Por: Octavio Díaz García de León
Este mes se cumplen 60 años de la crisis de los misiles en Cuba cuando
la humanidad estuvo a punto de sufrir una guerra nuclear que probablemente
hubiera acabado con la vida de los seres humanos en el planeta y alterado por
completo al resto de las formas de vida que hubieran sobrevivido. Es muy
preocupante que, a pesar de los enormes riesgos, se hable en estos momentos de
otra posible contienda con armas de este tipo, a raíz de la invasión de Rusia a
Ucrania.
Para quienes no vivieron la Guerra Fría, en donde el futuro de la
humanidad pendía de un hilo, recordemos que los dirigentes de las potencias
nucleares tenían el dedo siempre sobre el gatillo nuclear que destruiría al
planeta. Por ello, quizás no se entienda la angustia y
preocupación que esa amenaza puede causar.
Recuerdo que en octubre de 1962 mi mamá lo único que tenía a su alcance
para alterar un poco lo que nuestra familia tendría que afrontar en caso de que
pasara lo peor, era acumular víveres. No hubieran servido de mucho, pero
reflejaba la angustia y la frustración que ella, como la mayor parte de la
humanidad, sentía ante el posible fin de la vida en él planeta.
Hoy renace la amenaza de usar armas nucleares. Aunque diversos reportes
señalan que no hay indicios de que se estén alertando las fuerzas nucleares
rusas, la retórica bélica de Putin empieza a considerar esta posibilidad. Rusia
podría realizar un ataque táctico en Ucrania con bombas atómicas pequeñas. Pero usar este tipo de armas es abrir una caja
de Pandora que no tiene reversa. Los efectos de estas armas se pueden salir de
control. Si bien, tampoco hay evidencia de que las potencias occidentales estén
dispuestas a contestar un ataque así con armas nucleares, se corre el riesgo de
una escalada.
No estamos en este momento tan cerca del desastre como lo estuvimos en
octubre de 1962, pero ha vuelto esta amenaza que no habíamos tenido desde la Guerra
Fría.
El presidente Biden no cree que Putin llegue tan lejos. Sin embargo, el
problema con los dictadores es que no tienen contrapesos internos para evitar que
tomen decisiones que, incluso, lleven a
la destrucción a sus propios países tal y como lo hizo Hitler.
La decisión de usar armas nucleares depende de muy pocas personas, pues
solo los líderes de los países con estos arsenales tienen ese poder. En este
momento es Putin quien amenaza con usar estas armas.
Los efectos de una guerra nuclear no se circunscriben al territorio
donde se usan. Una bomba atómica no respeta fronteras y la destrucción que
provoca en el mediano y largo plazo (Los afortunados son quienes mueren de
inmediato) pone en riesgo la vida de todas las personas.
El sufrimiento que desencadenaría en todo el mundo lo viviríamos de
manera personal en forma atroz debido a las enfermedades por radiación, al hambre
y a la escasez generalizada de todo.
México, fiel a su tradición de querer un mundo libre de armas
nucleares, tal como se plasmó en el Tratado de Tlatelolco que hizo de América
Latina una región sin ellas y que le dio al Embajador García Robles el Premio
Nóbel de la Paz, debería pugnar en todos
los foros internacionales por la prohibición de la fabricación y uso de estas
armas.
Por otra parte, México debe ser
prudente en la posición que adopte ante el conflicto entre Rusia y Ucrania. Hay
que recordar como los alemanes, durante la Primera Guerra Mundial querían que
México se incorporara a la guerra de su lado para atacar a Estados Unidos,
aspecto que se dio a conocer al revelarse el contenido del Telegrama Zimmermann. El presidente Carranza rechazó esta
invitación y evitó una guerra con nuestro vecino en la que nuestro país hubiera
sacado la peor parte. Esta es una lección que nos da la historia y que no hay
que olvidar.
Será importante reforzar la cercanía y amistad con Estados Unidos.
Quizás así, nuestro país podría tratar
de influir en impedir el uso del arsenal atómico. Por otra parte, hay que evitar
tomar partido con el país equivocado , en este caso Rusia, tal y como sucedió
con el Telegrama Zimmermann, cuando México, sabiamente, no apoyó a Alemania.
Es lamentable que en pleno Siglo XXI,
estemos de nuevo padeciendo el riesgo de que ocurra una guerra nuclear. Pero
mientras existan bombas atómicas y la decisión de destruir a la humanidad
dependa de un dictador, estaremos en riesgo todos. Urge poner fin a la guerra
entre Rusia y Ucrania y que Rusia abandone los territorios invadidos. Lo que está en juego no es solo la disputa por
un territorio, sino el futuro de la humanidad.
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