24 de junio de 2024

ASPIRACIONES DE LA CLASE MEDIA

 

Por: Octavio Díaz García de León


    La clase media tiene la ilusión de que México sea un país desarrollado cuando al salir al extranjero o leer noticias de otros países, constata los avances de los demás.  Por ello, le frustra ver que pasan décadas y ese sueño nunca se alcanza. Así han transcurrido ya 200 años desde que México es independiente y no se logra estar al mismo nivel que los países más avanzados. Eso no quiere decir que no haya progreso, sino que no ha sido suficiente.

   Acostumbrada a una cultura del esfuerzo, la clase media quisiera cambiar al país pero no ha podido. Empezando por la política. Los partidos a los que ha apoyado no han satisfecho sus expectativas.

  Se pueden observar países que sin ser del primer mundo, nos llevan la delantera. Por ejemplo Turquía, que está atrayendo tanto turismo mexicano, tiene uno de los mejores aeropuertos del mundo y no se observa pobreza extrema. Por cierto, el arquitecto que hizo el aeropuerto de Estambul es tan prestigioso a nivel mundial como el que diseñó el de Texcoco. Pero se prefirió cancelarlo y construir el AIFA. Decisión que sigue siendo inexplicable para los usuarios del aeropuerto ya muy saturado y viejo de la Cd. de México, sobre todo después del enorme costo que representó cancelarlo (medio billón de pesos) sin ningún beneficio. 

   Otra ambición de la clase media es tener buen transporte de personas y de carga. Por ejemplo, tener trenes de alta velocidad como los que comunican Europa, China y Japón. En contraste, aquí se está construyendo un tren lento que le da la vuelta a la península de Yucatán para uso de unos pocos turistas, a un costo altísimo derivado de la corrupción y causando un gran daño ecológico. Lo que hace falta son ferrocarriles de alta tecnología que unan Ciudad de México con fronteras y puertos.  Porfirio Díaz los construyó hace mas de un siglo y desde entonces ningún gobierno ha tenido esa visión estratégica.

   Asimismo,  Porfirio Díaz compitió para realizar un canal interoceánico en el Istmo de Tehuantepec y al no poder hacerlo, construyó un tren entre Salina Cruz y Coatzacoalcos. Ciento veinte años después, se está relanzando el mismo proyecto de Porfirio Díaz, a pesar de que hoy se cuenta con la tecnología para hacer un canal que compita con Panamá,.  

   Carreteras de primer mundo son otra aspiración de la clase media, como las de Estados Unidos, las de Europa o las de Turquía. Las nuestras están en malas condiciones después de un sexenio en que no se les dio mantenimiento ni se amplió la red carretera, quedando las existentes saturadas. Además, son inseguras por los asaltos y los accidentes frecuentes. Las de cuota son muy caras y no están en buen estado.     

   La clase media busca la educación privada para sus hijos pues sabe que las escuelas públicas tienen grandes deficiencias, ya que la preparación que ofrecen no les permitirá a sus egresados tener empleos bien remunerados. A diferencia de la educación pública en países como Finlandia, Corea del Sur, Japón o Alemania que son de muy alta calidad.

   En cuanto a la salud, la clase media tiene gran temor a enfermarse y no poder atenderse dado el colapso del sistema de salud pública de México,  que hizo que la esperanza de vida se redujera 4 años en este sexenio. Mientras, en otros países el servicio es razonable y en muchos casos gratuito.

   Todos los mexicanos desean tener mejor seguridad en un país donde ocurren entre 80 y 100 asesinatos diarios y existe más de 97% de impunidad. Tener policías bien entrenadas y pagadas, que defiendan a la población y sea difícil de corromperlas,  como en los países avanzados o incluso como en El Salvador, es otra gran esperanza.

   Tener un Metro de calidad como los de las capitales europeas, el de Washington o Moscú es otra anhelo.  El Metro de la Ciudad de México está en ruinas por falta de mantenimiento y se ha vuelto peligroso por los accidentes que en él ocurren.   

   Por otra parte, para los estratos de menores ingresos su preocupación más grande es sobrevivir. Para ellos un subsidio del gobierno es suficiente para librar su realidad cotidiana. Pero también millones de estas personas huyen del país en busca de mejores oportunidades y calidad de vida en Estados Unidos. Como la clase media, también aspiran a vivir en un país desarrollado.   

   ¿Por qué otros países pudieron salir del subdesarrollo en unos pocos años como China, Japón, Corea del Sur o Singapur y México tiene dos siglos sin aproximarse siquiera?  

   Vivir en un país desarrollado seguirá siendo una aspiración de los mexicanos en las décadas por venir, porque incluso no hay consenso de que se quiera llegar a ser uno. Hay quienes prefieren que México sea como Cuba o Venezuela: extremadamente pobre y gobernado por dictadores.

