20 de julio de 2021

¿FUNCIONA EL CONTROL INTERNO DEL GOBIERNO?

 

Por: Octavio Díaz García de León

 

    La idea: Todos los días se discute si los gobiernos están logrando el fin para el que fueron creados. Para ello se requieren metas claras y un sistema de control que permita corregir el rumbo en caso necesario. Los organismos encargados del control interno ayudan en esa labor, pero se han burocratizado y se les pone a realizar tareas para las que no fueron diseñados. Es tiempo de revisar todo el andamiaje de planeación y control del gobierno.

    En mi colaboración pasada mencioné aspectos operativos que dificultaron la actuación de la Secretaría de la Función Pública (SFP) durante la gestión de la secretaria saliente, la Dra. Sandoval. Sin embargo, más allá de los problemas operativos, quizás es tiempo de que el nuevo secretario, el Mtro. Salcedo, replantee el papel de dicha Secretaría.

    Actualmente las funciones de la SFP están bien delimitadas: auxiliar en el control interno del gobierno federal a través de organizar, coordinar, supervisar, normar y vigilar el cumplimiento del control interno; fiscalizar a las instituciones; recibir quejas y denuncias, investigarlas y turnarlas a las autoridades correspondientes; y procesar y sancionar a los servidores públicos que violen la Ley de Responsabilidades.

    Adicionalmente, tiene otras funciones tales como resolver inconformidades en procedimientos de adquisiciones y obra pública y sancionar a proveedores del gobierno. También propone mejoras a la gestión pública y registra y autoriza las estructuras organizacionales del gobierno.  Forma parte del Sistema Nacional Anticorrupción y del Sistema Nacional de Fiscalización. 

    Para realizar estas labores, la SFP se apoya en sus 213 órganos internos de control (OIC) y dos unidades de responsabilidades, quienes emplean a alrededor de 5,000 personas que están en la nómina de secretarías y paraestatales. Las oficinas centrales de la SFP tienen 2,500 plazas de las cuales alrededor de 1,300 corresponden a personal de los OIC transferidos a la SFP. En total, esta Secretaría tiene a más de 7,000 funcionarios púbicos.

   Sin embargo, habría que revisar que tan eficaz ha sido este aparato burocrático. Por una parte, como hemos visto, no está diseñado para combatir la corrupción, así que es de esperarse pocos resultados en este aspecto. Por otra parte, en lo que respecta a sus funciones sustantivas, enfrenta diversos retos.

    La normatividad de control interno que aplica al gobierno federal está plasmada en un acuerdo emitido por la SFP que si bien está apegado a las mejores prácticas internacionales, no se aplica cabalmente, resulta muy complejo, está burocratizado y parte del supuesto que las instituciones de gobierno cuentan con planes, objetivos y metas adecuadas a lo que requiere la población. Como esto no ocurre así, el control interno pierde buena parte de su eficacia.

    Además, no existen consecuencias por incumplir esas metas y objetivos. No me imagino a SFP sancionando a los más altos funcionarios de la Secretaría de Salud por el más de medio millón de muertos por la pandemia, por la falta de medicamentos y la lenta aplicación de vacunas;  o de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana por el número récord de asesinatos y la pérdida de territorios, que ahora son controlados por la delincuencia organizada, cuando el derecho a la vida, la salud y la libertad de los mexicanos deberían ser objetivos primordiales del gobierno.  

    En cuanto a las capacidades de la SFP como autoridad investigadora de faltas administrativas, estas son limitadas, lentas y pocas veces resultan en casos de responsabilidades contra servidores públicos. La gran mayoría de los casos que llevan son por incumplimientos a la presentación de declaraciones patrimoniales; ni siquiera por investigaciones derivadas de estas declaraciones que pudieran detectar enriquecimientos ilícitos. Además, está saturada por denuncias que no dan elementos para investigar o son intrascendentes.

    Quizá lo más rescatable son las labores de fiscalización que realiza la SFP, pero esta capacidad se ha visto disminuida por decisiones de la Secretaría al hacer énfasis en auditorías al desempeño y en disminuir el tiempo de trabajo de los OIC, como lo señalé.

  Otra área de oportunidad es el proceso disciplinario de los servidores públicos mediante el cual se les sanciona por violaciones a la Ley de Responsabilidades. He señalado el retroceso que representó la promulgación de la Ley General de Responsabilidades Administrativas y la cual amerita una reforma a fondo. Expertos han señalado sus deficiencias y en la práctica ha sido poco eficaz.

   Ahora que llega el nuevo secretario de la Función Pública es oportuno plantearse cuál es el papel que debe jugar esta Secretaría, hacer una revisión a fondo de su marco normativo, revisar el diseño de sus procesos de trabajo y reorientarla a que sea una Secretaría que, a través del control interno, ayude al presidente y a la población guiando las acciones de todo el gobierno federal en el cumplimiento de sus objetivos. Constituye un gran reto para el nuevo secretario de la Función Pública ya que solo quedan tres años de esta administración.

