@octaviodiazg
Nos
topamos en nuestro país por todas partes con disparidades. México es un país de
grandes contrastes reflejo de un desarrollo imperfecto. Desde un punto de vista
estadístico, en el promedio parece que no estamos tan mal pero hay extremos
lacerantes que no muestran los promedios. ¿Qué podría explicar tanta
disparidad? Detrás de algunos de los contrastes que observamos en nuestro país
subyace un fenómeno de corrupción.
Nuestro
territorio tiene una gran diversidad geográfica. Partiendo de los grandes
desiertos del norte, pasando por el altiplano, seguido por las partes bajas
tropicales y terminando en el sur y
sureste con selvas y grandes ríos. Hacia
el norte colindamos con la potencia más grande del mundo y al sureste con una de las regiones más
pobres del planeta. Tenemos la mayor concentración de población a dos mil
metros de altura donde escasea el agua y a la que tenemos que alimentar
trayendo mercancía de todos los lugares del país. Tenemos miles de kilómetros
de litorales que dan a los dos grandes océanos: el Pacífico y el Atlántico. (Teniendo todo para tener una gran vocación
marítima, tenemos una marina insignificante.
Las élites se refugian en el altiplano y mantienen en el olvido uno de
los mayores valores geoestratégicos de nuestro país. Que mejor ejemplo el hecho
de que la Secretaría de Marina tenga su sede en instalaciones magníficas justamente donde no hay mar: en la Cd. de
México, cuando su sede debería estar en Veracruz o en Acapulco, cunas de
nuestra perdida vocación marítima). Tenemos
la posibilidad de construir un canal interoceánico en Tehuantepec que nos
podría catapultar como potencia marítima y comercial pero no hay nadie con la
visión para impulsarlo. La variada geografía de nuestro territorio nos da
ventajas envidiables aunque también carencias. Hay recursos naturales gracias a
la variedad de climas para todo tipo de
cultivos y bosques; el subsuelo nos da minerales, petróleo y gas. Tenemos agua, solo
que está mal distribuida y no sabemos cómo llevarla a los desiertos o evitar
las grandes inundaciones en las zonas húmedas.
También
hay contrastes producto de lo que hemos construido. Basta viajar un poco por
nuestro país para observar discrepancias extraordinarias. Hacerlo por las
carreteras de cuota que se volvieron carísimas a raíz de su quiebra por
corrupción y malos manejos en 1995 o por las carreteras libres destruidas e
inseguras. Podemos observar la miseria urbana en la parte oriental de la zona
metropolitana de la Cd. de México en contraste con los riquísimos desarrollos
en el poniente de la ciudad. La inviabilidad vial de la Cd. de México que
carece de vías rápidas por más que construyan segundos pisos contrasta con las vías rápidas de ciudades como Aguascalientes,
San Luis Potosí y otras ciudades medias que han sabido ganar la carrera a la
explosión en el crecimiento de vehículos. O bien el crecimiento de ciudades
como Morelia que crecieron apeñuscadas, desordenadas, sin áreas verdes o
recreativas, sin vías rápidas, gracias a
la ineficacia y corrupción de sus autoridades, en contraste con ciudades en
mejores condiciones como Guadalajara o Querétaro. Podemos observar la
productividad y el desarrollo agrícola en la zona del Bajío contrastando
con la miseria de la sierra de Oaxaca,
Chiapas y Guerrero.
Hay
otros contrastes. Universidades de primera clase y millones de alumnos de escuelas primarias con bajísimos
niveles de aprendizaje, secuestrados por intereses sindicales. Hospitales al
nivel de los mejores del mundo con
equipamiento y tecnología avanzada y carencia de clínicas y servicios básicos de
salud en zonas rurales y urbanas marginadas. Conviven el hombre más rico del
mundo y más de 50 millones de mexicanos en pobreza. Cinco millones de micro, pequeñas
y medianas empresas - la gran mayoría en
la informalidad - sobreviven en gran
medida gracias a la corrupción y por
otro lado, empresas que han formado oligopolios en casi todos los sectores, construidas
a base de favores y prebendas.
En
materia de seguridad también hay grandes contrastes provocados por la
corrupción. Existen ciudades como Mérida que se encuentra entre las más seguras
del mundo o lugares como Cd. Juárez, Tijuana, Nuevo Laredo o Culiacán en donde ha llegado a haber las tasas de asesinatos más altas del mundo. Hoy están en estado de guerra los estados de
Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Tamaulipas y Estado de México y en completa paz
Yucatán y Aguascalientes.
En
materia de gobiernos también hay grandes contrastes. Estados fallidos con
autoridades corrompidas e incapaces como
Tamaulipas, Guerrero, Michoacán y Oaxaca en contraste con gobiernos como el de
Yucatán y Guanajuato. Ejemplos hay
muchos y los encontramos por doquier. Nuestro país tiene un desarrollo muy
disparejo. Conviven en espacios adyacentes, miseria y riqueza, salud y
enfermedad, sabiduría e ignorancia, desarrollo
impresionante y atraso abismal. Los
programas asistenciales que se han intentado por décadas como “Solidaridad” y
luego “Oportunidades” no han servido para cerrar la brecha social y han sido
propicios para la corrupción.
Desafortunadamente
el combate a la corrupción no es
prioritario ni para el gobierno ni para la sociedad como lo demuestra la
congelación en el Congreso de la iniciativa para crear la Comisión Nacional
Anticorrupción. Mientras no acabemos con la corrupción difícilmente México
dejará de ser un país de contrastes que lastiman.
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