Por: Octavio Díaz García de León
Una de las novedades que nos ha dado la reforma energética es el
encontrarnos con gasolineras que no son franquicias de PEMEX. Marcas
internacionales como Shell, BP, REPSOL y EXXON han entrado al mercado mexicano.
La buena noticia es que por fin está habiendo competencia en la venta de gasolina
al menudeo y se empiezan a ver sus ventajas para el consumidor; la mala, es que
los precios han aumentado y no solo por haber desaparecido el subsidio a las
gasolinas, sino por otros factores.
¿Por qué es buena la competencia? Les comento algo que me sucedió. Hace
poco fui a cargar gasolina a una estación de la española Repsol en la CDMX,
atendida solo por mujeres. Este lugar llama la atención por las filas de coches
que esperan para cargar allí a toda hora. Un indicio de que es una gasolinera
exitosa es la cantidad de taxis que cargan allí, porque para ellos es el insumo
más importante para su trabajo.
Le pregunté a la persona que me atendió a que se debía el éxito de la
gasolinera. Después de todo, es la misma gasolina que proporciona PEMEX a los
demás. Su respuesta fue sencilla y contundente: “damos litros completos y
además le agregamos un aditivo a la gasolina”.
Allí está uno de los primeros beneficios de la competencia. Creo que
todos hemos padecido el robo que realizan las gasolineras al vendernos litros
incompletos. Aprovechando la computadora de viaje de mi auto he determinado cuanto
roban en las gasolineras y esta cifra oscila entre un 5% y 10%.
No es difícil hacer el cálculo. Hay que llenar el tanque; llevar un registro
de los kilómetros recorridos; se vuelve a llenar el tanque y se anota cuantos litros
cobraron. Dividimos los kilómetros recorridos entre los litros comprados y
obtenemos el rendimiento en kilómetros por litro. Se compara esta cifra de rendimiento con el
que indica la computadora de viaje y se determina la diferencia. En mi caso, la
computadora siempre indicaba un rendimiento más alto. Hagan la prueba.
De muy poco han servido los operativos que realiza la PROFECO pues no tienen
suficientes inspectores y la práctica es generalizada. Por lo menos todo indica
que las compañías extranjeras no vienen a robarnos y hasta un aditivo le
agregan a la gasolina sin cobrar por él, porque es su manera de ganar mercado.
Quienes sigan robando, poco a poco perderán a sus clientes.
Si bien la mayoría de las empresas extranjeras siguen comprando la
gasolina a PEMEX, algunas ya están buscando maneras seguras de importar y transportar
sus propias gasolinas sin utilizar los ductos de PEMEX, aunque resulte más caro.
Tal es el caso de Exxon que ya anunció
que importará su gasolina por ferrocarril.
Y es que el robo de combustible no solo se da en las bombas que nos
surten de gasolina. Se da en la extracción ilegal que se realiza en los ductos.
Bandas bien organizadas de delincuentes, apoyados en algunos casos por
trabajadores y ex trabajadores de PEMEX, roban 30 mil millones de pesos al año en
gasolinas. https://www.forbes.com.mx/el-robo-de-gasolina-le-cuesta-30000-mdp-anuales-a-pemex/. En el periodo 2013 a 2017 se detectaron 28,736 tomas
ilegales en los ductos.
No solo es un problema grave para PEMEX, sino que ya se ha convertido
en un problema relevante de seguridad pública al vulnerarse una de las infraestructuras
más valiosas para la economía del país. La delincuencia organizada se ha
apoderado de este negocio ilícito y no solo son grupos de sicarios los que la
manejan, sino que involucran a comunidades enteras, incluso mujeres y niños, para
cometer estos delitos. Por si fuera poco, también se han diversificado últimamente
en el asalto a trenes para el robo de mercancía.
Pero no solo es la delincuencia organizada quien saquea a Pemex. Se han
despedido a decenas de malos trabajadores de Pemex por también estar dedicados
al robo dentro de las instalaciones de la empresa. Otros cómplices de los
delincuentes que extraen el combustible son las redes de gasolineros que venden
el combustible robado.
Al final de cuentas las pérdidas que absorbe PEMEX se ven reflejadas en
los precios a los que se vende la gasolina y los clientes de las gasolineras y
los contribuyentes, somos quienes acabamos pagando el robo y las ineficiencias
derivadas de la inseguridad.
Si se quisiera mejorar el precio de la gasolina, se podría empezar por
evitar los robos: desde los que ocurren en las bombas de las estaciones de
servicio hasta las perforaciones de ductos.
A la reforma energética le urge
una reforma que permita mejorar la seguridad pública y evitar el robo de
combustibles en toda la cadena de valor. Ojalá el gobierno del próximo
presidente esté dispuesto a combatir este cáncer que está destruyendo a la
industria petrolera y al país.
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