La película “El Informante” del año 1999 estuvo hace tiempo en las pantallas de cine pero hoy se puede ver en algunos canales de televisión de paga o en DVD. Con las excelentes actuaciones de Al Pacino, Russell Crowe y Christopher Plummer entre otros, está basada en hechos reales. Cuenta dos historias: el caso de un alto ejecutivo de una compañía tabacalera que hace revelaciones acerca de cómo los líderes de dicha industria niegan que la nicotina es adictiva a sabiendas de que sí lo es y la censura que sufrió “60 Minutos” de la cadena televisiva CBS, el programa de investigación periodística más prestigioso y visto en los Estados Unidos y que lleva décadas en el aire.
El alto ejecutivo de la compañía tabacalera Brown & Williamson, el Dr. Jeffrey Wigand, decide revelar lo que sabe acerca del efecto adictivo de la nicotina en el tabaco y las repercusiones en la salud de las personas cuando los presidentes de las compañías tabacaleras americanas habían dicho lo contrario ante el Congreso de los Estados Unidos. La película muestra el valor de dicho informante y los infortunios que sufre en el proceso de hacer estas importantes revelaciones al ser duramente combatido por los enormes intereses económicos de la industria tabacalera.
Por otra parte la película muestra las vicisitudes por las que pasó el productor de “60 Minutos”, Lowell Bergman, para lograr que saliera al aire el reportaje donde Wigand denunciaba a la industria tabacalera, al ser censurado por los dueños de la cadena televisiva CBS. Esta película revela como los contenidos editoriales afectan a los intereses de los dueños del medio de comunicación y a pesar del prestigio del programa y sus conductores, sufre la censura por parte de ellos, a lo que accede incluso el prestigioso periodista Mike Wallace, quien no apoya a su productor.
Ambos casos son grandes lecciones que podríamos usar en nuestro país. Por una parte la lección que representa el valor civil del Dr. Wigand que al denunciar públicamente a su compañía pierde su trabajo, pone en riesgo su vida, pierde a su familia y vive en la angustia de saber si hizo lo correcto a pesar del costo personal que todo ello representó. Ahora que estamos en la época de Wikileaks, cuando a pesar de todo lo que ha logrado este sitio en internet, sigue siendo difícil revelar secretos que afectan a intereses de grupos de poder, sorprende aún más la valentía de Wigand en aquella época en que era más difícil enfrentarse a intereses tan poderosos.
El caso de Wigand nos invita a participar activamente en combatir aquello que afecte el bienestar público, por encima de los intereses de los factores de poder que se opongan a que se terminen prácticas que afectan al bien común. Hay afortunadamente valiosos ejemplos de personas entre nosotros que han escogido el camino de la participación y la denuncia en lugar de la pasividad. Allí están los casos de Alejandro Martí, María Elena Morera o Isabel Miranda de Wallace, entre otros, quienes al ser víctimas de la delincuencia emprendieron una valiente actividad cívica.
Por lo que respecta a la libertad de expresión en México, el panorama es menos halagüeño. La televisión abierta pasó de estar dominada por los intereses de un Gobierno Federal censor durante los regímenes de la Revolución, a estar dominada por los intereses económicos de los dueños de las televisoras o de sus patrocinadores. La radio, aunque en menor medida, sufre también el embate de los intereses de grupos de poder por encima de la libertad de expresión de sus periodistas. En los medios impresos hay más libertad, pero también está sujeta a las presiones no sólo de los poderes económicos, sino que también sufre el embate de los gobiernos locales y otros grupos de poder.
La tecnología con su avance podría pronto sustituir a los medios masivos tradicionales, especialmente en lo que respecta al periodismo de investigación. La oportunidad para que surja en nuestro país un sitio de internet similar a Wikileaks está allí. El público está ávido de conocer la verdad, de saber lo que pasa en nuestro país, de conocer las realidades que por diversos intereses intentan ocultarse. El público mexicano ha cambiado. Hay una creciente y pujante clase media, mucho más educada, inconforme y que no es ingenua. Este público se da cuenta de las mentiras que salen al aire o se publican todos los días. Se da cuenta de la publicidad disfrazada de noticia, de las supuestas noticias que no son más que editoriales que muestran opiniones interesadas, entre otras. Se requieren empresarios de medios de comunicación con vocación por su materia y que puedan separar claramente los aspectos editoriales de los aspectos de negocios. Ya está allí la competencia de los blogs, sitios de internet, revistas y periódicos electrónicos, facebook, twitter y demás, por lo que es importante que atiendan esta demanda de su público.
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