“Errados filósofos que proclaman “Todo está
bien”,
Acudan, contemplen estas ruinas horrendas,
Estos deshechos, estos jirones, estas cenizas
malaventuradas,
Estas mujeres, estos niños apilados los unos
sobre los otros,
Bajo los mármoles quebrados, sus miembros
desperdigados;
Cien mil desdichados devorados por la tierra,
Sangrando, desgarrados, agonizantes,
Sepultados bajo sus techos, acaban sus
lamentables días,
Desamparados, en el horror de los tormentos.”
Voltaire
Por: Octavio Díaz García de León
Una tormenta tropical que parecía no representar ningún peligro para la
costa de Guerrero, en el lapso de 12 horas se convirtió en un huracán categoría
5, es decir el máximo en fuerza y peligrosidad, entrando por Acapulco con toda
su potencia.
El daño causado al puerto de Acapulco es incalculable y la prioridad es
ayudar al millón de habitantes que resultaron afectados gravemente. Al momento
de escribir estas líneas la cifra oficial de muertes ascendió a 43 personas,
pero es probable que la cifra sea mucho más alta. Las autoridades habían reportado
36 desaparecidos, pero también quizá sean muchos más. Aún peor, se puede dar
una enorme tragedia humanitaria por la falta de agua y alimentos si no se
atiende la emergencia. Por lo pronto, se estiman las pérdidas económicas entre 10 y 15 mil millones de
dólares.
Voltaire, en su Poema sobre el desastre de Lisboa, pone en duda la
existencia de un Dios benevolente y de que este sea el mejor de los mundos
posibles, como lo argumentaba Leibnitz, ante el enorme terremoto, tsunami e
incendio que destruyó Lisboa el 1 de noviembre de 1755, causando alrededor de
100 mil muertos.
En nuestro país, el actual gobierno ha tratado de vendernos que el
México de la 4T es el mejor México posible y que los gobernantes emanados de
MORENA son benevolentes. Esto a pesar de su responsabilidad en las 800 mil
muertes por la pandemia de COVID, en el fallecimiento de los niños con cáncer
por falta de tratamiento, en los 35 mil asesinados por la inseguridad cada año y
en atender a los damnificados en Acapulco.
Desafortunadamente hay muchos cándidos que creen en las bondades del
actual gobierno, a pesar de las evidencias.
La reacción ante el desastre de Acapulco es una muestra más de la
incapacidad de los tres niveles de gobierno, todos de MORENA en este caso. No
fueron capaces de reaccionar a tiempo para advertir a la población, a pesar de
que una aplicación para celulares podía haber advertido del peligro unas horas
antes; no previeron lo necesario para hacer frente a un desastre de esta
magnitud porque no estaban preparados para esperar lo peor. Tampoco han sabido reaccionar
con rapidez ante la magnitud de la tragedia y en lugar de aplicar toda la
fuerza del Estado, su presencia ha sido ineficiente. Aunque al principio
parecía que había órdenes a los militares de detener las ayudas de la sociedad,
ésta ya está fluyendo.
Algunos reclamos sobre el manejo del desastre se han concentrado en la desaparición
del FONDEN, un fideicomiso que contaba con recursos para afrontar calamidades como
la que se acaba de presentar en Acapulco y que el actual gobierno desapareció. Pero
el problema no es el dinero, ya que este puede obtenerse de alguna parte, sino
la capacidad del Estado mexicano para usar bien ese dinero y responder a esta
contingencia. Desafortunadamente, ya había una ausencia del Estado en Acapulco
al dejar el puerto en manos del crimen organizado, quien vive del tráfico de drogas, del cobro de derecho de piso y del robo, en
total impunidad. Ante esta tragedia, se resiente
aún más la ausencia del Estado mexicano.
En el corto plazo urge resolver el problema de seguridad, buscar a los
desaparecidos, abastecer de electricidad, gasolina, medicinas, servicios médicos,
alimentos, agua, techo, etc. a la población. En el largo plazo, la
reconstrucción deberá acelerarse para que el millón de habitantes de la zona
recupere sus viviendas y fuentes de sustento.
De otra forma se generará un problema social de enormes dimensiones. Pero
esta tarea tardará años.
La sociedad civil ya está respondiendo con la solidaridad que le
caracteriza y se puede repetir la experiencia del gobierno de Miguel de la
Madrid cuando, ante su pasividad y lentitud ante el sismo de
septiembre de 1985, la sociedad tomó en
sus manos el rescate de la ciudad de México. El gobierno no debe temer a este
ayuda, sino encabezarla. Lo que urge es salvar las vidas de los cientos de
miles de damnificados.
La reconstrucción de Acapulco será difícil y tomará tiempo. Hará falta
la ayuda de los empresarios para recuperar puestos de trabajo y del gobierno
para restaurar servicios básicos y la seguridad. Como en 1985, parece que la única respuesta a
la tragedia es la solidaridad de la sociedad ante la falta de preparación de
los gobiernos para hacer frente a estas desgracias.