14 de abril de 2012

LOS CONSEJOS DEL DIABLO

    
       La tragedia “Fausto” del genio alemán Johann Wolfgang von Goethe es una de las obras cumbre de las letras alemanas. En dicha tragedia, El Dr. Fausto vende su alma al Diablo a cambio de una vida intensa en placeres, experiencias y conocimientos que ningún mortal podría tener. Para ello el diablo Mefistófeles es enviado para ponerse al servicio de Fausto y cumplirle todos sus deseos. Pero también para asegurarse que firme el pacto y al final llevarse su alma a los infiernos. La obra nos lleva por escenas de gran intensidad poética, a través del mundo de la naturaleza, los espíritus, las pasiones terrenales, las pasiones con seres inmortales y también de los asuntos de estado.

    
      Entre estos últimos está la escena al inicio de la segunda parte de la tragedia, que se desarrolla en la corte del Emperador del Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana. Fausto y Mefistófeles entran en la escena de la corte para supuestamente ayudar y entretener al Emperador. A falta del bufón de la corte, Mefistófeles toma su lugar. En la escena,  los altos funcionarios del reino desfilan ante el Emperador para quejarse de sus problemas, los cuales  en pocas palabras, se reducen a la falta de dinero debido a una pésima administración. Se quejan por ejemplo de tantas exenciones de impuestos que han dado a sus diversas “clientelas”, como diríamos hoy, de tal forma que ya no tienen a quien cobrar impuestos.

     Mefistófeles, en el papel de bufón,  les propone una solución ingeniosa. Debido a las guerras y diversas calamidades que a través de los años han azotado al reino, las personas, ante el temor de perder sus tesoros, los han ido ocultando ya sea enterrándolos, o en huecos ocultos en paredes, o en  cuevas o en otras partes del reino. Con el tiempo su ubicación se ha perdido. Estos tesoros, argumenta Mefistófeles, son propiedad de “la nación” (como diríamos hoy) y por lo tanto el Emperador puede disponer de ellos. Pero no es necesario excavar todos los terrenos ni derribar todos los muros ni explorar todas las cuevas para encontrarlos. Basta con imprimir un papel moneda respaldado en la promesa de que todos estos tesoros ocultos se podrán materializar un día. Todos alaban la solución.

     El Emperador accede sin darse cuenta, a firmar estos “billetes” y rápidamente Mefistófeles los imprime y reparte. Con aceptación de todos, estos papeles se usan para pagar deudas, sueldos, proveedores, etc. Todos están contentos. Inclusive la gente más sencilla alaba la solución pues en lugar de cargar una pesada bolsa con oro y plata, puede llevar ese papel  “cerca de su corazón” sin  estorbarle. Cuando le explican al Emperador el efecto maravilloso del papel moneda, dice que todo esto le suena a estafa, pero todos sus altos funcionarios están felices porque se  han resuelto los problemas del reino. Como es de suponerse, Mefistófeles les ha hecho una muy mala jugada.

    En escenas posteriores, esta abundancia ilusoria se convierte en inflación, en el colapso del crédito y otras calamidades financieras que desatan  anarquía, rebelión y una guerra abierta para derrocar al Emperador. Fausto salva en la batalla a las tropas del  Emperador usando las artes de Mefistófeles a base de ilusiones,  artilugios mágicos y tres personajes diabólicos que se encargan de derrotar a los rebeldes. Pero ya la intervención del Diablo en el reino se ha vuelto evidente. El Arzobispo le reclama al Emperador que se haya valido de estos personajes para conseguir sus fines. El Emperador  va entendiendo el engaño pues se da cuenta que aceptar ayuda del Diablo se paga con calamidades, miseria y muerte y muestra remordimiento. El ha sido víctima de su inexperiencia al hacerles caso  a Fausto y Mefistófeles, quienes hábilmente lo convencieron de que ellos sí saben cómo gobernar y ganar las guerras.

     
       La parte de  la tragedia que describí antes, pareciera ser que ya la vivimos en nuestro país el siglo pasado en los años setenta,  ochenta y durante la última crisis del 95. En esos años vivimos exceso de gasto pagado con deuda e impresión de billetes lo que ocasionó  inflación,  devaluación del peso, colapso del crédito, recesión y pobreza. Cuando ya creíamos superada esa etapa de triste memoria, ahora la estamos volviendo  a vivir con las deudas que crecieron de forma descomunal en  estados como Coahuila y  Michoacán entre otros. Fenómeno que también se da en municipios altamente endeudados como Tijuana y  Mexicali.

     Pero este problema no es exclusivo de nuestro país. Hoy en día se da en países muy desarrollados como España y Grecia e inclusive Estados Unidos y Japón. Todo ello por tener un gasto enorme que no pueden pagar los gobiernos y que  han financiado con deudas que ya tampoco pueden pagar. Esto ha provocado  una gran crisis en Europa  en cuyos países la disminución de subvenciones y subsidios, han provocado  desorden,  violencia y la crisis de la deuda ha generado  un gran desempleo. 

     Si Mefistófeles tomó el lugar del bufón para engañar a todos, hoy en día hay bufones en todo el mundo que sin ser Mefistófeles pretenden recetar la misma medicina fiscal. Falta que se les haga caso para vivir de nuevo las consecuencias.



Bibliografía:

1. Fausto de Johann Wolfgang von Goethe. En la traducción de Rafael Cansinos Assens de Editorial Aguilar.

2. Faust. A Tragedy. Johann Wolfgang von Goethe. A Norton Classical Edition. Translated by Walter Arndt. Edited by Cyrus Hamlin. Second edition. New york, 2001.



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