30 de septiembre de 2025

SUELDOS EN EL GOBIERNO: AUSTERIDAD O EFICACIA

 

Por: Octavio Díaz García de León

 

Un inicio complejo en el Poder Judicial

     Los nuevos integrantes del Poder Judicial de la Federación asumen sus funciones en un entorno adverso. Llegan con sueldos y prestaciones recortadas, un rezago importante de casos por resolver, menos personal de apoyo capacitado y, en muchos casos, faltos de conocimientos: jueces y magistrados tuvieron cinco días de capacitación, pero eso no los llevará a los niveles de dominio del puesto que tenían aquellos a quienes sustituyeron.  

 La controversia sobre los sueldos y prestaciones

     El tema de las remuneraciones de los altos funcionarios ha generado una amplia discusión pública. La ministra Loretta Ortiz expresó en entrevista reciente su inconformidad por la reducción de su salario, que pasará de poco más de 200 mil pesos mensuales a aproximadamente 137 mil pesos. A esta reducción se suma la eliminación del seguro de gastos médicos mayores y del seguro de separación individualizado, recortes que ya se habían aplicado en el Poder Ejecutivo desde 2018. Ortiz subrayó que el ingreso actual no corresponde a la magnitud de la responsabilidad que conlleva el cargo de ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y tiene razón: ministros, jueces y magistrados deben resolver asuntos de gran complejidad que afectan el marco jurídico e institucional del país.

     Percepción social y legitimidad política

     Sin embargo, desde la perspectiva ciudadana, un salario superior a los 100 mil pesos mensuales puede percibirse como un exceso en un país donde gran parte de la población sobrevive con ingresos iguales o menores al salario mínimo ($8,364 mensual) . Esta percepción fue alimentada por López Obrador, quien dijo: “No crean que tiene mucha ciencia gobernar”, sugiriendo que los sueldos altos en el sector público eran injustificados.

    No obstante, la realidad es que tareas como diseñar esquemas financieros sofisticados --- como por ejemplo, las recientes notas pre-capitalizadas creadas por Hacienda para auxiliar a Pemex --- negociar tratados internacionales como el T-MEC o dirigir instituciones con miles de empleados,  requieren un alto nivel de conocimientos y experiencia que difícilmente pueden suplirse con improvisados.

 La política de austeridad: herencia y continuidad

     La política de austeridad salarial en el gobierno mexicano tiene una larga historia. Desde los recortes en la época de De la Madrid, pasando por la administración de Fox, cuando se registraron las mayores reducciones salariales en términos reales en lo que va de este siglo,  hasta López Obrador, quien quitó prestaciones importantes y redujo los sueldos.  Con Sheinbaum se mantienen salarios y prestaciones sin cambios, aunque ahora se extienden los recortes al Poder Judicial de la Federación.  Entre 2001 y 2025 los sueldos del personal de mando del gobierno federal, descontando la inflación,  han caído un 53 %, lo que significa que un funcionario que conservara la misma plaza desde 2001 percibe hoy menos de la mitad de lo que ganaba entonces en términos de poder adquisitivo.

 Consecuencias para la calidad institucional

     Este proceso de reducción salarial y de prestaciones plantea riesgos profundos. Aunque se puede percibir como una forma de moderación en el gasto público, esto debilita la capacidad del Estado para atraer y retener talento altamente calificado.

    La disminución de sueldos y prestaciones reduce el interés por trabajar en el gobierno ante la vulnerabilidad de los funcionarios por presiones políticas y riesgos legales, pues errores administrativos pueden convertirse en procesos administrativos de responsabilidades e incluso penales,  o acusaciones mediáticas que dañan la reputación.  En este contexto, el deterioro de la calidad en el servicio público es previsible, acompañada de un aumento en los casos de corrupción como mecanismo para compensar la pérdida de ingresos y los riesgos asociados al puesto.

 Privatización de servicios y efectos sociales

     La austeridad generalizada, también acelera la privatización de servicios públicos esenciales, meta de neoliberales como Milton Friedman, Thatcher, Reagan y Trump. Por ello, es una paradoja que sea impulsada por gobiernos de “izquierda”.  En salud, la falta de medicamentos y la saturación de hospitales públicos han llevado a que cada vez más ciudadanos recurran a clínicas privadas o consultorios en farmacias. En educación, muchas familias optan por escuelas privadas buscando mayor calidad, lo que profundiza la desigualdad al dejar a quienes no tienen recursos,  en instituciones públicas con menos capacidades.

 Reflexión final

     El debate sobre los sueldos en el gobierno debe trascender la confrontación política. No se trata de blindar privilegios, pero sí de reconocer que un Estado eficaz necesita servidores públicos bien remunerados, en especial en áreas donde se toman decisiones que afectan la estabilidad económica, la seguridad y la vida de millones de personas. Al mismo tiempo, es indispensable fortalecer los mecanismos de rendición de cuentas y sanción a la corrupción, de modo que los altos salarios no sean percibidos como un privilegio injusto, sino como una garantía de profesionalismo y responsabilidad.

12 de septiembre de 2025

¿CORRUPCIÓN SIN FRENO?

