7 de septiembre de 2013

¿SIRVE LA PLANEACIÓN?


 
     El proceso de planeación en el gobierno federal no ha sido muy eficaz porque ninguno de los planes se han cumplido en los últimos sexenios. Por lo menos es lo que dice el Dr. Macario Schettino en un artículo publicado en mayo pasado, y su conclusión es que el  Plan Nacional de Desarrollo (PND) de esta Administración no servirá para nada. La razón que da es que en un entorno sumamente cambiante no es factible lograr aquello que se planea con mucha anticipación y por ello el tener un proceso de  planeación con mucho detalle no es práctico y se pierde tiempo en su elaboración. Por ejemplo, en el sexenio del presidente Calderón, era imposible prever la crisis financiera mundial de 2008 y la pandemia de gripe H1N1 en 2009, lo cual echó abajo el plan escrito a inicios del sexenio. También nos recuerda en su artículo  que los planes detallados son resabios del positivismo del siglo XIX  que explicaba al mundo como si obedeciese a leyes claras y que los planes gubernamentales son un resabio de los planes quinquenales que tan estrepitosamente fracasaron en la Unión Soviética implantados a partir de 1928. México los imitó con un plan sexenal en 1933 pero fue hasta 1982 que se llevó a la Constitución la obligatoriedad de que los gobiernos en turno emitieran un plan sexenal, cuando en el resto del mundo han caído en desuso.

      No coincido en todo con el Dr. Schettino ni creo que los planes sean inútiles. Es cierto que los planes no pueden preverlo todo y permanecer sin cambios cuando lo demás ya cambió. Pero considero que tienen una función normativa importante. La burocracia requiere planes, programas, indicadores, metas y calendarios  para darles dirección en sus actividades y sobre todo para hacerlos responsables de sus acciones. Los planes son como  un mapa de ruta más o menos detallado  para conducir los destinos de la burocracia al destino deseado. Siguiendo la analogía, los mapas no son dinámicos ni cambian las rutas cuando surgen tormentas u otros obstáculos en el camino, sino que son simples descripciones del terreno que hay que atravesar para llegar al destino deseado. Pero no cabe duda que son útiles. Sin claridad de a donde se quiere llevar la acción de gobierno, la  burocracia dejada sin planes y programas quien sabe para qué fines acabe trabajando.

     El proceso de planeación en el gobierno requiere pasar del PND, a los planes sectoriales, a los planes institucionales, a los planes por unidad administrativa y traducir todo ello en metas específicas para cada persona que trabaja en el gobierno lo cual resulta complejo. Sin embargo, lo más difícil no es eso,  sino lograr que se cumpla lo planeado y que los esfuerzos del personal de todos los niveles se orienten al cumplimiento de los objetivos allí asignados. Puede fallar la implementación del plan por causas externas debidas a  un entorno cambiante o bien por  incapacidad gerencial de los funcionarios responsables. Otra alternativa como estilo de dirección es empoderar a los funcionarios y dejarlos actuar según lo que consideren mejor para el país (y cuidar que no actúen por conseguir lo mejor para ellos a costa del país) pero aún no se sabe cómo hacer esto sin que resulte contraproducente.  

     Por todo ello la planeación es necesaria  para el gobierno federal, pero existen obstáculos serios para llevar a cabo un buen proceso de planeación. Por ejemplo, la Secretaría de Hacienda (SHCP) les pide a las instituciones que empiecen a preparar su presupuesto para el año siguiente en mayo. Las oficialías mayores coordinan el ejercicio entre mayo y julio para tener listo el presupuesto preliminar que consolida SHCP en agosto. Para esto, SHCP normalmente da “techos” presupuestales que impiden rebasar los presupuestos del año en curso. Esto ocasiona la producción de un presupuesto, en el mejor de los casos,  inercial.  En septiembre se entrega al Congreso y el Congreso lo aprueba en noviembre, habiéndole metido mano y hecho cambios que luego la burocracia no sabe cómo operar porque no es lo que solicitó.

     Los primeros años de gobierno son los perores. Por ejemplo el presupuesto de 2013 se negoció en la administración anterior y aunque los equipos de transición intervengan, es hasta que están en funciones los nuevos funcionarios que se dan una mejor idea de las necesidades de las instituciones de acuerdo a las nuevas directrices que van a implementar. El PND se publicó en mayo de 2013 cuando SHCP ya pedía el presupuesto de 2014. Este año será difícil ligar el PND con el presupuesto porque faltan los planes sectoriales que salen en noviembre y los institucionales que se publican en  2014. Por ello el presupuesto de 2014 tendrá un alto contenido inercial de tal forma que no será sino hasta 2015, cuando queden sólo 4 años de gobierno,  que presupuesto y planes estén más o menos  alineados.

     La realineación de planes,  programas y presupuesto se debe hacer cuando cambian el entorno y las prioridades; también se requiere que los presupuestos respondan a los planes y no al revés; pero no se puede dejar a la burocracia sin un plan, sin objetivos y metas claras porque sería  anárquico. Sin embargo el actual proceso de planeación y presupuestación gubernamental requieren una reingeniería mayor para que respondan mejor a las necesidades del país y dejen de ser sólo ejercicios inerciales y a veces inútiles.
  
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