@octaviodiazg
En
una época lejana en el futuro, donde las casas y todas las construcciones son resistentes al fuego, la profesión de bombero no ha desaparecido. Pero su nuevo
trabajo tiene más que ver con cómo se escribe la palabra bombero en inglés: “Fireman” u “hombre de
fuego”. Porque su tarea ahora es prender fuego a los libros junto con las casas
donde los encuentre y a veces con todo y las personas que se encuentran adentro.
Tal es la historia que nos cuenta Ray Bradbury en su famoso libro “Fahrenheit
451”. En la época en la que se desarrolla la historia, la
lectura de libros está prohibida y cuando las fuerzas de seguridad descubren
alguno debe ser quemado por los bomberos, e incluso sus cenizas vueltas a
quemar. Los libros son peligrosos porque hacen pensar a la gente y eso es malísimo para quien gobierna ese
país del futuro. Para estos gobernantes la felicidad es la uniformidad, la
conformidad con el estatus, el obedecer las directrices del gobierno y para
ello requieren que la gente no piense; para lograrlo cuentan con
televisores de pared a pared que
se encuentran en todas las casas y que
solo transmiten programas idiotizantes. Leer libros es muy peligroso pues hace
pensar a las personas y eso los hace improductivos, anormales y potencialmente
peligrosos para el gobierno de ese país distópico.
Pero
esa tentación de destruir libros no se da sólo en libros de ciencia ficción. A
lo largo de la historia ha habido grandes destrucciones de libros. En un tweet de @Amazing_Maps acompañado de una infografía, se muestran las
mayores destrucciones de información en la historia. Por ejemplo, la destrucción
de 16 millones de libros de las bibliotecas polacas durante la segunda guerra
mundial; la destrucción de 10.5 millones de libros de las bibliotecas alemanas
durante el régimen Nazi; la destrucción de la Biblioteca de la Universidad
Nacional de Bosnia-Herzegovina con 1.5 millones de libros en 1992; la destrucción
de la Biblioteca Nacional de Irak con 500,000 libros en 2003. Más cerca de
casa, tenemos la destrucción que
hicieron los conquistadores españoles quemando más de 20,000 códices mayas en
1562.
Para
los poderes fácticos que solo piensan en
mantener sus privilegios y que desean suprimir aquella información que
les pueda representar una amenaza, nuestra época ofrece paradójicamente grandes
oportunidades de generar información y conocimientos nuevos que los amenacen y
a la vez enormes posibilidades para destruirlo.
Los libros de papel tienden a desparecer
reemplazados por dispositivos de almacenamiento electrónico u óptico. Si antes
los libros duraban físicamente unos pocos siglos, ahora los dispositivos de
almacenamiento en que se guardan hacen
que la información sea más efímera. Por
ejemplo, intenten leer un disco magnético de 5 ¼ pulgadas; a pesar de que no
tienen más de 40 años de edad, la información que contenían ya se perdió ya sea
porque el medio magnético perdió sus
propiedades o bien porque ya no hay
dispositivos para leerlos. Lo mismo
sucede con los CD’s y los DVD´s que están en vías de extinción apenas 30 años
después de su invención y que han dado paso a dispositivos miniatura que se
conectan mediante puertos USB´s. En el caso de las grandes empresas, mucha de
la información almacenada en cintas magnéticas
ya tampoco puede leerse por haberse borrado o por la obsolescencia de
los programas y computadoras con las que se almacenaron. Hoy la tendencia es
que la información y su procesamiento estén en “La Nube”, que no es más que enormes
“granjas” de computadores y dispositivos de almacenamiento cada vez más ajenos
y distantes de los dueños de la información.
Cada
año se genera más información que en toda la historia previa de la humanidad y
el medio para almacenarla y transmitirla ya no es físico como el papel sino
digital (Textos, imágenes, video, gráficas, planos, música, partituras), la cual está accesible mediante internet y es almacenada en dispositivos
ópticos y magnéticos cuya permanencia y durabilidad es menor que otros medios
físicos como el papel (O la piedra o los papiros o las tabletas de arcilla que
han durado siglos). Además todo este
almacenamiento, procesamiento y transmisión de información está concentrado en unas pocas empresas, las cuales
como ya lo demostraron las revelaciones de Edward Snowden, son susceptibles de ser intervenidas por cualquier
gobierno ya sea para efectos de espionaje de la población o para censurar la
información. El sueño de los dictadores (Con cualquier disfraz democrático) de desaparecer
todo el conocimiento que les estorbe está más cerca hoy en día que en la época
de Hitler y Stalin.
Si
Ray Bradbury escribiera su distopia ahora, 60 años después de la publicación de
“Fahrenheit 451”, sus “bomberos” serían hackers dedicados a borrar cualquier
información que no fuese aceptable de todas las computadoras, teléfonos,
dispositivos USB y tabletas de las personas. La quema de libros digital sería
mucho más simple: Virus informáticos los destruirían. Toda la información
residente en “La Nube” estaría censurada y controlada. Incluso los disidentes
si los hubiera, ya no podrían memorizar los libros antes de que se destruyeran
como en esa novela, ya que la idiotización de nuestros días ha llevado a la
pérdida de la capacidad para memorizar.
Vivimos
la paradoja de la explosión del conocimiento y la información junto con mayores capacidades de empresas y gobiernos
para intervenirla, censurarla e incluso
destruirla. Tenemos que aumentar nuestras bibliotecas personales y protegerlas
de la destrucción no dejando en manos de empresas o gobiernos que decidan por
nosotros cual información sobrevivirá.
Bibliografía:
1. "Fahrenheit 451". Ray Bradbury.
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