 

Por: Octavio Díaz García de León


 Escándalos diarios, respuestas escasas

 

    Casi todos los días, los medios de comunicación publican nuevas denuncias de corrupción en el gobierno federal. Sin embargo, el eco institucional es mínimo: poco se sabe de investigaciones, sanciones o medidas emprendidas por organismos como el Sistema Nacional Anticorrupción, la Fiscalía Anticorrupción, la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno (SABG) o la Auditoría Superior de la Federación.

   Durante  agosto de 2025, titulares de la prensa nacional exhibieron la magnitud del problema: “Otro Segalmex: 2 mil millones de pesos entregados a empresas fachada”; “Durante 45 años el Mayo sobornó a políticos y militares”; “La gobernadora de Veracruz protege a auditor de Pemex acusado de recibir sobornos”; “Gasolineros acusan extorsión de agencias del gobierno”; “Regalo de libros de texto y gasolina, más pago de médicos,  a Cuba”; “Titular del órgano interno de control de la FGR acusado de corrupción”; “Sobornos a funcionarios de Pemex, acusados en Estados Unidos”; “Red de contrabandistas ligada a mando aduanal”; “Ingresos ilegales del presidente del Senado”.

 Instituciones bajo la lupa

   La SABG ha impulsado reformas internas que prometen mayor eficacia, pero la ciudadanía exige resultados tangibles. También genera expectativa la nueva institución  Transparencia para el Pueblo, que sustituyó al extinto INAI y de la cual se sabe poco acerca de su actuación. La transparencia es clave para inhibir la corrupción, y se espera que este organismo supere el desempeño de su antecesor, cuya desaparición fue muy controvertida.

   El Sistema Nacional Anticorrupción también atraviesa cambios relevantes: el INAI dejó de formar parte de ella; está por desaparecer la representación del Consejo de la Judicatura;  y se avecinan relevos en la presidencia del Tribunal Federal de Justicia Administrativa y del Auditor Superior de la Federación. Además, su Secretaría Ejecutiva permanece acéfala desde febrero de 2025. La Fiscalía Anticorrupción, por su parte, carece de recursos suficientes y no se sabe gran cosa sobre los resultados de esta institución.

  La sociedad requiere certezas: ¿están funcionando las instituciones creadas para contener la corrupción o solo existen en el papel?

 El deterioro en los indicadores

  El problema de la corrupción se refleja en el Índice de Percepción de la Corrupción 2024 de Transparencia Internacional. México perdió cinco puntos respecto a 2023, al pasar de 31 a 26 sobre 100, la calificación más baja de su historia. Con ello cayó 14 lugares en el ranking global, hasta el lugar 140 de 180 países. Entre los miembros de la OCDE, México ocupa el último sitio; en el G20, solo supera a Rusia.  

  Estos datos confirman lo que la prensa y organizaciones civiles documentan a diario: la corrupción en México no disminuye, al contrario, se percibe como un problema cada vez más extendido.

 Promesas incumplidas y cuentas pendientes

   El expresidente López Obrador convirtió el combate a la corrupción en la bandera de su gobierno. No obstante, incumplió su promesa de “acabar con ella”. Durante su sexenio quedaron impunes los grandes casos heredados de Peña Nieto, tales como La Estafa Maestra y La Casa Blanca de las Lomas, y explotaron nuevos escándalos, siendo el de Segalmex uno de los actos de corrupción más graves en la historia de nuestro país.

  Tampoco hubo rendición de cuentas por los sobrecostos de las megaobras: la refinería de Dos Bocas  más que duplicó su costo estimado inicialmente y la cancelación del NAIM costó casi medio billón de pesos (332 mil millones de costos de cancelación y 115 mil millones por construir el AIFA), deuda que aún compromete las finanzas públicas y la operación del saturado y deteriorado Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, mientras que el AIFA tiene una capacidad de operación sumamente limitada y se encuentra subutilizado.

 El reto de Sheinbaum

  En este contexto, la presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta la tarea de demostrar, en los hechos y no solo en el discurso, que el combate a la corrupción es una prioridad. Hasta ahora se registran pocas señales: la destitución de cinco funcionarios de Birmex por sobreprecios en medicamentos y la reapertura de cinco investigaciones contra funcionarios de Pemex, que habían sido cerradas en 2024 y fueron retomadas tras denuncias de autoridades de Estados Unidos. Aunque positivas, estas escasas acciones aún están lejos de derivar en sanciones o en la recuperación de recursos desviados. La duda persiste: ¿se quedarán en gestos políticos o marcarán un cambio de rumbo?

 Conclusión: hechos, no palabras

   México enfrenta un problema estructural de corrupción que erosiona la confianza ciudadana, desvía recursos y pone en riesgo la calidad de los servicios públicos. El discurso oficial ya no basta: la sociedad exige acciones contundentes, sanciones efectivas y un uso responsable de los recursos públicos.

  El próximo informe del Índice de Percepción de la Corrupción en 2026 será un termómetro para evaluar si las instituciones y el gobierno responden con hechos o si, una vez más, el combate a la corrupción se quedará en promesas incumplidas.