de todos,  podrá llegar a erradicar esas conductas antisociales,  como la corrupción,  en donde han fracasado las vías tradicionales. Entonces, habrá que olvidarse del Derecho y para prevenir el delito se requerirán nuevas instituciones con un énfasis en salud pública.    

 

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