Por:
Octavio Díaz García de León
@octaviodiazg
Los
acontecimientos de las últimas semanas han puesto de manifiesto una nueva
rebeldía de los jóvenes universitarios que ya se anticipaba con el movimiento
#YoSoy132 surgido en la Universidad Iberoamericana de la Cd. de México y que
representó una dura prueba para el entonces candidato presidencial Peña Nieto.
Hoy los jóvenes estudiantes protestan por todo el país por la muerte de los
estudiantes de la normal de Ayotzinapa mientras que los del Politécnico continúan en paro por razones internas. En el
fondo, hay reclamos sin atender que van más allá de la coyuntura y a las que
sociedad y gobierno deberían prestar más atención.
Las
décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado estuvieron marcadas por una
gran efervescencia juvenil en casi todo el mundo. Con la proliferación de la
televisión se inauguró la época de la muerte como espectáculo para las
masas gracias a las imágenes de la
guerra de Vietnam transmitidas cada noche a los hogares americanos que contaban
la historia de cientos de jóvenes muertos cada semana, traída en vivo y a todo color hasta esos
hogares. Esa guerra afectó especialmente a los jóvenes de Estados Unidos que
fueron sometidos a una conscripción obligatoria para ir a pelear a aquél país
asiático. Mientras, en otras partes del globo, se daban las protestas contra el opresivo régimen comunista
de la Europa del Este reprimidas con mucha severidad; en París y otras
capitales del mundo, los jóvenes se manifestaban contra los regímenes en turno
de sus países. La protesta tuvo diversas caras: desde las marchas por las
calles de las grandes ciudades hasta la
cultura de rebeldía impulsada por la música y las drogas. El resultado fue más
democracia en todo el mundo pero, como se vio durante la primavera árabe en
2011, aún hay mucho por transformar.
Hoy
en día tenemos en nuestro país - de acuerdo con las estadísticas del censo de
población 2010 - 29.7 millones de jóvenes entre 15 y 29 años de los cuales el 47%
estaban ocupados en alguna actividad económica y el 26.7% estudiaban. Pero cerca de un millón eran desocupados. El año
pasado apenas se generaron alrededor de 350,000 empleos formales y se estimaba
que hacen falta cerca de 8.5 millones de empleos formales ¿Qué sucede con esa enorme masa que
queda al margen de la economía? La mayor parte de ellos se van al empleo
informal pero también, una gran cantidad se unen a bandas del crimen organizado. En
2008 el entonces Secretario de la Defensa estimó que alrededor de 500,000
personas se dedicaban a actividades ilícitas, la mayoría jóvenes. Si
consideramos que desde entonces van más de 100,000 homicidios y más de 20,000
desaparecidos, las cifras no suenan descabelladas, pero señalan el costo de
pertenecer a esas bandas. La falta de
oportunidades se da también para las decenas de miles de estudiantes que egresan
con un título universitario cada año, los cuales están condenados al subempleo o desempleo y
en ellos la frustración es más elevada por las aspiraciones que les da su
preparación.
Si
a eso le sumamos que la muerte de los 46 estudiantes de la normal de Ayotzinapa
ha tocado una fibra sensible de los estudiantes ante la violencia, impunidad,
corrupción e injusticia que prevalece en algunas partes de México, ¿Estaremos
en presencia de un nuevo movimiento estudiantil como en el 68? ¿Cuáles serán
sus alcances? Hay que recordar que una parte de los participantes en el movimiento
del 68 se radicalizó y optó por la guerra de guerrillas, pero en aquél entonces
la revolución cubana se presentaba como modelo a seguir y había armas y entrenamiento
que ofrecía aquél país. Hoy no es así. Ahora las armas y el entrenamiento lo
tienen los delincuentes, o bien grupos
radicales como los islámicos sin arraigo
en el país, por lo que es poco probable que opten por las armas. Pero no se
pueden dejar pasar las señales que mandan estos jóvenes que reclaman atención. Empezando por hacer que
la economía funcione mejor para generar los empleos que se requieren y combatiendo
con resultados evidentes, a los criminales y a la corrupción.
De
igual forma, para evitar que caigan en
manos de los criminales aquellos que no tuvieron mejores oportunidades, el Estado
y la sociedad civil podrían realizar acciones de rescate en las que se les den formación,
estructura, sentido de pertenencia, objetivos en su vida e instrumentos tales
como oficios para que los logren. El
servicio militar, por ejemplo, podría ser remunerado y más atractivo,
tal como lo logra la Secretaria de
Marina en la Cd. de México: en lugar de sólo hacerlos marchar, les adiestran en
cuestiones como practicar rapel, bucear,
nadar y ayudar a población damnificada. También se pueden fomentar
organizaciones como el Pentatlón Universitario con su formación deportivo y
militar, organizar brigadas de trabajo de auxilio social remuneradas, formar clubes
locales con actividades recreativas y deportivas, apoyarles a formar micro empresas, etc. pero lo urgente es no
dejarlos solos.
“Vi
a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura,…
…quienes
desaparecieron en los volcanes de México dejando tras sí solo la sombra de sus
pantalones de mezclilla y la lava y la ceniza de poesía esparcida en la hoguera
de Chicago…” (O en nuestro caso, en un
basurero de Cocula).
Que
no nos sorprenda la rebeldía y la protesta de los jóvenes si la sociedad no les
ofrece un futuro esperanzador.
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Blog:
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