22 de julio de 2024

EL ATENTADO CONTRA TRUMP

 

Por: Octavio Díaz García de León


    Gran conmoción causó el atentado en Pensilvania que estuvo a punto de costarle la vida al expresidente y ahora candidato presidencial Donald Trump. En la memoria de los americanos permanecen vivas las imágenes del asesinato del presidente Kennedy, el atentado contra el presidente Reagan y el homicidio del candidato presidencial Robert Kennedy.  

   Parece que la agresión pudo afectar emocionalmente al candidato Trump. Quizás en su fuero interno se cuestione si en su lucha constante por tener poder solo por tenerlo, (porque no se vio que haya hecho buen uso de él)  vale la pena perder la vida.  Falta ver si los servicios de protección pueden salvarle en caso de que haya futuros atentados. En este caso fallaron lamentablemente y solo la suerte de voltear la cabeza en el momento justo,  evitó su muerte.

   Estados Unidos está pasando por momentos de polarización extrema.  La división entre los ciudadanos de este país amenaza a sus instituciones. Ya Trump intentó dar un golpe de estado al no reconocer que perdió las elecciones en 2020 y azuzar a sus huestes a tomar el Capitolio y a asesinar al vicepresidente Mike Pence, quien corrió grave peligro en esa asonada.

   Por lo pronto,  este intento de asesinato le dio un impulso espectacular a la campaña de Trump al convertirlo en mártir y forzó al presidente Biden a renunciar a su candidatura. Por ello, no han faltado las teorías conspiratorias para decir que fue un autoatentado, aspecto descartable ante lo cerca que estuvo de perder la vida.

   Al momento de escribir estas líneas se sabe poco del tirador que fue muerto unos instantes después de disparar y no están claras las motivaciones de este joven de 20 años, republicano, aparentemente normal y a quien lo echaron de un club de tiro con rifle por ser pésimo tirador. Si fracasó por centímetros en su intento,  está claro que no era tan mal tirador.

   Hasta hace pocas décadas lo normal eran los atentados y asesinatos contra gobernantes. Si nos remontarnos hacia atrás en la historia encontramos que este fenómeno era muy común. Por ejemplo, se recuerda el asesinato de Julio César y de varios emperadores romanos; en la Edad Media la forma más frecuente de acceder a un trono era matando al rey en funciones. Más recientemente, a finales del siglo XIX y principios del XX,  hubo muchos atentados contra gobernantes.

   Después de la Segunda Guerra Mundial,  la política ha traído formas más pacíficas de resolver los cambios de gobierno y por eso no dejan de llamar la atención estos acontecimientos recientes donde se asesina a políticos como el ex primer ministro Shinzo Abe en Japón o como el atentado contra Robert Fico, Primer Ministro de Eslovaquia. Pero en general, en el mundo civilizado, este tipo de sucesos son excepcionales, porque se han encontrado vías democráticas para resolver los desacuerdos entre mayorías y minorías.

   En México se recuerda el asesinato del entonces candidato presidencial Luis Donaldo Colosio o más recientemente, el atentado que sufrió el ex Secretario de Seguridad Ciudadana de la Cd. de México y próximo Secretario de Seguridad federal, Omar García Harfuch.

  Pero la violencia política en México está desbordada. No contra grandes personajes,  sino en perjuicio de actores locales.  En el proceso electoral de este 2024,  fueron asesinados por lo menos 30 aspirantes, precandidatos y candidatos. Desafortunadamente este fenómeno se debe no a cuestiones ideológicas sino a disputas territoriales de la delincuencia organizada.

   Por lo pronto, las campañas en Estados Unidos nuevamente tendrán a México como protagonista. Estas se enfocarán a fomentar el odio contra los indocumentados que ingresan por la frontera sur de Estados Unidos; acusarán a México por robo de empleos derivado del T-MEC;  y amenazarán usar la fuerza militar para combatir a los carteles de la droga en territorio mexicano,  ya que el problema de consumo de drogas en Estados Unidos es ya una emergencia nacional.  

   Todo ello por la incapacidad de nuestro país para resguardar su frontera sur, generar empleos suficientes, proporcionar seguridad pública, educación y servicios de salud, entre otros, para evitar la emigración de nuestros compatriotas en busca de mejores oportunidades y calidad de vida.

   También por la incapacidad para combatir a los cárteles de la delincuencia quienes trafican drogas con impunidad y se han convertido en gobiernos de facto en buena parte del territorio nacional, imponiendo gobernantes y corrompiendo a las autoridades encargadas de combatirlos.

   De endurecerse la posición de Estados Unidos contra México, podremos esperar una intervención cada vez mayor de nuestros vecinos en asuntos internos de nuestro país. Si eso ayuda a solucionar problemas que México no puede resolver,  gran parte de los mexicanos les estará agradecido. Pero si esa intervención es perjudicial, ojalá que el nuevo gobierno federal pueda resolverlos antes.

