Por: Octavio Díaz García de León
¿Personas mayores de 75 años pueden gobernar a un país? Esta pregunta
se ha convertido en el centro del debate en la competencia presidencial de
Estados Unidos. Reconociendo que hay personas
de esa y más edad que están muy lúcidos y con buena salud, también es cierto
que el envejecimiento causa un desgaste natural, no solo en capacidades físicas,
sino también mentales.
La expectativa de vida ha venido
aumentando en las últimas décadas por lo que el número de personas de más de 80
años está aumentando. Esta tendencia se irá incrementando de tal forma que
vidas milenarias serán posibles dentro de unas cuantas generaciones.
Pero hay que tomar en cuenta que en el envejecimiento hay una disminución
de las capacidades físicas y mentales de las personas. Por ejemplo, la reducción
del tamaño del cerebro lo cual afecta a la memoria. Existen también enfermedades propias de la
edad avanzada como el Alzheimer, enfermedad que sufrió Ronald Reagan ya como
presidente, o el Parkinson que sufrió el
Papa Juan Pablo II.
En México, la gran mayoría de presidentes han iniciado su mandato con
menos de sesenta años. Son muy pocos los
sexagenarios: hubo cuatro en el siglo XIX; dos en el XX: Huerta y Ruiz Cortines; y dos en el XXI: AMLO y Sheinbaum.
Pero la edad nunca debe ser el único factor a considerar cuando se
trata de seleccionar a quien debe dirigir un gobierno o empresa. Hay líderes jóvenes
con muy mala salud física o mental o con muy poco talento para el puesto que
ocupan.
Un líder, ya sea que vaya a dirigir a una empresa o a encabezar un
gobierno, requiere de una serie de competencias, conocimientos, condición
física y salud mental que le permita atender los retos de su puesto.
La iniciativa privada suele ser muy cuidadosa en sus procesos de
selección, especialmente para los
puestos más elevados y verifica todo lo anterior en los candidatos, aunque a
veces fallan en la parte de salud mental, pues es frecuente encontrar en puestos
elevados directivos con problemas mentales.
Por ejemplo, Elon Musk padece de autismo. Eso no le impidió sacar adelante proyectos que
parecían imposibles, como su programa de
cohetes espaciales reusables. Algo similar ocurría con Steve Jobs, otro de los
genios empresariales, quien padecía
trastorno obsesivo compulsivo y narcisismo.
Por su parte, en el gobierno no hay un proceso de selección de ese
tipo, por lo que llegan a puestos de muy alta responsabilidad
personajes que no tienen los perfiles o salud adecuados.
Tenemos el caso del presidente López Obrador quien sufrió infartos
antes y durante su mandato, entre otros problemas de salud. Por otro lado, respecto
a su salud mental, se ha cuestionado
algunos aspectos de su comportamiento pero no está claro si es por astucia
política o por disfunción mental.
En cuanto a la nueva presidenta, no se sabe nada sobre su salud física
y mental. Durante la campaña presidencial se evidenció el sobrepeso de la
candidata de la oposición y la delgadez de la ganadora. Ambas fueron capaces de
soportar una intensa campaña por lo que es de suponer que su salud física fue
la adecuada, pero desconocemos si su salud mental es buena.
Si bien en las empresas es posible que comportamientos psicopáticos de
sus líderes les permitan lograr resultados extraordinarios, también las pueden
llevar a la quiebra. En el caso de países, tener líderes psicópatas es un grave
riesgo. Por ejemplo, Hitler, con su odio enfermizo hacia los judíos asesinó a más
de 6 millones; Stalin con su paranoia, mató a cerca de 20 millones de sus
ciudadanos; y Mao con su apego obsesivo a ideologías disfuncionales, causó
decenas de millones de muertes a sus gobernados. Más cercanos a nuestro tiempo,
líderes con patologías narcisistas como Trump, Erdogan, Orban, Putin y otros, son un peligro para la democracia y pueden
ocasionar guerras civiles o guerras contra otras naciones.
Estos personajes causan daños incalculables a países o negocios si
estos no cuentan con una gobernanza que incluya fuertes equilibrios internos. Desafortunadamente,
muchos de estos líderes no tienen
contrapesos suficientes y tratan de desmantelarlos para someter a todos a su
voluntad, porque uno de sus rasgos suele ser el autoritarismo. Si a eso le
agregamos una corte de sicofantes, entonces podrán llevar a cabo las peores
locuras contra países y empresas.
El problema no es necesariamente la edad avanzada, sino el estado de
salud mental y física, y las aptitudes que tengan los líderes. Por ello, en cualquier gobierno o empresa, los dirigentes o quienes aspiren a serlo, deberían someterse a exámenes rigurosos de
inteligencia, capacidades, salud mental, salud física y control de confianza, para que sean un factor de decisión en el
proceso de selección para ocupar un puesto. De no ser así, países y empresas se
pueden llevar sorpresas muy desagradables.