 

5 de julio de 2021

CAMBIOS EN FUNCIÓN PÚBLICA

 

Por: Octavio Díaz García de León


     La idea: Recientemente se dio el relevo de secretarios en la Secretaría de la Función Pública federal después de dos años y medio de gestión de la secretaria saliente, la Dra. Sandoval, donde estuvo acompañada por el nuevo secretario Salcedo todo ese tiempo. Es oportuno para el nuevo secretario revisar el rumbo de dicha Secretaría y reforzar sus tareas.

   Desde que inició la administración del presidente López Obrador hubo cambios importantes en la Secretaría de la Función Pública (SFP) que afectaron su capacidad de actuación.

    No me refiero al tema de combatir a la corrupción, donde hubo pocos logros significativos,  ya que la SFP no está diseñada para esa tarea como lo he mencionado en ésta columna: si se quiere que la SFP combata la corrupción, debería tener otras atribuciones, empezando por darle formalmente la de combatir la corrupción y un nuevo diseño institucional.  

    Algunos aspectos que limitaron los trabajos de dicha Secretaría en la nueva administración fueron:

    Al inicio del sexenio se sustituyó a casi todos los comisarios y subcomisarios, personal clave en la estructura de la SFP, llegando personal con poca o ninguna experiencia en temas de la Secretaría. Esto afectó la coordinación con los órganos internos de control (OIC) y causó deficiencias en su participación en los órganos de gobierno del gobierno federal. Sería oportuno que el nuevo secretario revise el perfil y actuación de las personas que forman parte de este grupo fundamental.

   Hubo importantes reducciones de personal en la Secretaría. De tener tres subsecretarías se quedó solo con una y hubo otros recortes en sus áreas centrales. En los OIC se redujo la plantilla autorizada en un 30% y se eliminó a uno de los titulares de área, además de la pérdida de prestaciones y la disminución de salarios que afectó a todo el gobierno federal. Todo ello mientras creció sus tareas, sin cambiar los métodos de trabajo, lo que ocasionó pérdida de capital humano y deficiencias en la operación.  Además, el cubrir vacantes tomaba meses e incluso años, lo que debilitaba aún más su actuación. El nuevo secretario quizá podría volver a reforzar a la SFP.

   Se hizo más énfasis en hacer auditorias al desempeño (50% del total de auditorías cuando antes eran solo un 20%) las cuales producen recomendaciones que no son de cumplimiento obligatorio para los entes auditados, por lo cual a veces quedan en buenos deseos. Esta reducción en auditorías financieras y de cumplimiento redujo las posibilidades de detectar violaciones a la normatividad y actos de corrupción.  También se redujo el tiempo para realizar auditorías al cerrar el plan anual de trabajo a mediados de noviembre, quitando casi dos meses de trabajo a los OIC para realizar más auditorías. 

   Se multiplicaron las solicitudes de información a los OIC por parte de oficinas centrales, sin saberse para que se requerían o que acciones se tomaron sobre esos informes. Se estima que los 213 OIC enviaron a oficinas centrales más de 100,000 informes por año. Quizás el nuevo secretario podría revisar esta práctica que en ocasiones llega a ocupar la mitad del tiempo de los OIC, por la premura con que se piden.

    Inicialmente, para el nombramiento de titulares de OIC, se continuó con el procedimiento que venía por lo menos de tiempos del presidente Fox, de hacer exámenes rigurosos a los candidatos. Estos exámenes se descontinuaron hace dos años por lo que ya no se validaron las capacidades técnicas de los nuevos titulares de los OIC que fueron nombrados en este periodo. El nuevo secretario podría retomar este ejercicio para asegurar que se nombre en estos puestos a personal con los conocimientos y experiencia necesarios.

    Uno de los proyectos de inicio de sexenio fue concentrar al personal y el presupuesto de los OIC en la SFP.  El proceso quedó inconcluso y solo se lograron avances parciales en los OIC de las secretarías de estado.  Con los OIC de las paraestatales no se pudo realizar esa transferencia. El nuevo secretario pudiera revisar esta medida que ha afectado la operación de los OIC que se quedaron a medias.

     Llega como secretario, Roberto Salcedo, quien tiene casi 50 años de experiencia profesional y era el único subsecretario que quedaba en la estructura de la SFP. Fue Auditor Especial de Desempeño en la Auditoría Superior de la Federación por 18 años, entre otros puestos relevantes, por lo que es de esperarse que siga impulsando una estrategia preventiva en el control interno del gobierno federal.

    Ojalá pueda reestructurar algunos de los procesos que dificultaron la actuación de la SFP en la gestión de su antecesora y replantear aspectos como los mencionados. Entre ellas, dejar de insistir en que la SFP sea la encargada de combatir la corrupción, ya que dicha Secretaría no está diseñada para eso. Le deseo al secretario Salcedo mucho éxito en su gestión.