8 de julio de 2024

LÍDERES DISFUNCIONALES

  

Por: Octavio Díaz García de León


    ¿Personas mayores de 75 años pueden gobernar a un país? Esta pregunta se ha convertido en el centro del debate en la competencia presidencial de Estados Unidos.  Reconociendo que hay personas de esa y más edad que están muy lúcidos y con buena salud, también es cierto que el envejecimiento causa un desgaste natural, no solo en capacidades físicas,  sino también mentales.

     La expectativa de vida ha venido aumentando en las últimas décadas por lo que el número de personas de más de 80 años está aumentando. Esta tendencia se irá incrementando de tal forma que vidas milenarias serán posibles dentro de unas cuantas generaciones.

    Pero hay que tomar en cuenta que en el envejecimiento hay una disminución de las capacidades físicas y mentales de las personas. Por ejemplo, la reducción del tamaño del cerebro lo cual afecta a la memoria.  Existen también enfermedades propias de la edad avanzada como el Alzheimer, enfermedad que sufrió Ronald Reagan ya como presidente,  o el Parkinson que sufrió el Papa Juan Pablo II.

    En México, la gran mayoría de presidentes han iniciado su mandato con menos de sesenta años. Son muy pocos los  sexagenarios:  hubo cuatro en el siglo XIX;  dos en el XX: Huerta y Ruiz Cortines;  y dos en el XXI: AMLO y Sheinbaum.  

   Pero la edad nunca debe ser el único factor a considerar cuando se trata de seleccionar a quien debe dirigir un gobierno o empresa. Hay líderes jóvenes con muy mala salud física o mental o con muy poco talento para el puesto que ocupan.

    Un líder, ya sea que vaya a dirigir a una empresa o a encabezar un gobierno, requiere de una serie de competencias, conocimientos, condición física y salud mental que le permita atender los retos de su puesto.

     La iniciativa privada suele ser muy cuidadosa en sus procesos de selección, especialmente para los puestos más elevados y verifica todo lo anterior en los candidatos, aunque a veces fallan en la parte de salud mental,  pues es frecuente encontrar en puestos elevados directivos con problemas mentales.

   Por ejemplo, Elon Musk padece de autismo.  Eso no le impidió sacar adelante proyectos que parecían imposibles,  como su programa de cohetes espaciales reusables. Algo similar ocurría con Steve Jobs, otro de los genios empresariales,  quien padecía trastorno obsesivo compulsivo y narcisismo. 

   Por su parte, en el gobierno no hay un proceso de selección de ese tipo, por lo que   llegan a puestos de muy alta responsabilidad personajes que no tienen los perfiles o salud adecuados.

   Tenemos el caso del presidente López Obrador quien sufrió infartos antes y durante su mandato, entre otros problemas de salud. Por otro lado, respecto a su salud mental,  se ha cuestionado algunos aspectos de su comportamiento pero no está claro si es por astucia política o por disfunción mental.

    En cuanto a la nueva presidenta, no se sabe nada sobre su salud física y mental. Durante la campaña presidencial se evidenció el sobrepeso de la candidata de la oposición y la delgadez de la ganadora. Ambas fueron capaces de soportar una intensa campaña por lo que es de suponer que su salud física fue la adecuada, pero desconocemos si su salud mental es buena.

   Si bien en las empresas es posible que comportamientos psicopáticos de sus líderes les permitan lograr resultados extraordinarios, también las pueden llevar a la quiebra. En el caso de países, tener líderes psicópatas es un grave riesgo. Por ejemplo, Hitler, con su odio enfermizo hacia los judíos asesinó a más de 6 millones; Stalin con su paranoia, mató a cerca de 20 millones de sus ciudadanos; y Mao con su apego obsesivo a ideologías disfuncionales, causó decenas de millones de muertes a sus gobernados. Más cercanos a nuestro tiempo, líderes con patologías narcisistas como Trump, Erdogan, Orban, Putin y otros,  son un peligro para la democracia y pueden ocasionar guerras civiles o guerras contra otras naciones. 

    Estos personajes causan daños incalculables a países o negocios si estos no cuentan con una gobernanza que incluya fuertes equilibrios internos. Desafortunadamente,  muchos de estos líderes no tienen contrapesos suficientes y tratan de desmantelarlos para someter a todos a su voluntad, porque uno de sus rasgos suele ser el autoritarismo. Si a eso le agregamos una corte de sicofantes, entonces podrán llevar a cabo las peores locuras contra países y empresas.

    El problema no es necesariamente la edad avanzada, sino el estado de salud mental y física, y las aptitudes que tengan los líderes.  Por ello, en cualquier gobierno o empresa,  los dirigentes o quienes aspiren a serlo,  deberían someterse a exámenes rigurosos de inteligencia, capacidades, salud mental, salud física y control de confianza,  para que sean un factor de decisión en el proceso de selección para ocupar un puesto. De no ser así, países y empresas se pueden llevar sorpresas muy desagradables.