18 de octubre de 2012

LECUMBERRI: LA CÁRCEL MODELO




     El Palacio de Lecumberri, construido a fines del siglo XIX e inaugurado en septiembre de 1900 por  el Presidente Porfirio Díaz,  fue una de las cárceles más avanzadas de su tiempo. Su arquitectura está basada en el concepto de panóptico propuesto por el inglés Jeremy Bentham en 1791 y puesta en práctica por primera vez en Estados Unidos y Francia a principios del siglo XIX.  Bajo  este concepto cada preso estaba aislado de los demás y en observación permanente por los guardias. Se pasa así de calabozos oscuros y aglomerados a un concepto de aislamiento con vigilancia constante y el cual  requiere pocos vigilantes.

      El Palacio de Lecumberri está formado por un edificio al frente que alberga al gobierno de la cárcel y siete galerías de celdas con dos pisos, construidas en forma de estrella convergiendo al centro a una torre de vigilancia. Desde esa torre se podían ver las puertas de todas las celdas de la prisión porque las galerías están construidas en dos  líneas que convergen ligeramente  hacia el fondo. Tenía 804 celdas, cocina, talleres, servicio médico y panadería. Originalmente cada celda albergaba a un solo preso. La celda tenía dos ventanas, una mirando hacia el exterior y otra hacia la torre con lo cual estaba muy bien ventilada, tenía una cama y un sanitario. Este original WC no tenía palancas ni cadenas para remover los desperdicios, para evitar que los presos las usaran para otros propósitos,  sino que un sistema automático limpiaba todos los baños de la prisión cada cierto tiempo. Tenía además dos patios de ejercicio al aire libre en donde los presos realizaban sus ejercicios en una celda aislada. El aislamiento era parte muy importante de este concepto de  cárcel modelo.

     La prisión como castigo es una innovación del siglo XIX. Antes de eso, como menciona  Michel Foucault  en su libro “Vigilar y Castigar”,  los castigos eran de otro tipo. En Francia en 1670 eran por orden de importancia: “La muerte, el tormento…, las galeras…, el látigo, la retractación pública, el destierro”. Más aún, menciona 13 tipos de pena de  muerte todas sumamente crueles. Hacia el siglo XIX  se van erradicando los castigos corporales hasta  predominar  la prisión como  pena. 

     Esta tendencia alcanza a nuestro país y así es que se construye la cárcel de Lecumberri  y que sustituye a la  cárcel de Belén que tenía calabozos oscuros y presos hacinados. Con el pasar de los años, Lecumberri se fue deteriorando debido al  hacinamiento, la corrupción, la arbitrariedad de las autoridades y la falta de interés en los presos, lo cual  le llevó a ganarse una triste fama. El crecimiento en la población de presos contribuyó a su deterioro llegando a tener hasta 3800.

      En este lugar hubo muchos presos famosos: presos políticos como Francisco Villa y Heberto Castillo. También estuvieron allí los líderes del 68, los líderes comunistas, los líderes del movimiento ferrocarrilero, el muralista David Alfaro Siqueiros quien dejó allí  unos paneles pintados como escenografía para una obra de teatro y el escritor  José Revueltas que escribió la novela “El Apando” que así se llamaba la celda de castigo en esta prisión. Por cierto muchos de ellos fueron acusados del delito de disolución social el cual estuvo vigente de 1941 a 1970 y que fue usado por los regímenes en turno para encarcelar a sus opositores. También estuvieron presos allí asesinos famosos como Goyo Cárdenas, universitario y asesino serial  de mujeres.

     Hoy en día, pese a la construcción de nuevas cárceles federales, las prisiones en México tienen condiciones similares a los que en su peor momento tuvo Lecumberri.  Si lo que se pretende es el reducir la criminalidad, las cárceles han fracasado. Peor aún, se han convertido en universidades del crimen en donde se entrena a delincuentes que cada vez se vuelven peores.  Foucault documenta las deficiencias que ya se presentaban en Francia alrededor de 1830 en las prisiones y de su fracaso para reducir la criminalidad. Dice que es notable que  desde hace casi 200 años “la proclamación del fracaso de la prisión haya sido siempre acompañada de su mantenimiento”. En México no tenemos mejores respuestas.  La teoría dice que las prisiones deben ser centros de readaptación social pero no tenemos ningún indicador que nos diga si ese objetivo se cumple. Más bien tenemos todos los indicios en contrario. Quienes pasan por allí adquieren tal resentimiento contra la sociedad que salen a delinquir una vez en libertad con conocimientos y relaciones criminales que los vuelven más temibles.

      Es tiempo de buscar otras alternativas al encierro de delincuentes. Está por ejemplo la castración química a los violadores; la prisión domiciliaria con pulseras electrónicas. También es necesario  mejorar los sistemas de impartición de justicia para que solo vayan presos los delincuentes peligrosos. Quizá a la manera de lo que menciona la novela “Naranja Mecánica” del escritor inglés Anthony Burguess,  se deberían buscar mecanismos de modificación de la conducta que impidan la reincidencia a los delincuentes.  Por lo que respecta al Palacio de Lecumberri, en 1976 finalmente se cierra la penitenciaría y a partir de 1982  alberga al Archivo General de la Nación.

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1. Ver una entrada anterior en este mismo Blog. "Castigar o Readaptar a los Criminales" de julio de 2011.
2. "Castigar y Vigilar" de Michel Foucault.
3. "Clockwork Orange" de Anthony Burguess.
4. La página del Archivo General de la Nación y entradas en Wikipedia.


Es posible que los penalistas y que se dedican a estos temas hayan visto el problema de la falta de resultados que da la prisión. Lo que valdría la pena es buscar otras alternativas si partimos de la premisa de que lo que se quiere no es castigar al delincuente sino evitar que vuelva a delinquir y se reinserte a la sociedad. Creo que la visión predominante es que debe ser un castigo. También que tenga un efecto disuasivo en los delincuentes potenciales.

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