 

10 de junio de 2024

EL POLÍTICO ANTIPOLÍTICO: CANALIZADOR DE RESENTIMIENTOS

 

Por: Octavio Díaz García de León

Para mis profesores y compañeros de la maestría.

     En la novela Rojo y Negro de Stendhal, el protagonista Julián Sorel es una persona resentida, llena de contradicciones e inseguridades. Proveniente de un medio social bajo, recibe una educación rudimentaria de manos de un clérigo. Destaca por ser capaz de recitar de memoria toda la Biblia en latín. Hazaña que,  en medio de la ignorancia que impera en su pueblo, lo hacen destacar. Pero Julián también ha leído a Bonaparte y Rousseau y se ha impregnado de ideas liberales que alimentan sus aspiraciones y sus rencores.

   Julián se convierte en preceptor de los hijos del alcalde, personaje rico del pueblo,  y se va a vivir a su casa. Aunque lo respetan como maestro,  para sus patrones no deja de ser un criado.  Ofendido por el trato de inferior que le dan,  su forma de vengarse es seduciendo a la esposa del alcalde; luego continúan sus aventuras repitiendo su comportamiento vengativo. Sin embargo, en su fuero interno, donde bullen las ideas de igualdad, lo que desea ardientemente es ser como ellos.

    Al final de la novela, a las puertas de la muerte, Julián se da cuenta de que todo aquello que ambicionó y por lo que luchó durante toda su vida, no valía la pena.  

   Hoy podemos identificar a muchos Julián Sorel en nuestra sociedad.  A pesar de que la situación económica de la mayor parte de la población ha venido mejorando, la gran masa no ve la panorámica completa del país y del mundo, sino lo inmediato de su realidad y esa no le pinta satisfactoria ante la imposibilidad de lograr sus metas.

   La sociedad está bombardeada por influencias que la incitan a actuar conforme a ciertas formas de vida y, sobre todo, a tener infinidad de cosas. Ello bajo el supuesto de que el alcanzar esos modelos de vida hará felices a todos.

   En esa carrera imposible de ganar a quien se observa es al vecino. Si este lleva ligera ventaja, produce envidia y resentimientos. A lo lejos, se observa a quienes rebasan la meta: modelos inalcanzables de vida, promovidos por influencers, artistas y por el incesante golpeteo de la publicidad y las noticias. El malestar se da por no tener las cosas o el estatus que los otros tienen, sin detenerse a preguntar si eso vale la pena o no.

   En esta dinámica de insatisfacción y resentimiento, siempre se está a la búsqueda de chivos expiatorios para ver quien tiene la culpa de que no se cumplan los deseos de esa mayoría insatisfecha. Los villanos favoritos suelen ser los políticos y a ellos se acostumbra echar la culpa de todo lo que está mal en el país y en el mundo. También existen otros culpables como los que piensan diferente, los muy ricos, los intelectuales o los disímiles.

   Esto lo han entendido muy bien los políticos modernos como Trump, aunque Hitler también lo entendió a la perfección. Por ello ha surgido el político antipolítico. Su habilidad para ganarse el favor de las masas resentidas consiste en presentarse como un no-político.

   El no-político esconde su mal gobierno echando la culpa a sus adversarios. Lo hace insultando a todo aquél que no lo apoye y atacando a los chivos expiatorios favoritos: a los políticos del pasado y de siempre, así sea él mismo un político del pasado, a los empresarios, a los intelectuales, a los periodistas que lo critican, a los contrapesos institucionales que se oponen a su voluntad y, paradójicamente, a sus propios funcionarios de gobierno, sus subordinados, a quienes ataca reduciéndoles sueldos, quitándoles prestaciones y despidiendo a los más capaces.

    El no-político encarna al pueble bueno.  Él es su vocero, el que los comprende, el que lucha contra sus enemigos imaginarios insultándolos con nombre y apellido cotidianamente.  El no-político es además infalible, pues no tiene la culpa de sus errores,  sino que siempre es culpa de los otros. Este personaje es capaz de mentir descaradamente todos los días con tal de desviar la atención de sus propias limitaciones e incapacidades.

   No es extraño que se perpetúen en el poder con gran apoyo popular. La gente quiere al que se disfraza de no-político, para desahogar a través de ellos, su resentimiento contra sus villanos preferidos.

   Pero él no está solo. Su camarilla le obedece ciegamente porque son beneficiarios de grandes privilegios y de la enorme corrupción que se da tras la cortina de humo del juego de espejos que protagonizan.   

    Julián Sorel se da cuenta a las puertas de la muerte que estaba equivocado, que todo lo que perseguía era vano, que la culpa de su malestar no estaba fuera de él sino en él mismo. Quizás algún día, ante las puertas del hambre que sufrirán sus países, las sociedades se darán cuenta de que haber apoyado a los no-políticos tampoco les trajo la felicidad que buscaban.