Por:
Octavio Díaz García de León
Para
consternación de México y de casi todo el resto del mundo (Rusia está feliz), este viernes 20 de enero tomó juramento
como el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos, Donald
John Trump, de 70 años de
edad. Ese país inaugura así una nueva era en la geopolítica mundial, especialmente
en la relación con su vecino del sur y la
noticia no es buena para
nosotros. Trump no se ha cansado de insultar a México
y a los mexicanos y amenazar a nuestro país con quitarnos empleos,
modificar el TLCAN para que Estados Unidos tenga más ventajas y con la
deportación de millones de personas indocumentadas. Pero no cabe duda que Trump y los americanos
que lo respaldan, por minoría que sean, están
en su derecho de decir lo que quieran. Nos toca a nosotros
defendernos.
Desafortunadamente las posibilidades de defensa son
muy reducidas. Tenemos una
economía tan dependiente de los Estados Unidos que nos hace muy vulnerables a los designios de ese país.
El 80% de nuestras exportaciones se han dirigido a ese país desde por lo menos
1993 y el 46% de las importaciones en 2016 provinieron de Estados Unidos.
(http://www.gob.mx/se/acciones-y-programas/comercio-exterior-informacion-estadistica-y-arancelaria) Lo mismo sucede con las remesas de
dinero y el turismo que en su mayor parte provienen de nuestro vecino del
norte. Tampoco
tenemos unas fuerzas armadas que nos permitan, ni modestamente,
presentar una defensa militar, como sí la tienen los chinos y otros países que
sí pueden plantear una defensa contra países más poderosos. Como decía en un
artículo anterior, los americanos no han invadido de nuevo a México simplemente
porque no quieren.
Nuestros problemas internos también nos
debilitan. El hecho
de que los niveles de inseguridad están creciendo, que el tráfico de drogas
hacia Estados Unidos
continúe en cantidades muy significativas, que el Estado mexicano no controle porciones del territorio nacional que se
encuentran en manos de la delincuencia,
que exista una corrupción rampante, haya una debilidad
institucional, que la economía esté frágil por los altos niveles de endeudamiento,
la inflación, el gasto excesivo del gobierno, la devaluación del peso y
otros males internos, no nos permite presentar un frente de defensa adecuado. Además,
nos encuentra divididos y con liderazgos debilitados.
No
que amenace con reaparecer el fantasma de 1847
ni que sea premonitorio que
el presidente de entonces sea homónimo del actual, pero nuestras debilidades hacen
recordar a esa época infausta. Desde luego no está en juego nuestro territorio porque las formas del colonialismo se
han civilizado, pero el daño que puede sufrir nuestro país puede darse en la
forma de una posible crisis económica de grandes proporciones y una crisis
humanitaria derivada de las
deportaciones. La gobernabilidad de nuestro país
se podría poner en riesgo.
La amenaza de Trump no es sencilla y le tocará enfrentarla
en estos dos años que le restan a la administración del presidente Peña. Si
bien los últimos tres cancilleres no han tenido ninguna experiencia
diplomática previa,
esperamos que el actual no se precipite y conduzca la relación con Estados
Unidos de la mejor manera posible, aunque llega a la mesa de negociaciones con
un país debilitado y con pocas fichas para negociar.
Nos
enfrentamos a un escenario inédito
para las últimas cuatro
generaciones de mexicanos. Desde la última vez que intervinieron los Estados
Unidos en nuestro país allá por la década de los años veinte del siglo pasado,
México ha tenido una relación relativamente buena con nuestro vecino del norte.
Las amenazas de Trump, y hay todos los indicios de que las cumplirá, nos toman
mal preparados a pesar de que Trump dejó ver sus propósitos desde
mediados del 2015.
Por
décadas hemos escogido
ser el vecino débil del
sur y apostarle,
a partir de la firma del TLCAN, a las buenas intenciones y la buena
voluntad del vecino del norte mediante una cada vez mayor integración con ese
país. Nos toma ahora por sorpresa esta nueva tendencia de las naciones
desarrolladas que quieren aislarse, porque
la economía globalizada no ha cumplido las expectativas de toda su población.
México ha renunciado a jugar un papel
geopolítico relevante
desde que se derrumbó el Imperio de Iturbide. La invasión francesa y el Imperio de
Maximiliano nos volvió a poner en el teatro del mundo para contrarrestar el
creciente poder de los Estados Unidos pero la caída de este imperio nos borró
del mapa geoestratégico, como posible potencia regional, para ponernos en la órbita de los Estados Unidos. Esta podría ser la oportunidad para
cambiar esa situación.
Trump es el espejo que nos muestra nuestras debilidades, carencias y
dependencia. Ojalá que también sirva para mostrarnos nuestras fortalezas
y de lo que somos capaces. Estados Unidos con Trump a la cabeza, estará
construyendo su muro de la soledad, cortando
el cordón umbilical para dejarnos navegar solos.
Que mejor oportunidad
para poner en orden la casa y salir adelante por nosotros mismos.
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Twitter: @octaviodiazg
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