9 de diciembre de 2024

LA IMPORTANCIA DE ENTENDER LO MEXICANO

                                                                  Por: Octavio Díaz García de León

   

    Los mexicanos no acabamos de entendernos. Queremos una cosa y hacemos otra. Como nación, aspiramos a un desarrollo económico que nos posicione como potencia mundial, pero nuestra economía va en declive por decisiones gubernamentales erradas. Aspiramos a avanzar científicamente, pero se promueven creencias mágicas, se eliminan becas, se quita presupuesto y se desestima la ciencia.

     Buscamos una educación de primer nivel para nuestros niños, pero se evitan evaluaciones, se promueve el pase automático y se enseña ideología en lugar de ciencia. Soñamos con un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, pero el gobierno es incapaz de comprar medicinas e insumos básicos y sus hospitales están saturados. Queremos paz y seguridad, pero estamos a merced de la delincuencia.  

     Nos aferramos a un "ideal", pero nuestras contradicciones nos impiden alcanzarlo. Esto no es algo nuevo. Desde la independencia, los mexicanos hemos sido nuestros propios enemigos, atrapados en un ciclo de confrontaciones y autosabotajes.

     Tras la Revolución, un grupo de intelectuales intentó desentrañar el enigma del ser mexicano. Samuel Ramos fue pionero en este esfuerzo y planteó que: "Mientras no se defina el modo de ser del mexicano, cualquiera empresa de renovación será una obra ciega destinada al fracaso." Agrega Ramos: “A mi entender, no podremos elevar nuestra vida nacional al plano de la cultura si no precisamos concretamente lo que queremos.

     Sin embargo, existe un gran consenso sobre lo que deseamos para México: seguridad e ingresos dignos;  oportunidades de desarrollo intelectual, profesional, y empresarial; mejor educación y salud; prosperidad y libertad. A pesar de esta claridad, la realización de estas aspiraciones sigue siendo esquiva.

     ¿Qué es lo que falla? Durante las décadas de los treinta a los cincuenta del siglo pasado, filósofos como Samuel Ramos, Emilio Uranga, Octavio Paz y Jorge Portilla analizaron a fondo las deficiencias del mexicano. En menor medida, otros identificaron algunos aspectos positivos,  tales como José Vasconcelos, Antonio Caso y Leopoldo Zea quienes vislumbraron virtudes en el carácter del mexicano.

     La pregunta acerca de qué es lo mexicano sigue vigente en la actualidad para intentar mejorar a nuestro país. ¿Cómo abordar esta tarea tan compleja? La elección del método depende del propósito que se persiga. Si el objetivo es comprender cómo piensa el mexicano en un momento dado para fines prácticos, tales como vender productos, influir en sus creencias o asegurar el éxito de un partido político, se requiere un enfoque científico, que recurra a encuestas, grupos de enfoque y análisis de grandes bases de datos. Si el objetivo es obtener algo más permanente de lo que constituye lo mexicano, habrá que recurrir a una reflexión filosófica.

     Ejemplo de un enfoque filosófico es lo que hizo Emilio Uranga a mitad del siglo pasado. Describió al mexicano como un ser inacabado, incapaz de realizar plenamente todas sus potencialidades, moldeado por la incertidumbre, el azar y la contingencia. Esta falta de cierre existencial generaría zozobra, pero también abriría posibilidades infinitas de desarrollo. Según Uranga, este estado de incertidumbre explica comportamientos característicos como la desgana, la emotividad, la fragilidad, la insuficiencia, la melancolía y el machismo.

    Sorpresivamente, al describir al mexicano, Uranga describe al hombre de nuestros días. Por ello, si el mexicano padece desde hace mucho las tribulaciones que sufre el hombre contemporáneo, pareciera que estaría más preparado para afrontar al mundo actual.

     Pero no es así. El mexicano (hombres y mujeres),  tiende a refugiarse en su individualidad y en su presente, careciendo de una determinación por sacar al país de su atraso. Esta actitud se manifiesta con las expresiones  “a ver qué pasa…” o “ni modo…”, que se traducen en resignación e inmovilidad y le impiden transformar su realidad a fondo.

     Por otra parte, quienes emigran,  a menudo logran desarrollarse plenamente y contribuir al país que los acoge. Esto sugiere que no es el mexicano como individuo, sino las condiciones sociales, políticas y culturales del país las que lo constriñen.

     Para superarnos como nación habría que vencer la incompetencia de una clase política solo interesada en el poder, la indiferencia de una clase empresarial que solo ve por sus intereses y la falta de una élite intelectual capaz de movilizar a los mexicanos. Esto mantiene al país en un estado de ensimismamiento, atrapado en un pasado mítico, un presente problemático y careciendo de un proyecto verdaderamente transformador.

     La reflexión filosófica sobre lo mexicano sigue siendo necesaria porque nos puede dar pistas de como destrabar lo que nos impide lograr todas nuestras potencialidades como país. Aunque convertirla en acción concreta es un gran desafío, como buscaba Samuel Ramos, lograrlo ayudará a pasar de la resignación a la construcción de un proyecto que permita a México y a los mexicanos trascender sus limitaciones.

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