“Un muerto es una tragedia, un millón de muertos
es una estadística”
Atribuido a Iósif Stalin
Por: Octavio Díaz García de León.
La idea: El gran
ausente en la estrategia de atención a la pandemia en México es la realización
de pruebas masivas. En otros países ha sido parte fundamental para contener el contagio y, cuando se han aplicado a tiempo, han dado resultados exitosos. Quizás es tiempo
de aplicarlas aquí.
Alguna de las explicaciones que se han planteado para no aplicar
pruebas masivas es porque se está usando el modelo Centinela de detección de
casos, un método estadístico para estimar el total de contagiados, el cual no da cifras precisas de infectados.
Esta estrategia pone la mira sólo en una parte del problema. Si el
objetivo es tener un estimado grueso del crecimiento del contagio para tomar
decisiones en materia de capacidades de hospitales y medidas masivas de
aislamiento, podría ser adecuada.
Pero si de lo que se trata es cuidar a las personas con nombre y
apellido, entonces las pruebas se vuelven un factor muy relevante.
La clave está en la perspectiva desde la que se mire al problema:
centrada en la masa o centrada en la persona. La madre Teresa decía que si ella
se fijara solo en las masas, no actuaría (https://www.psychologytoday.com/us/blog/life-autopilot/201003/why-is-the-death-one-million-statistic).
Por
ello, el enfoque debe ser centrado en la persona para dirigir la acción
preventiva a ese nivel.
En el actuar del gobierno se puede tender a mirar a los grandes
números. Bajo una estrategia de inmunización de rebaño, a lo mejor al país no
le pasa gran cosa si murieran entre 3.5 y 3.8 millones de personas (@lximenezfyvie) en un país de 127 millones de habitantes (https://twitter.com/lximenezfyvie/status/1258647348269457408).
Pero a nivel personal, ese número de defunciones se convierten en una tragedia
de enormes proporciones. Además, implicaría que alrededor de 14 millones
requerirían hospitalización, para lo cual no hay capacidad de atención, por lo
que el número de muertos sería mucho mayor.
El costo emocional e incluso económico, sería incalculable.
Ante un fenómeno como el que enfrentamos donde no existe ni vacuna ni cura
contra la enfermedad provocada por el SARS-CoV-2, es inevitable que haya muertes. Pero si
basamos la estrategia en un enfoque tipo tiro de escopeta, es más probable que
el número de defunciones sea muy superior que con un enfoque de tiro de precisión
basado en pruebas.
La experiencia internacional y la opinión de muchos expertos señalan
que es el camino que México debería seguir. Actualmente nuestro país tiene la menor aplicación de pruebas en la OECD y
uno de los más bajos en el mundo.
¿Por qué son importantes las pruebas? El virus SARS-Cov-2 es muy
contagioso y lo hace sin que los que lo portan se den cuenta, sobre todo
durante el período asintomático. En ese espacio de tiempo, si los portadores no
son personas cuidadosas y cumplen con el aislamiento o tienen necesidad de
salir a trabajar, estarán inadvertidamente desparramando el virus.
Lo que interesa es saber quién porta el virus y donde se encuentra de
manera geolocalizable en todo momento, para aislarlo de inmediato, para
identificar a quien posiblemente contagió y para aplicar estrictas medidas de confinamiento
a esas personas. Sirve para individualizar la estrategia y dar atención
personalizada a todos. Existe la
tecnología mediante Apps utilizables en celulares y las pruebas para lograrlo.
El costo de las pruebas se ha abaratado y existen algunas que pueden
llegar a costar entre 7 y 10 dólares. Digamos que aplicar pruebas al 10% de la
población podría ser suficiente para aislar a los infectados y podría costar 130
millones de dólares. Cantidades manejables para el gobierno y que generarían un
ahorro en vidas humanas y el poder regresar más rápido y de manera segura a
trabajar.
Sin ellas, mucha gente no se sentirá segura para reincorporarse a sus
labores y preferirán seguir confinadas. Las pruebas ofrecen la seguridad de que
con quien interactuemos no nos contagiarán inadvertidamente y regresará la
confianza para realizar actividades normales.
En cuanto a la confiabilidad de
las mismas es variable. Preocupan más aquellas que dieran un falso negativo
porque dejaríamos sin confinar a infectados. Los falsos positivos solo serían incómodos para las personas así
diagnosticadas, pero nada más.
Países como Islandia, Taiwán, Corea del Sur y algunos otros han
demostrado que el aplicar pruebas es una estrategia sumamente exitosa que ha
permitido contener los contagios y abrir sus economías de una manera segura.
El salvarse o morir de este virus es una lotería que depende de la
reacción de cada cuerpo y de la atención médica que, de crecer el contagio, ante el número de enfermos, será
muy difícil conseguir.
Aplicando pruebas y tecnología para geolocalizar a los enfermos permitirá
salir del problema en el corto plazo y evitar la tragedia que significa cada
muerte y no tratarlas como si solo fueran una estadística. Es tiempo de aplicar
la geolocalización y las pruebas en forma masiva.
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@octaviodiazg
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