6 de diciembre de 2021

EXTRATERRESTRE

 


Por: Octavio Díaz García de León


    La idea: Ha ido cobrando fuerza en la comunidad científica la creencia de que puede existir vida inteligente en otras partes de nuestro universo. Recientemente surgió una polémica al pasar por nuestro sistema solar un inusual objeto interestelar que algunos atribuyeron a una civilización ajena a la Tierra. Existe gran resistencia por parte de los científicos a admitir la posibilidad de vida extraterrestre pero quizás es tiempo de dedicarle esfuerzo y recursos para averiguar si deveras existe.

    Al conocerse mejor la estructura de nuestro universo, se ha fortalecido la idea de que los seres humanos no son la única vida inteligente que existe. Esto se ha alimentado, además, de la imaginación de autores de libros, películas y juegos de ciencia ficción que han imaginado que sí la hay. También por el avistamiento de objetos voladores no identificados (Ovnis) y supuestos secuestros por alienígenas.

    Pero no existen a la fecha pruebas contundentes que demuestren la existencia de vida extraterrestre y por eso la comunidad científica es muy renuente a aceptar esa posibilidad y tienden a verla con mucho escepticismo y desconfianza cuando se le menciona.

     Recientemente se volvió a alimentar la polémica cuando un objeto interestelar, el primero en ser detectado, procedente de la dirección de la estrella Vega, a solo 25 años luz de la Tierra, cruzó el Sistema Solar entre septiembre y octubre de 2017. Las extrañas características de dicho objeto, al que bautizaron Oumuamua, llevaron a que científicos serios dijeran que se trataba de un objeto fabricado por una civilización extraterrestre.

    De todo ello da cuenta el profesor de astronomía de Harvard, Avi Loeb en su libro   “Extraterrestre. La Primera Señal de Vida Inteligente Más Allá de la Tierra” quien defiende con muy buenos argumentos la posibilidad de que se trató de un objeto producido por otra civilización.

   Lo importante de la discusión no es tanto si este objeto lo produjo una civilización extraterrestre, sino que lo que propone el Prof. Loeb es que se le dediquen muchos mas recursos a la búsqueda de vida en otras partes del universo.

   Existen ya iniciativas como SETI que tienen años explorando el espectro radioeléctrico en busca de señales emitidas por otras civilizaciones. Pero quizás es tiempo de ir más allá del esfuerzo realizado por esta organización sin fines de lucro, para que se le dediquen más recursos por parte de gobiernos y academia y estudiar este fenómeno con más contundencia.

   Las dimensiones del universo visible hacen suponer que las probabilidades de que haya vida inteligente en otras partes son muy altas. Para ello hay que ver los números.  Según el Prof. Loeb, tan solo en nuestra galaxia, la Vía Láctea, existen 50 mil millones de estrellas que cuentan con planetas habitables del mismo modo que la Tierra. En todo el universo se estima que podría haber 1021  (Un uno con 21 ceros) planetas habitables. Ese número es mayor que el número de granos de arena que existen en todas las playas de la Tierra.

    Dice el Prof. Loeb que gracias a Copérnico descubrimos el principio de que la ni la Tierra ni la humanidad ocupan un lugar especial en el universo y que, de hecho, el universo no tiene lugares” especiales”. El Sol y la Tierra son cuerpos insignificantes ubicados en un brazo externo de la Vía Láctea y nuestra galaxia tampoco es especial pues existen dos billones de galaxias, cada una con alrededor de 200 mil millones de estrellas.

    Nada podría justificar el pensar que estamos solos en el Universo.  El hecho de que no hayamos descubierto pruebas de vida inteligente en otras partes se puede atribuir a lo limitado de nuestros instrumentos y a la escasez de recursos que hemos dedicado para descubrirla.

    ¿Cuál sería la utilidad de conocer si existe inteligencia en otras partes del universo? Quizá con ello salgamos de nuestro provincialismo terrestre y empecemos a pensar cual es el lugar y destino de nuestra civilización en este universo multi habitado. Analizar, por ejemplo, si vale la pena contactar a otras civilizaciones o por el contrario debemos ocultarnos de ellas. El novelista chino Liu Cixin ha escrito una trilogía muy interesante sobre esta posibilidad.

    El explorar el universo en busca de vida inteligente no se debe ver como un escapismo cuando tenemos enormes problemas que resolver en la Tierra, sino como una oportunidad para abrir nuestro pensamiento a otras posibilidades,  salir de nuestro antropocentrismo e integrarnos a una visión cósmica.

    Quizá debemos pensar en la Tierra como una nave espacial que nos lleva en su deambular galáctico a la cual hay que cuidar de que no la destruyan pandemias o se autodestruya con guerras nucleares o cataclismos climáticos, pues en ella vamos los humanos y todos los seres vivos de este planeta,  en un mismo destino.

    Los hallazgos de Copérnico cambiaron la teología y la visión del mundo al quitarnos del centro del universo. Ahora toca saber cuál será el destino de la Tierra y la humanidad ante otras civilizaciones.  

 

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