Por: Octavio Díaz García de León
La idea: Recientemente se dio el relevo de secretarios en la Secretaría de la Función Pública federal después de dos años y medio de gestión de la secretaria saliente, la Dra. Sandoval, donde estuvo acompañada por el nuevo secretario Salcedo todo ese tiempo. Es oportuno para el nuevo secretario revisar el rumbo de dicha Secretaría y reforzar sus tareas.
Desde que inició la administración del presidente
López Obrador hubo cambios importantes en la Secretaría de la Función Pública
(SFP) que afectaron su capacidad de actuación.
No me refiero al tema de combatir a la corrupción,
donde hubo pocos logros significativos, ya que la SFP no está diseñada para esa tarea
como lo he mencionado en ésta columna: si se quiere que
la SFP combata la corrupción, debería tener otras atribuciones, empezando por
darle formalmente la de combatir la corrupción y un nuevo diseño institucional.
Algunos aspectos que limitaron los trabajos de
dicha Secretaría en la nueva administración fueron:
Al inicio del sexenio se sustituyó a casi todos los
comisarios y subcomisarios, personal clave en la estructura de la SFP, llegando
personal con poca o ninguna experiencia en temas de la Secretaría. Esto afectó
la coordinación con los órganos internos de control (OIC) y causó deficiencias
en su participación en los órganos de gobierno del gobierno federal. Sería
oportuno que el nuevo secretario revise el perfil y actuación de las personas que
forman parte de este grupo fundamental.
Hubo importantes reducciones de personal en la
Secretaría. De tener tres subsecretarías se quedó solo con una y hubo otros recortes
en sus áreas centrales. En los OIC se redujo la plantilla autorizada en un 30%
y se eliminó a uno de los titulares de área, además de la pérdida de
prestaciones y la disminución de salarios que afectó a todo el gobierno federal.
Todo ello mientras creció sus tareas, sin cambiar los métodos de trabajo, lo
que ocasionó pérdida de capital humano y deficiencias en la operación. Además, el cubrir vacantes tomaba meses e
incluso años, lo que debilitaba aún más su actuación. El nuevo secretario quizá
podría volver a reforzar a la SFP.
Se hizo más énfasis en hacer auditorias al
desempeño (50% del total de auditorías cuando antes eran solo un 20%) las
cuales producen recomendaciones que no son de cumplimiento obligatorio para los
entes auditados, por lo cual a veces quedan en buenos deseos. Esta reducción en
auditorías financieras y de cumplimiento redujo las posibilidades de detectar
violaciones a la normatividad y actos de corrupción. También se redujo el tiempo para realizar
auditorías al cerrar el plan anual de trabajo a mediados de noviembre, quitando
casi dos meses de trabajo a los OIC para realizar más auditorías.
Se multiplicaron las solicitudes de información a
los OIC por parte de oficinas centrales, sin saberse para que se requerían o
que acciones se tomaron sobre esos informes. Se estima que los 213 OIC enviaron
a oficinas centrales más de 100,000 informes por año. Quizás el nuevo
secretario podría revisar esta práctica que en ocasiones llega a ocupar la
mitad del tiempo de los OIC, por la premura con que se piden.
Inicialmente, para el nombramiento de titulares de
OIC, se continuó con el procedimiento que venía por lo menos de tiempos del
presidente Fox, de hacer exámenes rigurosos a los candidatos. Estos exámenes se
descontinuaron hace dos años por lo que ya no se validaron las capacidades
técnicas de los nuevos titulares de los OIC que fueron nombrados en este
periodo. El nuevo secretario podría retomar este ejercicio para asegurar que se
nombre en estos puestos a personal con los conocimientos y experiencia
necesarios.
Uno de los proyectos de inicio de sexenio fue concentrar
al personal y el presupuesto de los OIC en la SFP. El proceso quedó inconcluso y solo se lograron
avances parciales en los OIC de las secretarías de estado. Con los OIC de las paraestatales no se pudo realizar
esa transferencia. El nuevo secretario pudiera revisar esta medida que ha
afectado la operación de los OIC que se quedaron a medias.
Llega como secretario, Roberto Salcedo, quien tiene
casi 50 años de experiencia profesional y era el único subsecretario que
quedaba en la estructura de la SFP. Fue Auditor Especial de Desempeño en la
Auditoría Superior de la Federación por 18 años, entre otros puestos
relevantes, por lo que es de esperarse que siga impulsando una estrategia preventiva
en el control interno del gobierno federal.
Ojalá pueda reestructurar algunos de los procesos
que dificultaron la actuación de la SFP en la gestión de su antecesora y
replantear aspectos como los mencionados. Entre ellas, dejar de insistir en que
la SFP sea la encargada de combatir la corrupción, ya que dicha Secretaría no
está diseñada para eso. Le deseo al secretario Salcedo mucho éxito en su
gestión.
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