24 de abril de 2014

LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL EN 2018 Versión Revista Dínterés




@octaviodiazg

      Apenas llevamos un poco más de un año de gobierno del presidente Peña y no  llegan todavía los primeros logros de su gobierno. Los secretarios están terminando de adaptarse a sus nuevos puestos,  y las maquinarias de sus dependencias por fin dan los primeros pasos en firme después de un primer año de titubeos. Por ello, amables lectores,  quizá encuentren muy anticipado el tema de este artículo.  Pero la realidad es que quienes desean ser presidentes empiezan a trabajar en sus proyectos con muchos años de anticipación. También la forma de pelear por la presidencia ha cambiado. En la época del dominio absoluto del PRI, la lucha por la presidencia era soterrada y palaciega. Los presidentes en turno sopesaban a sus colaboradores, los ponían a competir, jugaban con ellos y designaban a su sucesor. 

       A partir de la elección de  1988 cambió la situación. El Ing. Cárdenas, después de toda una vida de militancia en el PRI,  cansado de la vieja práctica del “dedazo” que se oponía a sus ambiciones, prefirió salirse de ese partido y formar el propio - el PRD - para competir como candidato a la presidencia. El PAN también presentó a un candidato competitivo ese año. Todos sabemos el resultado, pero la elección de 1988 presagió lo que afortunadamente ya se ha vuelto práctica normal: unas reñidas elecciones en donde no está predeterminado nada y cualquiera puede ganar. El proceso culminó en  2000 cuando ganó por primera vez - desde la elección de Madero - el candidato que no era del oficialismo. Para ello,  el presidente Fox trabajó por lo menos con seis años de anticipación,  desde la plataforma que le daba ser gobernador del  estado de Guanajuato para armar una candidatura fuerte que le permitió desplazar al PRI de los Pinos. El presidente Peña repitió la receta desde su gubernatura del Estado de México para sacar al PAN de Los Pinos, con siete años de trabajo anticipado. Algo similar intentó hacer López Obrador, usando como plataforma de lanzamiento, sus seis años al frente del gobierno del Distrito Federal  y estuvo a punto de lograrlo. El caso del presidente Calderón fue diferente. Inició su campaña  tres años antes de la elección a partir de que renuncia como secretario de estado. No solo pasó por encima de la voluntad del presidente Fox, sino que venció al candidato favorito –López Obrador - que unos cuantos meses antes de la elección llevaba una delantera impresionante.

      Para el 2018 veamos como están los prospectos. Por el lado del PRI, creo que será el presidente Peña quien designe a su candidato. El PRI no se parece al PAN, así que no habrá sorpresas como las de Calderón o la de Vázquez Mota que se impusieron a la voluntad de los presidentes en turno.  Será raro que se repita el fenómeno de Eruviel Ávila que se logró imponer al candidato  del entonces gobernador Peña.  Si va a ser por designación, el candidato permanecerá en la oscuridad, trabajando la intriga palaciega y no arriesgando a dar la cara más de lo debido. Por otra parte, si fuera un gobernador del PRI, dará la cara y hará una campaña abierta pero  solo si el presidente Peña está de acuerdo. Nadie se atreverá a moverse sin “línea”. En este momento hay dos candidatos claramente perfilados: el Secretario de Gobernación, Osorio Chong y el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray.  El desgaste en el área de Gobernación hace dudar si el actual secretario llegará hasta entonces, aunque hay precedentes recientes como el de Santiago Creel que salió de Bucareli a buscar la candidatura presidencial.  Por su parte el Secretario de  Hacienda está más protegido del golpeteo político y tiene en sus manos un instrumento clave: la “presupolítica”, que  es la capacidad de asignar presupuesto no solo a los proyectos de la burocracia federal y así recabar favores entre sus pares, sino también obtener  la buena voluntad y apoyo de diputados, senadores, gobernadores, presidentes municipales de todos los partidos y otros “clientes” de la clase política como empresarios y sindicatos. En contraste el Secretario de Gobernación,  para cortejarlos, no le queda más  que recurrir a su encanto o a la fuerza. Así pues,  el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray,  se perfila con ventajas para presentarse ante al presidente Peña como el candidato con más posibilidades de ganar y obtener la designación para ser el candidato del PRI.

      Por el PRD aparece Marcelo Ebrard, si es que sobrevive al “Metrogate” de la Línea 12. Quizás el Ing. Cárdenas no quiera ser candidato por cuarta ocasión pero no hay que descartarlo y el que es seguro que estará allí, con PRD o sin él, es López Obrador. La grisura del actual Jefe de Gobierno del D.F., Miguel Ángel Mancera, no lo hace un candidato atractivo pero seguramente tendrá los medios y la plataforma para crear su propia candidatura. Finalmente los gobernadores del PRD son impresentables. En una movida sorpresa, el Presidente Peña podría rebasar al PRD por la izquierda al designar a la Secretaria de Desarrollo Social,  Rosario Robles, ex presidenta del PRD,  como candidata del PRI,  ya que para entonces la Secretaria se habrá cansado de repartir apoyos y obtener voluntades políticas a través de los programas sociales. Hay que recordar que el Presidente Salinas de Gortari colocó en esa Secretaría a su candidato Colosio y esto viene a cuento porque son muy importantes los paralelismos entre el gobierno del presidente Peña y el del presidente Salinas así que no hay que descartar esta opción.  Así que para el PRD, la perspectiva es poco alentadora.

       Menos alentadora aún es para el PAN. Cualquiera que gane la presidencia del PAN que está en juego en estos días, acabará por dividir más al panismo, porque no se ve ánimo de conciliar y lograr unidad. Tampoco el PAN tiene a un prospecto  carismático capaz de volver a sacar al PRI de los Pinos. Quizá podría ser  alguno de los gobernadores que  aún no han dado señales de que les interese y la sorpresa la podría dar Margarita Zavala, esposa del ex presidente Calderón,  si es que se decide pronto.


      No hay que descartar las sorpresas que da la vida y que el destino nos depare un personaje surgido de la nada que se convierta en el próximo presidente. Pero esto es poco probable ya que lo que se requiere es un trabajo político de muchos años como lo han demostrado los últimos tres presidentes. Lo malo es que las opciones para el electorado son pocas y desafortunadamente no se ven opciones que ayuden a la democracia.

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